El Rioja

El diluvio que desembocó en el germen cooperativista riojano

Álvaro Sodupe, presidente de la Bodega Cooperativa El Arca de Noé. | Fotos: Leire Díez

Un 22 de diciembre de 1953 un documento con 16 firmas certificó la creación de la primera bodega cooperativa vitivinícola de La Rioja. Su sede, San Asensio; su ámbito de actuación; dicho pueblo más los colindantes de Briones, San Vicente de la Sonsierra, Hormilla, Hormilleja y Nájera. Dieciséis individuos pioneros que sin ser conscientes de ello, estaban colocando la semilla del germen cooperativista de la región. Pero no lo hicieron por gusto o innovación, sino por necesidad. Dos años antes de esas firmas históricas, en julio del 51, una descomunal tormenta de granizo arrasó gran parte de los cultivos del municipio sin tener piedad con las viñas ni tampoco con los campos de cereal y las huertas. Se llevó todo por delante y aquel año apenas se recogió nada de producción en una época de penurias y posguerra que motivó a muchos de los que no habían emigrado hasta entonces a hacerlo definitivamente. Se quedaron pocos, aquellos con menos recursos y posibilidades para emprender una nueva vida, así que se las amañaron para hacer de una dificultad una oportunidad.

La época de cortar uva estaba cerca y no todos contaban con una cueva donde elaborar las uvas, así que un grupo de agricultores unieron fuerzas y aquella añada del 51 la elaboraron en calados compartidos, llenando así las cuevas que habían sobrevivido al diluvio y con la uva que había quedado en las cepas, porque de algún calado apenas se sacaron 13 cántaras. Ya de por sí, ese año vendieron el vino mucho mejor que lo que lo hicieron el año anterior cuando actuaban individualmente. Tras dos campañas metiendo la uva bajo tierra subieron a la superficie y continuaron elaborando en una bodega alquilada ubicada en el mismo barrio de las cuevas hasta que pudieron comprar una. Y llegó el momento de dar forma a esta unión, que para algunos vecinos del pueblo era “cosa de unos locos”, pero aquellos locos callaron muchas voces cuando en un primer llamamiento lograron captar el interés de un centenar de futuros socios que apostaron en 1953 por algo que en otros generaba escepticismo.

A las nuevas instalaciones de la que es ahora la Bodega Cooperativa El Arca de Noé (sobran las explicaciones para explicar el por qué de este nombre) no llegaron hasta el 80, pero de igual forma, sin moverse del Barrio de las Cuevas que había sido escenario de sus orígenes. Lo que sí cambió fue la manera de trabajar, ya que hasta entonces el trabajo seguía siendo cooperativizado: una vez se vendimiaba todo, por turnos los propios agricultores acudían a la bodega para hacer el vino. Ahora esta cooperativa que hizo historia cuenta ya con 284 socios y con operarios trabajando en sus instalaciones a diario, pero la filosofía de hacer vino es la misma aunque los medios sean otros, más abundantes y mejores.

Álvaro Sodupe, nieto de uno de los fundadores de la cooperativa, es el actual presidente de esta casa que puso los cimientos de las futuras generaciones de viticultores en San Asensio. La primera generación, la de su abuelo, comenzó con esas primeras ventas de graneles a las grandes bodegas de Rioja y la apertura de tiendas en Logroño, Brugos y Miranda de Ebro para dar salida a esos claretes y después, en los años 70, la segunda generación dio el salto al embotellado. Fue en 1973 cuando irrumpió la primera marca en El Arca de Noé. Con Davalillo comenzaron a sacar esas primeras partidas de vino embotellado, todo un logro para la cooperativa que con los años fue sumando más marcas a su catálogo: Don Paulino y la reciente Arca de Noé con varios tipos de vino dentro de cada una, y sin perder la esencia de su reconocido clarete. Un desarrollo que ha ido de la mano de diversas ampliaciones, con la incorporación de tecnología moderna como es la línea de embotellado o el sistema de control de temperatura de los vinos.

“La mejor prueba de que esta cooperativa sigue siendo ejemplo de éxito es que sigue contando con la incorporación de jóvenes y tenemos la suerte de tener bastante gente joven entre los socios. La mayoría de ellos están porque llevan las explotaciones de sus padres o familiares y gestionan bastantes hectáreas, lo que crea un motor fundamental, tanto para la bodega como para el pueblo en general porque ayudan a sujetar población”, remarca Sodupe. Una tendencia muy diferente a la que le tocó vivir en su época. “Entonces nadie se quedaba en las viñas porque estábamos trabajando en otros sitios y yo, de hecho, me incorporé tarde, en los años 2000. Fue entonces cuando también se instaló mucha gente para llevar las viñas aparcería, un modelo de arrendamiento que consiste en repartir el porcentaje de la cosecha entre el propietario de la explotación y el que la trabaja. Un método, además, que permitió que mucha gente nueva entrase al campo”.

Porque en San Asensio el vino, no solo el clarete, corre por las venas de sus vecinos, la mayoría dedicados a la viticultura. Tanto es así que es el único municipio con tres cooperativas inscritas y ya se dan varios casos de matrimonios repartidos entre dos de ellas o miembros de una familia que abarcan las tres. Cosa curiosa, porque lo más habitual es ver cómo son varios los pueblos que se unen para dar forma a una cooperativa. Aunque a experiencia y veteranía nadie le gana a El Arca de Noé, con 70 años de crisis y bonanzas. Unos dientes de sierra que se han prolongado a lo largo de toda la historia de la cooperativa, pero en los que El Arca siempre ha mantenido firme el timón manejándolo de la mejor manera posible para salir a flote de los vaivenes de las mareas.

Ahora afronta uno más de estos altibajos y lo hace desde el punto más bajo, viendo cómo la ola se aproxima y ya zarandea la embarcación. Así que su tripulación se agarra con fuerza a lo que puede, como son nuevos estilos de vinos y nuevos nichos de mercado. Solo queda remontar, una vez más, y poner la vista en la cresta de la ola para coger impulso. De esfuerzo y superación ya saben lo suyo. Pero mientras tanto los remolques siguen ocupando el patio de la cooperativa, que concluye ya la entrada de blanco en bodega con los últimos racimos de viura que han completado los 1,5 millones de kilos recogidos en total. Ahora el tempranillo tinto está ya listo para alumbrar una nueva añada en San Asensio después de dar sus primeras andadas durante esta última semana.

Las perspectivas del vino resultante son “positivas”, indica Sodupe. “Ha habido uva suficiente para llenar las cartillas y está entrando sana, aunque se ha advertido a los viticultores que hagan selección en campo y no corten los racimos que estén tocados por la botrytis. Los remolques que están entrando ahora se encuentran entre los 13 y 14 de graduación, por lo que no se ha disparado y hasta la fecha todo va correcto”. A pesar de ello, se ha fijado un grado mínimo para establecer los pagos de la uva, lo que está disparando los muestreos previos por parte de los viticultores para no quedarse cortos y evitar penalizaciones. Unos niveles que tienen en cuenta el grado probable, el pH y la botrytis.

Los 74 litros que cayeron en el municipio a principios de septiembre “son asumibles”, especialmente después de la sequía que había, aunque no era la cantidad esperada. “Es más, la cepa aún sigue asumiendo ese agua. Al principio hubo un bajón importante del grado, pero poco a poco se ha ido recuperando y habrá parte de la uva que sí mejore gracias también al cambio de tiempo con la llegada del cierzo para secar la cepa, pero le costará tiempo”, reconoce el presidente. Por eso la vendimia es paulatina en El Arca de Noé, avanzando por zonas en función de cuáles fueron las que más lluvias recibieron, como fue la zona de Davalillo que linda con San Vicente de la Sonsierra.

Hay “nerviosismo” por ser una vendimia complicada, pero hay “más pesadumbre” por la situación de crisis que atraviesa el sector. “Lo que nos da tranquilidad ahora es que el tiempo que pronostican para los próximos días es bueno, sin lluvias en el horizonte porque ahora incluso 10 o 15 litros con lo que ya hay en el suelo hubiera hecho mucho daño”. Así que las previsiones en esta cooperativa, que en tiempos pasados fijaban el Día del Pilar como el ecuador de la vendimia, aborda ya sus últimos días de cosecha con los cálculos de producción rondando esos 4 millones de kilos de uva tinta. “En pocos años podremos estar hablando de cuatro generaciones ya en esta cooperativa, así que seguimos trabajando para verla crecer como hasta ahora”.

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