El Rioja

Las 400 comportas de la excelencia

Juio López de Heredia, durante la vendimia en Viña Tondonia. | Fotos: Leire Díez

Tráfico paralizado en la Avenida Vizcaya de Haro. La vía que atraviesa el Barrio de la Estación está en sus semanas de apogeo entre idas y venidas de tractores que se funden con los camiones que se dirigen al centro de la villa y los otros tantos vehículos de turistas atraídos por el olor a vino que desprende este enclave al lado del río Ebro. A la altura del número 3 de esta carretera dos operarios detienen este tránsito fluido mientras un tractor maniobra con su remolque para entrar al patio de la bodega López de Heredia. Una nueva cosecha de Viña Tondonia aguarda entre duelas de historia e identidad para ser descargada con el mismo mimo con el que se carga.

Una sincronización perfecta entre casi una decena de jóvenes que dirigen con giros completos las famosas comportas de la centenaria firma vitivinícola desde el remolque a las carretillas donde las cargan y trasladan hasta la pequeña tolva de entrada ubicada a pocos metros, ya en las instalaciones de la bodega. Tras el vaciado, y antes de regresar al remolque que las portará de nuevo a la viña, un cepillo limpia con varias pasadas el número dibujado en tiza blanca en cada recipiente que indica la identidad del grupo de trabajadores que ha cortado esas uvas. Movimientos ya mecánicos que el equipo de bodega ejecuta sin miramientos.

Son el buque insignia de la firma jarrera que en fechas de mosto y fermentaciones pone en marcha toda su artillería con hasta 400 comportas elaboradas por Juan Urraca, el más veterano, y Luis Octavio Gómez, que hace un par de años ha tomado el testigo de José María Sáez Morón, autor de gran parte de las comportas que se usan actualmente. Cada una con sus 25 duelas de madera envejecida de chopo y sujetadas con seis aros de metal que crean una estructura troncocónica cuyo transporte no es tarea sencilla (pesan unos 15 kilos), pero es historia y también cuidado. Cuidado porque estos recipientes están perfectamente diseñados para que la uva llegue íntegra en su transporte desde la viña hasta la bodega y es que los racimos que se depositan en el fondo de la comporta apenas soportan el peso de los que llegan después y que van ocupando las capas superiores gracias, precisamente, a esa forma, por lo que la uva no sufre roturas en el viaje que puedan derivar en fermentaciones no deseadas. Ahí también juega un papel importante esa madera y su aporte natural por ser un sustrato vivo. Un cuidado que recae también en su mantenimiento “porque en vendimias llevan mala vida”. Aunque las comportas se van renovando periódicamente y todos los años se fabrica algún lote que otro, cada una puede llegar a durar 20 vendimias entre cargas y descargas, con un riego para humedecerlas después de cada jornada y martillazos para ajustar los anillos.

La vendimia en López de Heredia es coordinada, medida y paciente. Lo era hace 146 años cuando se inauguró la bodega y lo es ahora, aunque con más medición y maestría en su manejo. Y el primer paso para ello parte del campo. Julio López de Heredia, uno de los tres hermanos que lidera la cuarta generación de la familia, es quien se encarga de que las uvas que entran en contacto con esas duelas de historia e identidad lo hagan en las mejores condiciones posibles.

La de esta añada se aventura buena cosecha. “Los días han acompañado, con una lluvia de septiembre que no ha caído bien, dejando unos 75 litros en total, pero que ha sido más beneficiosa que perjudicial. Ahora ya no hace falta más agua, porque entonces podremos tener problemas de sobremaduración, mientras que si el tiempo se mantiene estable la vendimia se acabará dominando bien. Lo que tampoco ayudan para nada son estos calores. Eso es lo que realmente me preocupa, porque lo de conseguir acidez este año va a ser complicado. El problema es que ha sido un año muy extremo en el que la uva ha llegado muy estresada a la vendimia”, plasma Julio. Vendimia rara en cuanto a sensaciones que vuelve a alejarse de lo que eran fechas habituales. “A mí vendimiar en septiembre no me gusta nada y ya son varios años los que llevamos con esta tendencia de adelanto. Ya no te digo nada lo de acabar la campaña en Todos Los Santos como ocurría antes, pero de eso hace ya más de 15 años. El año pasado, por ejemplo, acabamos el 6 de octubre y esta vendimia puede que nos retrasemos unos días más, pero viene todo muy parecido. Lo único que diferencia esta añada de la anterior es que esta no arrastra solo un verano seco, sino todo un año de estrés”.

Las uvas blancas ya están descansando en bodega desde que iniciaron la cosecha el pasado 14 de septiembre para esas 27 hectáreas de blanco, pero han sido unas semanas de altibajos con la interrupción para meter tintas y, de nuevo, regresar a las blancas. “Se nos ha abierto una brecha en las maduraciones de los blancos entre la mayor superficie de viñedo que tenemos en Tondonia, en el entorno del meandro del Ebro, y en Gravonia, con cepas que traen unos rendimientos que no superan los 2.000 kilos por hectárea, frente a las ocho hectáreas de cepas jóvenes que traen 6.000 o 7.000 kilos, por lo que toca fraccionar la vendimia del blanco, limpiando la tolva para meter tinto que va a parar al rosado y luego volver a limpiarla para regresar al blanco”.

Unos blancos que son emblema de López de Heredia. Escasos y preciados. Únicos y longevos. Julio aún recuerda cuando su padre Pedro afianzó su apuesta por mantener las elaboraciones de los blancos en una época en la que la mayoría de las bodegas los rechazaron mientras una campaña promovía la reestructuración varietal por la que se primaban las uvas tintas frente a las blancas. Aguantó y resistió. “Él decía que hacía vinos buenos y que por una moda no iba a dejar de hacerlo”. Fueron años complicados porque las ventas de blancos de guarda no se encaminaban, llegando a tener “toda la bodega llena de blanco con dificultades para meter una nueva cosecha” y una posguerra que obligó a la familia a dedicarse también al cultivo de la remolacha y la maquinaria agrícola, pero sin dejar de elaborar nunca esta joya. Esa defensa incondicional añada tras añada fue lo que lo ensalzó con el paso del tiempo.

La familia López de Heredia se ha llevado infinidad de reconocimientos por el legado que ha dejado, y continúa dibujando, en esta denominación. Ya Tim Atkin encumbró a Mercedes con el premio a Mejor Enóloga en su Special Rioja Report 2021, en el que también otorgó los preciados 100 puntos al Viña Tondonia Blanco Gran Reserva 2001. Suma y sigue. Entonces, la hermana que lleva la batuta en la elaboración, destacó que el sello Tondonia refleja esa idea de “elaborar el gran Rioja supremo que apueste por la tipicidad de los vinos de esta tierra, por el gran potencial de las variedades autóctonas que la componen”. Y es justo en eso en lo que trabaja Julio desde las 174 hectáreas de viñedo que gestiona la bodega, todas en propiedad.

“Hace casi 20 años que no plantamos tempranillo, pero sigue siendo la variedad principal con la que elaboramos todos nuestros vinos desde siempre. Eso sí, nos hemos dado cuenta que el tempranillo sufre en los años cálidos y precisa del complemento de otras variedades de ciclo más largo que permitan compensar esta situación y alargar un poco la vendimia para aprovechar la amplitud térmica propia del mes de octubre y así completar la maduración fenólica de las uvas”, reconoce. Es por ello que durante estas dos últimas décadas el equipo de Viticultura se ha encargado de plantar más varietales como son la garnacha tinta, el mazuelo y especialmente el graciano, “que nos da la posibilidad de seguir criando los vinos durante muchos años más como nos gusta”. Desde los últimos ocho años, además, han apostado por plantaciones jóvenes de malvasía y viura.

Los cálculos de Julio apuntan a recoger entre los 700.000 y 800.000 kilos de uva esta campaña. Esta jornada de vendimia de finales de septiembre le ha tocado el turno a la garnacha de un viñedo próximo al Barrio de la Estación. Allí hay decenas de comportas, dos por cada renque de cepas, colocadas al final de cada fila y que un total de 25 personas van llenando de racimos para que poco a poco vayan cargándose en los remolques destino a la bodega. Y ahí esta Julio y su compañero Fernando, papel y boli en mano, certificando cada viaje, cada comporta llena y el trabajador que ha procedido, porque esta viña, como otras tantas, se está vendimiando a destajo. Es decir, a más kilos cortados, mayor retribución. Por eso cada comporta lleva un número dibujado que corresponde a una cuadrilla completa o incluso una pareja o un solo temporero. “Y eso, a pesar de lo que se pueda pensar, no perjudica la calidad de la uva. No van a toda prisa cortando uva porque saben lo que se les pide. La mayoría lleva ya muchos años con nosotros y al igual que se les exige, también se les recompensa económicamente. Tanto a los que están en campo como a los de bodega”, incide el responsable de Viticultura.

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