El Rioja

La ilusión de la eterna juventud: Bodegas Cornelio

José María Sánchez arrancó con 75 años el proyecto vitivinícola de Bodegas Cornelio Dinastía

Fotos: Fernando Díaz (Riojapress)

José María Sánchez (Santa Cruz de Moya -Cuenca-, 1942) fundó Kupsa (compañía dedicada a la fabricación de barnices y lacas) en 1969 y en 2005 comenzó el proceso de internacionalización de la empresa con la apertura de una filial en Polonia. Actualmente cuenta con alrededor de cuatrocientos empleados repartidos por medio globo terráqueo y por sus planes sólo pasa seguir creciendo. A pesar de sus ochenta años ya cumplidos, Josemari conserva la ilusión de un niño para cualquier reto que se plantea en la vida mientras que la experiencia adquirida en cinco décadas al frente de una multinacional le avalan como referente empresarial. Consciente de ello, en 2017 comenzó una andadura con la que pretende recorrer los caminos de la tradición, la pasión, la sostenibilidad y el terruño: Bodegas Cornelio Dinastía. Desde el corazón de la tierra con nombre de vino para cualquier parte del mundo, como ya había hecho años atrás con Kupsa al llegar hasta la India cual Vasco de Gama.

¿Qué lleva a un hombre de 75 años a iniciar un proyecto vitivinícola en Rioja cuando la mayoría de personas de esa edad ya llevan varios años jubiladas? La atracción de las cepas frente a Benidorm. “Fundamentalmente, por dos razones que en realidad podrían ser tres”. Y vuelve a su infancia para recordar esa ilusión infantil que todo lo puede. “Yo el mundo del vino siempre lo he llevado dentro. Mis abuelos, tanto por parte de mi padre como parte de mi madre, eran bodegueros en el Alto Turia”. Natural de una pequeña localidad de 230 habitantes (más de 2.000 tenía en los años 40) en la serranía de Cuenca, junto a la frontera con la Comunidad Valenciana, allí conoció las tierras de altas cumbres, inviernos rigurosos y veranos secos, donde la vid (fundamentalmente de variedades blancas como la Merseguera y la Macabeo) se cultiva entre los 700 y los 1.100 metros.

Foto: Fernando Díaz (Riojapress)

“Yo acompañaba a mi padre a vender el vino, que se hacía por truque a cambio de trigo o patatas. Llevábamos el carro cargado de pellejos de vino e intentábamos hacer el trueque de un litro por cuatro kilos de patatas”, rememora, sacando una sonrisa al recordar los momentos con su progenitor. La segunda razón (doble) que lleva a Josemari a iniciar el proyecto de Cornelio Dinastía se encuentra en el “prueba y error” que tantas enseñanzas le ha aportado como si fueran otros tantos viajes con su padre a hacer trueques.

Accionista de varias bodegas a lo largo de los años (Bretón, Tobelos y Marqués de Terán), no “veía satisfacciones” al ver los toros desde la barrera hasta que decidió saltar al ruedo. Sin traje de luces ni manoletinas, pero con botas para pisar entre las cepas. “Cuando viajaba por el mundo en los años 90 miraba las cartas de los restaurantes y sólo había una línea con Rioja en varias páginas de vinos. Eso me fastidiaba porque en países como Italia y Alemania sí se nos conocía por el fútbol, pero no por el vino”, relata, resumiendo el paso dado hace seis años como la herencia de sus abuelos, el hartazgo como socio y el amor por hacer algo por España.

En 2017 fue el primero y desde entonces no ha parado de caminar. Sin correr. Sin prisa. Primero centrándose en la elaboración de vinos de calidad “extrayendo las características más naturales que lo que nuestra región ofrece, sabiendo potenciar su cualidades y empleando técnicas lo menos intervencionistas posibles a lo largo de todo el proceso”. En su bodega de Navarrete cuenta uno de sus centros de elaboración donde la primera semana de septiembre ya descansan las primeras garnachas blancas a la espera de que lleguen 24.000 kilos de graciano y otros tantos de tempranillo.

Foto: Fernando Díaz (Riojapress)

“En estas instalaciones llevamos instalados unos meses”, explica Josemari, quien confiesa que más de un lustro ‘solitario’ en el sector le han hecho darse cuenta de que necesitaba ampliar sus instalaciones. “Todo el mundo quiere sentir dónde elaboras tus vinos. Hay que ponerse cara y ojos para seguir hacia delante”. Se trata de una tercera nave de elaboración en la que, además de esperar al graciano y al tempranillo, también esperan contar cuentan con una nueva sala de barricas para envejecer mientras afinan el resto del proyecto. Así, en sus paredes y sus cuadernos descansan los planos y las imágenes de unas instalaciones más grandes en las que Josemari quiere dar rienda suelta a su gran proyecto. “La idea es tener una bodega dedicada también al enoturismo para que los clientes tengan sus servicios. Que puedan dormir, comer… ese es el futuro. Ya tenemos una parcela de 50.000 metros cuadrados para ello en la que tendríamos un hotel con más de veinte habitaciones, restaurante, zona de oficinas y una viña de casi dos hectáreas”.

Vista al futuro sin dejar de aprender del pasado, como deja a las claras el nombre de sus vinos: Cornelio. ¿Por qué? En homenaje a Publio Cornelio Escipión ‘El Africano’, general y cónsul (205-194 a.C.) que dirigió a las tropas romanas en la legendaria toma de la ciudad de Cartago Nova. Con una corona dorada de laurel como símbolo, Josemari presume orgulloso de los numerosos galardones y puntuaciones que ha cosechado durante el último lustro en diversos certámenes. ¿Y ha tenido entonces las satisfacciones que no tenía antes? “Me mantengo firme por los premios obtenidos. Cornelio Dinastía ha sido de las bodegas más galardonadas en los últimos años en la DOCa Rioja y en el mundo, obteniendo los más altos galardones de las firmas más prestigiosas debido a la gran calidad de sus vinos. Entre ellos, el premio a uno de los 50 mejores vinos del mundo concedido por Decanter (Imperial Autor) y varios dedicados a los vinos ecológicos que lucen especialmente bajo la marca Vega Vella.

Foto: Fernando Díaz (Riojapress)

“Creemos firmemente en la agricultura ecológica”, destaca, poniendo en valor el cultivo con esta práctica durante hace más de treinta años en sus viñedos de Rioja Oriental. “Es un terreno con mucha exposición al sol y un clima poco húmedo entre mediterráneo y atlántico. Así queremos salir del Rioja tradicional buscando ofrecer al consumidor otras facetas de la denominación”. Para ello, detalla Josemari, buscan la “pureza varietal” y el “carácter propio del fruto” con un viñedo en equilibrio. “Que sea capaz de producir uva de calidad con lo que le aporta el medio y lo que le exige su producción. Por eso tenemos suelos poco profundos, en ladera, con poca materia orgánica y un aporte justo de agua”.

En la gama Cornelio, Josemari cuenta con una superficie aproximada de 35 hectáreas de viñedos propios en Rioja Alta (cepas viejas localizadas en la Milla de Oro situada entre San Vicente de la Sonsierra, Ábalos, Briones y San Asensio). Para Vega Vella, viajando hasta Rioja Oriental y haciendo parada en parajes como Cabizgordo, Campiestros, La Badina o La Pedrera, cuenta con viñedos enclavados a una altitud media de cuatrocientos metros en la “vega” norte del río Ebro. Dos formas de entender un proyecto que se complementan en la mente de este ‘joven’ empresario que mantiene la ilusión de un niño.

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