El Rioja

El fotógrafo inglés que se enamoró del Rioja

El fotógrafo James Sturcke llegó hace trece años a Ezcaray buscando sol, tiempo y espacio vital

Su té con leche de media mañana le permite disfrutar de una de las estampas más bellas y exclusivas de La Rioja. Su ventanal se asemeja a una postal. El sol calienta más de lo habitual frente a la sierra de la Demanda. Pica con ganas. ¿Aviso de tormenta? La frontera entre Castilla y León y La Rioja es el refugio visual y espiritual de James Sturcke, un periodista inglés que llegó hace trece años a La Rioja y que se enamoró profundamente de su vino, de las historias de sus viticultores y de la cultura de un mundo que lo tiene totalmente cautivado.

Los tomates que plantó hace unos meses se muestran lustrosos en el pequeño huerto que tiene en el jardín. Un perro y un gato se desperezan a los pies de una mesa para dos entre sol y sombra. “He aprendido este año que necesitan más espacio”. Como las personas. El periodista decidió en 2010 dar un nuevo rumbo a su vida, buscando ese espacio vital que reclaman sus tomates trece años después. Entonces trabajaba como corresponsal para ‘The Guardian’. Casado con Marta, una española  que echaba de menos la luz del país en el gris británico, llegó un momento en el que él se vio encerrado en una redacción y decidió salir de ella.

“La hermana de mi mujer vivía en Ezcaray, conocíamos el municipio y pensamos que era un lugar ideal en el que educar a nuestros hijos”, recuerda. Buscando las cosas sencillas de la vida dieron el paso de mudarse de una de las capitales más grandes del mundo al pequeño municipio riojano.

“Buscábamos sol, días más largos, menos gente, menos agobio”. No es de esas personas que tienen claro dónde le pondrá la vida en los próximos diez años, pero en Ezcaray se siente feliz, completo. “Aquí hay mas tiempo para dedicarte a lo que te gusta, más horas de reflexión personal, menos horas de metro. Aquí nunca se pierde el tiempo”.

Amante de la fotografía decidió especializarse en ella. Dejar el ordenador para enfundarse la cámara. Sus fotografías durante estos años han sido publicadas en El País, ABC, La Vanguardia, The Guardian, The Independent, The Daily Telegraph, Decanter, Falstaff, Surface…

Fue detràs de su objetivo desde donde empezó a adentrarse en el mundo del vino. Las vendimias, las historias que tienen que contar los viticultores le hicieron encandilarse de un universo hasta entonces desconocido. “Conocía el vino como consumidor, pero lo consumía sin saber qué era lo que estaba bebiendo, cuál era la historia que había detrás”.

FOTO: James Sturcke

Entonces empezó a conocerlas y a plasmarlas en sus fotos. Ahora sabe de taninos, de suelos, de aromas, entiende la importancia de las variedades pero sobre todo del culto que en esta tierra se venera cuando se habla de terruños, de rencles, de viñas con historias centenarias que persiguen crear los mejores vinos del mundo.

“Como amantes del vino, dedicamos mucho tiempo comparando grados de alcohol, taninos, aromas, tipos de suelo pero los matices del sabor sólo les interesan a algunos clientes. Como consumidores estamos deseando sentir conexión con los viticultores y los bodegueros. Queremos sentir su espíritu, saborear su alma y conectar con su filosofía”. Entiende que la gente quiere sentirse parte del proyecto. Y eso es lo que intenta mostrar a través de sus fotos.

FOTO: James Sturcke

Define su estilo como diferente. “Ni mejor ni peor que el de otros fotógrafos, sólo diferente”. Le encanta trabajar con gente y conocer a fondo a los que se van a poner delante de su cámara. “Muchos ven en mi el conocimiento que tengo del mercado internacional, del marketing internacional”, reconoce. Él sólo quiere aportar su granito de arena a un mundo del que le encanta el espíritu, la pasión la gente que vive detrás del vino. “Hacer una foto cuesta poco más de diez minutos si conoces bien a la persona, el producto, la historia que quieren transmitir, lo que están haciendo con sus vinos”. Así pasa minutos y minutos hablando con sus clientes antes de darle al botón de la cámara.

En una región donde “todo huele a vino”, la curiosidad le ha hecho comprender lo que busca un consumidor fuera de nuestras fronteras. “Rioja siempre da un plus de seguridad, sabes que si vas a ir a casa de un amigo a cenar y llevas un Rioja tienes el acierto asegurado”, comenta. Además, reconoce que Rioja ha hecho muy bien las cosas: “En lugares como Londres, Rioja compite con vinos de todo el mundo y, por lo que sea, en la mayoría de las ocasiones eligen Rioja”.

FOTO: James Sturcke

Para James es importante la variedad que ofrece la región. “Está muy bien que haya botellas de 70 euros, pero también es bueno que una persona que no tiene acceso a esos precios pueda comprobar lo que se siente al disfrutar de lo que se hace en esta tierra”.

Enamorado de Rioja hasta las trancas, no sabe dónde la suerte y el mundo le deparará estar en diez años, pero seguro que el cordón que ha creado con el mundo de Rioja será difícil de cortar, por muy lejos que le ponga la vida.

Subir