El Rioja

Las últimas viuras de una campaña marcada por el calor

Juan observa sus uvas recién descargadas en la tolva de Bodegas del Medievo

Apenas han sonado las campanadas de las nueve de la mañana en la iglesia de San Bartolomé y un último remolque goteando mosto se eleva en marchas cortas por la cuesta de Bodegas del Medievo dirección a la tolva de descarga. Son unos 4.500 kilos de viura cogidos a máquina con las primeras luces del día asomando en un viñedo próximo a esta bodega de Aldeanueva de Ebro, pero ubicada en tierras de Autol. Juan se baja del tractor, pisando todavía algunos granos blancos encharcados que han quedado tras la descarga de los anteriores remolques, y en cuestión de segundos ya está toda la carga basculada. “Este ha sido un viaje pequeño”, echa cuentas de la carga mientras da un manguerazo rápido al toldo azul para quitar la mayor parte de restos.

Es un veterano de las vendimias y con su remolque se pone punto final a la recogida de uvas blancas en la bodega procedentes de estos términos municipales, aunque todavía se espera recepcionar alguna partida más de la zona del Valle del Jubera para hacer en lo que va de día unos 40 mil kilos en total. “Este año, las tempranas se han mantenido en las mismas fechas que el año anterior, que ya de por sí vino adelantado, pero las variedades más tardías como la viura sí se han apresurado más. Hace un año no se vendimiaron hasta el 9 o 10 de septiembre, pero los calores de la semana pasada aceleraron todo”, apunta su director técnico, Santiago Garde.

Viaje va, viaje viene desde que el pasado 17 de agosto dieron por inaugurada una nueva campaña de vendimias en Medievo, con las noches como grandes aliadas de las jornadas para asegurar así una buena conservación de las uvas. Aunque no todas han corrido la misma suerte. El tempranillo blanco, sauvignon blanc y chardonnay libraron de la última ola de calor y entraron “perfectas”. Y es que el calor, en palabras de Garde, puede tener inconvenientes, pero también ventajas: “La sanidad siempre va a ser máxima porque evitas tormentas, generalmente, pero la tarea más difícil es acertar con la fecha óptima de vendimia ya que la uva madura siempre más rápido y hay que estar atento a cómo evolucionan los parámetros”.

Muestreos semanales desde principios de agosto que han arrojado unos resultado idóneos, asegura. “Es más, el primer análisis que hice el 1 de agosto me dio exactamente los mismos datos que el del año pasado por esas fechas”. Más desafortunadas han sido la viura y el poco tempranillo blanco que se dejó en campo a la espera de madurar más, aunque los parámetros con los que han entrado en bodega son correctos: “Entre 12 y 13 grados, acidez de entre 6 y 7 gramos por litro y con contenidos de málico aceptables”.

Peor panorama se muestra en esa madurez fenólica de cara a los tintos, ya que en esta zona también se ha producido ese desacoplamiento entre esta y la madurez alcohólica que va más avanzada. Escenario similar al que se vivió en la campaña anterior. Así que toca tener paciencia y esperar que esos polifenoles se equilibren y se consiga buen color. Mientras los blancos están ya en plenas fermentaciones, el personal de Bodegas del Medievo se organiza para la entrada de las tintas que irrumpirán a partir del próximo lunes. “Por grado, podríamos haber empezado ya a cortar tinta, pero por cuestiones logísticas era mejor esperar a acabar las blancas, además de que así damos tiempo a la maduración fenólica”.

Lo que teme en estos próximos días es que se produzca una sobremaduración en los tempranillos que perjudique después a las fermentaciones, por lo que le toca ir viña a viña para ver qué parcelas están listas. “Si la uva viene pasa”, explica, “las fermentaciones se ralentizan y no terminan bien, derivando en problemas en la bodega porque esa uva no ha llegado equilibrada”. El director técnico ya tiene experiencia para saber sobrellevar los años buenos y no tan buenos tras algo más de tres décadas dedicadas a la vinificación. “Pero siempre hay que estar alerta”.

Este año ha habido zonas, asegura, que se han salvado mejor que otras frente al exceso de calor. “Como la del Agudo, que está entre Aldeanueva y Calahorra. También traen muy buenas uvas las viñas que están a las faldas de Yerga, que son de las mejores, pero por contra este verano las golpeó el pedrisco y se cayeron muchas hojas. Eso provocó que al arrancar de nuevo la maduración esos racimos que estaban descubiertos se asolearan, por lo que será una zona que se vendimia cuanto antes para evitar esa sobremaduración, y eso que son de las viñas que más tarde se suelen coger”.

Santiago Garde, con las primeras muestras de tempranillo blanco, chardonnay y sauvignon blanc vendimiadas.

Garde calcula que serán unos 1,3 millones de kilos de uva los que se recojan de la vendimia 2023, 300.000 de ellos procedentes de uva blanca. Y la mayoría, vendimiadas a máquina. “Y menos mal, porque con el panorama que hay a día de hoy a la hora de encontrar mano de obra en condiciones… Aquí es inviable porque si tuviéramos que cortar la uva a mano necesitaríamos un ejército. Fíjate que metemos unas 136 hectáreas. Y en Aldeanueva, por ejemplo, se meten 6.000 hectáreas de viñedo, y solo mil corresponden al municipio, mientras que igual 3.000 llegan de Alfaro, que tiene una superficie enorme, más la que viene de Rincón de Soto y algo también de Autol.

“Los años del cólera”

En un año en el que el agua, un verano más, ha estado en el punto de mira de todos los agricultores, el riego ha marcado también el devenir de las uvas de Aldeanueva. Existe una limitación de dos o tres riegos máximos en verano de entre 20 y 30 litros cada uno. “Es decir, que como mucho puedes aplicar 100 litros al viñedo y eso no es nada en un año seco como este, aunque bien es cierto que ayuda a que la planta no sufra en exceso. Porque un ligero estrés hídrico siempre es bueno para la cepa, para unas maduraciones completas y una buena calidad de la uva, pero siempre y cuando ese estrés hídrico no sea continuo durante todos los años”.

“Vamos, que aquí se riega cuando se puede, no cuando se quiere”, apunta Garde, “porque algunos se piensan que abrimos el agua para sacar producción en abundancia”. Y ya se adentra en materia para abordar ese asunto del mar de viñas con sobreproducciones que se extiende por esta zona mientras echa la memoria unas décadas atrás.

“La instalación del riego por goteo en estos pueblos de Rioja Oriental empezó a raíz de una sequía brutal que hubo entre 1993 y 1994 con la que incluso se llegaron a perder viñas. Algo que coincidió con la reestructuración de viñedo para arrancar la garnacha vieja y plantar tempranillo en espaldera, por lo que se ahí juntaron un montón de hectáreas jóvenes de tempranillo y con riego. Ese fue el ‘boom’ de la producción o, como lo llamo yo, los años del cólera, que me pillaron en la cooperativa. Recuerdo que en el 2000 metimos 20 millones de kilos de uva, mientras que cinco años antes nos habíamos quedado en los 12 millones porque antes en el pueblo la mayoría de viñas no pasaban de los 5.000 kilos por hectárea ya que la mayoría eran garnachas viejas”, relata.

Esas nuevas viñas de los 2000 ahora ya se acercan a los 30 años y este enólogo asegura que los años de mayor producción ya han pasado y, “a partir de ahora, son producciones ya controladas y autorreguladas que requieren de menos riego también por cuestiones ajenas como el precio del agua o la baja rentabilidad de la uva”.

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