El vino ha roto barreras sociales, culturales y de edad para convertirse en los últimos años en un producto apto para gustos, personalidades y costumbres diferentes. En ello también ha participado José María Ibáñez. Es natural de Uruñuela, donde ha elaborado vino como buen enólogo y químico que es, así que el vino corre por sus venas desde que era un chaval. Y aunque la elaboración de vino no ha escapado de sus manos, el afán por enseñar siempre le ha acompañado, tanto a nivel profesional como personal.
Lleva unos 30 años organizando catas, que prefiere denominar degustaciones, por diferentes municipios de La Rioja con el objetivo de «enseñar a degustar y a tener un criterio para identificar la calidad, así como para saber combinar vino y alimentos de la mejor manera posible». Unas catas con las que busca trasladar el conocimiento y pasión que siente él por el vino a otras gentes de esta tierra. Y lo hace de una manera singular, diferente a lo que se conoce comúnmente como una cata de vinos.
«Porque esto no es una cata al uso ni tampoco se habla de maridaje, porque el maridaje puede derivar en el divorciaje y a mí me gusta más hablar de comida y vino de forma armónica. Lo otro no lo tengo tan claro…», ríe. Y es esa armonía la que se respira en sus clases con un diálogo fluido y fructífero donde nadie se frena a valorar y exponer, enriqueciendo mucho más el conocimiento adquirido entre los asistentes. «La participación es clave para sacar más matices».
«Aquí se habla como habla la gente, como habla el pueblo, sin que nadie sienta que no puede dar su opinión solo porque no entienda de aromas. Para eso ya estoy yo, que facilito unas fichas didácticas con los sabores, olores y atributos del vino que se pueden sacar y hacer así un análisis de las fases visual, olfativa y gustativa. Creo que cuando se hacen catas hay un defecto de planteamiento porque muchas veces el rito puede a la propia cata y a mi lo que me gusta es que sean unas catas sencillas en las que se pueda comentar todo, por eso siempre les pregunto sobre lo que perciben».
El único objetivo es aprender a evaluar la calidad de un vino y a degustarlo, por eso Jose María siempre acababa sus clases de enología con una cata, «porque es como mejor se aprende y así se podrá ser más críticos con las cosas que se hacen para próximas ocasiones». Lleva recorridos unos 20 pueblos a los que ha llevado su experiencia en el sector vitivinícola para que el vino sea un producto apto para todos sin fronteras invisibles. Cordovín, Tudelilla, Corera, La Villa de Ocón y, por supuesto, Uruñuela han sido algunos de los municipios visitados por este profesional para impartir unas «degustaciones» gratuitas financiadas por FADEMUR.
«Ahora que ya estoy jubilado, siempre que me requieran para este tipo de actividades acudiré gustosamente porque es muy gratificante ver cómo la gente se abre a aprender de este mundo que es el vino, algo que es tan riojano y que tiene tanta importancia cultura y económica en esta tierra». Y eso en estas sesiones de cata abordan elaboraciones de diferentes denominaciones de origen y diferentes variedades de uva, así como las mejores combinaciones consejos para compaginar el vino con la comida.
«Lo que está claro es que nos juntamos para aprender y tomar conciencia de que fuera de Rioja también se hacen cosas muy buenas y eso nos tiene que dar una cierta lección de humildad. Lo bueno que tenemos aquí en esta denominación es que contamos con una cultura del vino mucho más acentuada que la que puede tener el resto del país, pero si nos dormimos nos alcanzan, eh».
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