Cultura y Sociedad

Tiendas de segunda mano, donde la ropa cobra una segunda vida

Las tres ciudades más grandes de España, Madrid, Barcelona y Valencia, son pioneras en impulsar ropa de segunda mano. Aunque llegaron tardías, a finales de los 90, acercarse a alguna de ellas significa encontrarse una gran variedad de prendas ‘vintage’. Lo contrario ocurre con Inglaterra y Estados Unidos que, desde principios de la década de los 80, han mostrado su atracción por ellas. Los dos países cuentan con un gran número de tiendas de este estilo e, incluso, con grandes almacenes para la venta de sus productos.

Todo ello, dependiendo del destino, establece diferentes puntos de vista. También una interpretación negativa y positiva por parte de la clientela. A nivel nacional, no visibilizar estos comercios implica la falta de entendimiento para los compradores. El desconocimiento y el definir estas tiendas como “poco comunes” son un acicate para fomentar una mala opinión hacia ellas. Sobre todo en comunidades pequeñas como la nuestra.

La Rioja, al contar con un pequeño abanico de tiendas de segunda mano, es una de ellas. Así lo interpretan Vintage, Milagro y Oportunidad, tres comercios que tienen lugar en la capital riojana.

Vintage

Cuando se quedó en el paro, después de trabajar en hostelería, Tamara Sanz dijo: “Algo tengo que hacer, no me puedo quedar sin trabajo”. Ser madre soltera de un niño pequeño fue la motivación que le llevó a abrir Vintage, su tienda de segunda mano.

“No es tan fácil encontrar trabajo”, reconoce Tamara. Con el apoyo de sus amigos, que le donaron ropa para ayudarle a vender, comenzó su negocio. Un comercio del que, sin embargo, la dueña de Vintage determina no estar satisfecha con las ventas: “Aunque las prendas están a tres euros, la gente se queja”. Eso si llegan a entrar porque, ya desde fuera, “las miran mal”. Una opinión que, después de un trabajo de selección para elegir las mejores prendas y lavarlas para su venta, genera una sensación “muy frustrante”.

Milagro

Dimka Terzieva tiene su comercio en la calle Lardero de Logroño, el más matutino de todos. A las 9:30 de la mañana ella y su marido, si así lo permite su horario, abren las puertas de Milagro, una tienda de segunda mano. Su hijo, que juega con la consola sentado en una esquina, les acompaña en un martes de verano. Un niño en el que sus padres han puesto todo su empeño para, de acuerdo a sus necesidades, sacar adelante su trabajo.

“Todo empezó cuando me quedé embarazada hace casi doce años”, cuenta Dimka. Tanto ella como su marido, al adentrarse en la aventura que supone tener un hijo, trabajaban para otras personas. No fue hasta que nació cuando se dieron cuenta de que necesitaba toda su atención. “No teníamos con quien dejarlo. La única solución era hacer un negocio en el que dispusieramos mejor de nuestro tiempo, que ya de por si era limitado”, recuerda. Por probar, ambos estuvieron de acuerdo en ponerlo en práctica.

Los dos se organizan para llevar a cabo su trabajo de una forma autónoma, turnándose entre ellos, sin terceras personas contratadas. Su tienda, que no es la primera, es grande y les permite tener una gran variedad de clientes. “La otra estaba en una calle menos transitada y era más pequeña”, confiesa la dueña de Milagro, un comercio que aporta trabajo, beneficios y del que Dimka asegura que “no nos podemos quejar”.

Oportunidad

Todavía sin cartel porque “no da para todo”, desde la calle Millán, Alicia Harasim lidera la tienda de segunda mano Oportunidad. La polaca, con un castellano que se defiende, señala tener experiencia en el negocio: “En Polonia trabajé muchos años en algo parecido. Además de ropa, vendía productos domésticos de Alemania de la firma Berghoff”.

Antes Alicia le echaba una mano al dueño de la tienda. Desde hace un mes, ella sola se hace cargo de ella. Por sí misma declara lo difícil que es su día a día: “Aunque hay clientes que entran y salen del comercio, tengo pocas ventas”. Un aspecto en el que coinciden otros especialistas del sector.

Proveedores ‘vintage’

Las tres comerciantes acuden a grandes almacenes para conseguir sus prendas. Pero no siempre en las mismas condiciones. Tamara asegura que su proveedor, cerca de Logroño, le deja elegir la ropa; Alicia, que su anterior jefe las compraba en un almacén de Madrid por internet; el marido de Dimka, por su parte, tiene que trasladarse en furgoneta hasta las grandes capitales para conseguirla por kilos.

“No sabes lo que te vas a encontrar, pero si que las prendas vienen desinfectadas y seleccionadas por categorías”, menciona este último. Las más baratas, las de peor calidad; las más caras, llamadas crema, las mejores. También está la opción de los donativos. Dimka asegura que para su negocio “son totalmente gratuitos”; Alicia que, cada vez más, “la gente buscar vender”; en el comercio de Tamara no entra esta posibilidad.

La ropa de segunda mano está a la orden del día. En Logroño, el comercio Vintage ya contaba con cuatro personas al abrir sus puertas. Alguna de ellas aguardaba fuera antes incluso de que Tamara comenzase su rutina de trabajo.

Una de sus clientas comenta: “Yo trabajé durante cinco años en un negocio de segunda mano aquí al lado”. La mujer, casi sin palabras y ya con ropa en la mano, asegura la calidad de las prendas y destaca que no compra en una tienda si sus productos no han sido utilizados anteriormente: “En vez de gastarte 100 euros en un vestido puedes conseguirlo por tres y obtener un mejor resultado”

Todo experto en el sector textil de segunda mano coincide en la calidad y variedad de los productos. Sin embargo, desde el comercio Vintage, Tamara señala la dureza que supone: “Mientras que en ciudades como París y Nueva York las prendas de segunda mano son totalmente normales, en Logroño atiendo a clientas con dinero a puerta cerrada porque se avergüenzan de que las vean comprando aquí”.

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