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Tinta y tinto: ‘El político previsiblemente imprevisible’

El pequeño Logroño del poder no duerme tranquilo desde hace semanas. La venta de antiojeras y tranquilizantes se ha disparado en las farmacias de la capital riojana. Todos quieren disimular su preocupación por la designación de cargos que se sucede día tras día para no mostrar su desesperación. Unos por creerse aspirantes a los puestos y otros por saber con quién hay que negociar en los próximos años. Entre medias estamos los plumillas, quienes intentamos con poco éxito anticiparnos a las jugadas políticas.

El hermetismo de Gonzalo Capellán es total. De hecho, en la noche de su toma de posesión en San Millán de la Cogolla todavía había algún diputado que no sabía que horas más tarde se convertiría en consejero. ¿Cómo saber entonces lo que va a ocurrir para anticiparse al siguiente paso que vaya a dar el presidente? No se puede. Todo está en su cabeza y a nadie se lo cuenta. La única salida es lanzarse a la especulación y abrazar el método hipotético-deductivo.

Nos encontramos entonces con otro problema. Dice el presidente que es un “político previsible”, pero a la vez también se define como un “político diferente que hace cosas diferentes”. ¿Qué ocurre entonces? Pues que Gonzalo Capellán puede llevar razón en sus afirmaciones, pero que ese hacer cosas diferentes lo convierten verdaderamente en el político previsiblemente imprevisible. Porque llevamos semanas y semanas hablando con nocturnidad y alevosía sobre posibles consejeros cuando los teníamos delante de nuestras narices. Ya nos pasó anteriormente con la presidenta del Parlamento, Marta Fernández, número dos de la lista y cuya juventud la sacaba de las quinielas pese a aparecer en todas las fotos cerca del líder.

Sólo supimos ver lo obvio con la vieja guardia -tres consejeros con José Ignacio Ceniceros entre 2015 y 2019- y dimos por hecho que Alfonso Domínguez, Alberto Galiana y María Martín serían consejeros, como así ha sido. Lo que no supimos ver es que sólo debíamos habernos fijado en sus compañeros de escaño en el Parlamento para descubrir a los demás. A la derecha de Capellán se sienta Galiana; y a su derecha se sienta Noemí Manzanos; y a su derecha se sienta Daniel Osés; y a su derecha se sienta José Luis Pérez Pastor; y a su derecha se sienta Belinda León. Seis asientos juntos para seis de las ocho personas que dirigirán nuestra comunidad, no muy lejos tampoco de María Martín mientras Domínguez les observa desde los pasillos del antiguo Convento de La Merced.

El político previsiblemente imprevisible hizo lo más previsible cuando era totalmente imprevisible. Capellán volvió a pensar fuera de la caja (thinking outside the box) y aplicó el pensamiento lateral para formar un gobierno con marcado perfil político y que también sirve para seguir engrasando la maquinaria popular. El error de colocar a los fichajes de fuera en primera línea ya lo cometió Concha Andreu en 2019 con nefastos resultados ya conocidos a nivel gobierno y con falta de cohesión a nivel partido. La guerra socialista todavía está por venir si Javier García no lo remedia como ha hecho Capellán en el PP.

Edward de Bono cuenta en su manual de creatividad que cuando uno sabe lo que quiere, pero no sabe cómo conseguirlo, tiene un problema cuya solución requiere el “pensamiento lateral”. Esto nos lleva a un pensamiento creativo que, en el fondo, es una manera diferente de usar el cerebro sin utilizar la lógica, aunque ello pueda parecer irracional. El pensamiento lógico -la lógica- es unidireccional y sigue el camino que ella misma se traza, mientras que el pensamiento lateral cuenta con infinitas maneras de llegar a una solución porque llega a ella por caminos distintos a los del pensamiento lógico.

En ese punto se encuentra Gonzalo Capellán desde que dio el paso para volver a la política. Tenía muchas tareas por delante y ha ido afrontándolas paso a paso. La primera fue solucionar el guirigay en el que se había convertido el congreso del partido con dos aspirantes y medio (Alfonso Domínguez, Alberto Bretón y Carlos Cuevas), antes incluso de que se convocara. Una vez impuesto el también “pensamiento lateral” de Génova para catapultarlo como candidato, llegó el turno de coser el partido.

Dividido desde la primavera de 2017 y con varios regueros de sangre por las puñaladas infligidas durante el último lustro, el entonces candidato regional utilizó la negociación de candidaturas municipales para apaciguar los ánimos, recorrer los pueblos y conectar nuevamente a la dirección con los afiliados y los dirigentes olvidados que otrora ocuparon cotas de poder. La victoria en las urnas del pasado 28 de mayo terminó de cerrar las heridas que más había costado cerrar y ahora se trata de no volver a abrirlas innecesariamente, engrasando una maquinaria que ya se ha demostrado capaz de gobernar durante veinte años con mayorías absolutas.

Con este pensamiento, supongo, ha ideado Gonzalo Capellán su Consejo de Gobierno: personas de larga trayectoria en el partido sobre las que nadie lanza críticas feroces para ir ganando adeptos a la causa azul. Sí hay un par de elementos más inexplicables que el resto: Daniel Osés y Belinda León. Ambos llegaron a los puestos de salida en el Parlamento por diferentes vías. El primero, por la del hijo pródigo que abrazó a Alberto Bretón en sus inicios hasta que sus delirios le llevaron a fundar un partido nuevo. La segunda, por la de la cuota naranja que no hiciera dudar a los antiguos votantes de Ciudadanos. Una vez que los dos recogieron el acta, ya parecía suficiente premio a su trayectoria política durante los últimos tiempos. Sin embargo, una vez más, el político previsible ha hecho lo imprevisible.

Más lógico parece el regreso de José Luis Pérez Pastor en la primera línea de la política riojana al haber compartido con el propio Capellán departamento entre los años 2011 y 2014. Director general de Cultura uno, consejero de Educación, Cultura y Turismo otro, ahora vuelven a caminar juntos aunque tengan respectivas responsabilidades mayores. Pese a apoyar también a Alberto Bretón en sus inicios, una retirada a tiempo vuelve a demostrarse como una victoria gracias a la buena relación que siempre han mantenido presidente y -ahora- consejero. El caso de Noemí Manzanos vuelve a entrar dentro de lo previsiblemente imprevisible por aquello de ser “obvio” y esperar fuegos artificiales. Máxima responsable del área de agricultura en el partido y trabajadora cercana a Capellán desde su regreso a la política, era uno de los nombres que había sonado con más fuerza para ocupar la cartera.

En resumen, que me voy por los Riscos de Bilibio -riojanicemos lo de los Cerros de Úbeda-, la mayoría del 28 de mayo ha dado a Gonzalo Capellán un margen mucho más amplio de maniobra a la hora de designar cargos. Forma gobierno, estructura partido y engrasa una maquinaria en la que se sabe líder absoluto desde su primera línea hasta su último eslabón. ¿A qué nos recuerda esto?

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