Firmas

Tinta y tinto: ‘La técnica del desayuno’

El desayuno es la comida más importante del día. Un buen desayuno prácticamente te garantiza el éxito de la jornada. Y si fracasas, pues al menos tienes el estómago lleno que eso siempre alimenta también el alma. Yo sólo tengo miedo de pasarme con la ingesta alimentaria por si me ocurre alguna desgracia que me postra en la mesa de un quirófano o en una morgue. Imagino al personal médico y al forense impregnados con los restos del cruasán (o peor si ya han pasado unas horas). Bisturí. Incisión para abrir la carne y explosión de júbilo. ¡Pam! En toda la gafa. Menudo desastre. Ya que tienen que salvarte la vida o confirmarte la muerte, al menos no dar más molestias sobrevenidas.

Por eso me gusta salir de casa con un simple café con leche. Porque además, después de leche, nada eches. Tengo más miedo al corte de digestión por tomarme un zumo después del café con leche que por bañarme en el mar a los cinco minutos de endilgarme un bocata de tortilla de patata. La comida más importante del día se convierte así en un suplicio para los hipocondríacos. Porque luego está el tema de las calorías. ¿Cómo vas a meterte entre pecho y espalda un desayuno inglés si luego llega la hora de comer y no puedes decirle que no a un chuletón de kilo? El mundo anglosajón podrá enseñarnos muchas cosas, como organizar una buena ceremonia, pero ninguna que tenga que ver con los asuntos del buen yantar.

No deben pensar lo mismo en el pequeño Logroño del poder, donde últimamente florecen los desayunos como no están haciendo los perrochicos esta temporada. En poco más de una semana, cuatro citas a primera hora para “arrancar bien el día” con Gonzalo Capellán (candidato del PP en La Rioja), Antonio Garamendi (presidente de la CEOE), Pablo Hernández de Cos (gobernador del Banco de España) y Conrado Escobar (candidato del PP en Logroño). Dos en el restaurante Delicatto y dos en el Círculo Logroñés. Además del café, el zumo, el cruasán y la fruta, es necesario siempre un aroma a rancio para que nadie se sienta huérfano de caspa.

Las empresas de catering tienen que estar encantadas al darles, por fin, salida a esos cruasanes cuya textura nunca es apetecible. Es imposible comerte uno sin destrozar la corteza en billones de pedazos que quedarán esparcidos por el plato y el mantel. Si al hincarle el diente te pasas de fuerza y uno de esos trocitos sale disparado hacia tus acompañantes, puedes rebanarle el cuello a cualquiera de ellos. Sería un corte limpio. Perfecto. Como una bala perdida en Baltimore que entra por una ventana y alcanza a un niño que jugaba tranquilamente en su habitación. La corbata colombiana como daño colateral a asumir para que la gente vestida de traje coloque su visión del mundo.

Por suerte, los invitados a este tipo de citas conocen la “técnica del desayuno” a la perfección. Años de práctica. Son especialistas en vaciar el plato sin saber muy bien cuándo se ha vaciado (una vez el orador empieza a hablar sólo se escucha) y sin dejar heridos. Algo así como cuando te das cuenta de que el gesto para separar la cabeza del cuerpo del langostino se debe hacer hacia dentro y no hacia fuera. Luego lo automatizas y ya lo haces durante el resto de tu vida. Lo mismo pasa con los deportes (nadar, montar en bici…). O con jugar al mus, beber en bota y asar chuletillas al sarmiento. Son cosas que se interiorizan conforme el paso de los años te impone nuevos retos y que mejor se practican conforme a la latitud en la que hayas nacido. Por eso en La Rioja no tenemos chirigotas ni tablaos flamencos.

La “técnica del desayuno” también implica habilidades sociales previas y posteriores al acto en sí. Apretón de manos. ¿Qué tal todo? “Pues muy liao”. Palmada en el hombro. Hombre, qué vida. “Tenemos que quedar un día”. Dos besos. ¿Cómo estás? “Bien, bien, bien… bueno… bien, bien”. El desayuno es la parte menos importante del desayuno. Una excusa. Un trámite. Un peaje a pagar como cuando te invitan a una boda con el número de cuenta por delante. Sabes a lo que vas. Lo asumes. Sonríes y chocas todos los puños posibles porque lo importante es gozar. Y si eres capaz de beberte tu regalo (la cosa anda por los 200 euros) en copas de la barra libre, adelante. Hasta que el cuerpo aguante. Resaca de caballo hasta el miércoles de la semana siguiente y arrepentimiento. “No vuelvo”. Lo mismo en un desayuno que en una boda. Hasta el siguiente. Hasta la siguiente. La vida es eso que pasa entre acto social y acto social.

Subir