Gastronomía

Íkaro: ‘La idea coge la altura adecuada’

La humildad es un valor fundamental para Carolina e Iñaki, que abren restaurante en Quito

FOTO: Fernando Díaz

Iñaki presume de ojeras. Dice que las lleva en el ADN. No se queja, por tanto, de las muchas horas de trabajo. “Estoy feliz”. Y la felicidad es la clave del éxito. Iñaki Murua está en el viaje de su vida. Con la mejor compañera posible, Carolina Sánchez, que vino del otro lado del Atlántico para despegar juntos en un viaje gastronómico relevante.

Los dos llevan años construyeron sus alas. Las fueron ordenando durante sus años de formación con Berasategi o en el Celler de Can Roca, entre otros. Hasta que decidieron echar a volar. Al principio con miedo, con las dudas habituales, hasta que comprobaron la respuesta de los visitantes. Público y crítica observaron desde un primer momento que en la cocina del Ikaro pasaban cosas muy especiales.

Y así viene pasando durante el último lustro. En un viaje no exento de problemas. Por la pandemia. “Eso nos truncó el otro proyecto culinario que teníamos en mente para Logroño”, recuerda el chef de Laguardia, que pese a ese contratiempo importante sonríe porque tiene un anuncio: “Vamos a abrir un nuevo restaurante”. Una gran noticia… para los ecuatorianos. “Porque metemos muchas horas, pero ahora con un segundo restaurante te puedes imaginar. Y más cuando hay unas ocho horas de vuelo entre este restaurante y el que vamos a abrir en mayo en Quito”.

A Iñaki no le gusta en exceso eso de volar, pero a base de hacerlo ha adquirido un truco: inflarse a comer para caer rendido en el asiento del avión lo que le garantiza, asegura, “cuatro horas de siesta” antes de ponerse de nuevo a trabajar para no pensar en el vuelo. Las alas de Ikaro exigen coger la altura correcta. Hay evitar que la cera que une las alas se derrita por pasar demasiado cerca del sol.

Íkaro vuela, pero con los pies en el suelo. “Son cinco años en la casa madre”. Es así como define Carolina Sánchez a Íkaro en Logroño. Vuelve a su casa, de la que marchó muy joven para formarse en la cocina que se estaba haciendo en Europa. Acabó en España, conoció a Iñaki, y el resto de la historia la están escribiendo juntos. “Veía muy difícil abrir un restaurante en Ecuador. No por el hecho de hacerlo. Ya hemos abierto otros restaurantes y sabemos qué hicimos mal y qué debemos mejorar. Lo veía complicado por la distancia. No poder estar siempre en Ecuador nos generaba muchas dudas”. Que desaparecieron en el momento que Íkaro fue a Ecuador como pop-up o restaurante efímero. “Nos ha permitido hacer también un gran equipo allá y por eso hemos dado el paso definitivo”, apunta Carolina Sánchez.

Volar da miedo. Y más cuando te llamas Íkaro. El miedo es inherente a la condición humana, ayuda a no coger una altura inadecuada. “Claro que tuve miedo cuando salí de Ecuador”, Carolina no olvida aquel día. “Pero se supera por las ganas y la ilusión de perseguir tus sueños”, que reconoce haber superado ampliamente, “porque mi sueño era solo poder cocinar en restaurantes con Estrella Michelin, tener una era algo inimaginable”.

La inquietud de Carolina Sánchez, las ganas de conocer nuevas culturas… su cocina es su viaje por superar sus propios límites. “Carolina es una gran estrella en su país. Es una cocinera muy relevante y hemos creído oportuno que debemos aprovechar esta circunstancia para desde un restaurante en Quito comenzar una revisión a la cocina tradicional ecuatoriana”, remarca Iñaki, al que tampoco le es ajena esa sensación de miedo que provoca la duda de si se está volando demasiado cerca del sol.

Íkaro funciona en La Rioja. Es todo un éxito. Pero ahora le toca a Iñaki hacer el camino inverso al que hizo ya hace diez años Carolina. “Sí, sí que voy con un poco de miedo. Pero es cierto que durante todos estos años el tiempo nos ha dado unas herramientas que creo nos permite tomar decisiones con más confianza”. Pero no solo el tiempo. Iñaki se apoya en otra palabra: “La humildad. Los dos tenemos unos valores muy importantes. Aunque el principal es el de la humildad, que tiene que estar siempre presente”.

Quizás la mitología les ayude. Íkaro quiso volar demasiado alto. “Cuando uno va a abrir un restaurante tiene que tener ese punto de miedo, pero cuando la ilusión y las ganas son tan grandes el miedo se opaca bastante, y estamos convencidos de que la gente va a querer venir a nuestra nueva casa para que prueben lo que hacemos”. Íkaro coge velocidad de crucero de camino hacia Ecuador, y vuela, por lo visto, a la altura adecuada.

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