La Rioja

Sexo en la discapacidad: “He pagado más veces por sentirme querido que por follar”

“He pagado más veces por sentirme querido que por follar”

Una mente privilegiada en un cuerpo que va siempre unos kilómetros por detrás. Hablar con Julián es entender qué pasa por la cabeza de un hombre al que su cuerpo no le acompaña. Necesita ayuda incluso para echar el azucarillo al café que nos estamos tomando y sin embargo asegura sentirse en el mejor momento de su vida. Nada le para y aún tiene ganas de seguir comiéndose el mundo. “Ahora mismo no me cambiaría por nadie”.

Complicaciones en el parto llevaron a Julián a una discapacidad casi extrema. Dificultades para mover sus extremidades, dificultades para hablar, difucultades para comer… una dificultad tras otra que no tienen el valor de asomarse en el momento de razonar, comprender, estudiar. En definitiva: vivir en plenitud. No ha sido fácil su vida, pero se ha hecho con ella y la maneja desde el motor de su silla de ruedas. “Mientras esta tenga batería yo llego al fin del mundo”.

Un tipo listo que no rehúsa preguntas ni conversaciones. Ha trabajado duro, ha cotizado, practica deporte dentro de sus limitaciones, juega al ajedrez, tiene amigos con los que echarse una cerveza y, si no, se los busca. Su capacidad para socializar es infinita y ríe a carcajadas, consciente de que su humor cautiva a los que tiene enfrente. Listo hasta límites insospechados. “Sabía para lo que me ibas a llamar”.

El actor guipuzcoano Telmo Irureta sacó a la luz, en la última gala de los Goya, un tema que siempre ha sido tabú. No sólo en la sociedad, también muchas veces entre los colectivos de personas con discapacidad y entre las propias familias. “Las personas con discapacidad también existimos y también follamos”, dijo frente al público en Sevilla y ante las miles de personas que estaban al otro lado de la televisión.

Sacó a la luz un tema en el que la sociedad aún no ha llegado a un acuerdo. ¿Sexo de pago? ¿Asistentes sexuales? ¿Cómo compaginar su sexualidad cuando es imposible tenerla a través de uno mismo con el rechazo a pagar por sexo?

Julián sabe a la perfección que el tema es espinoso, pero no duda en contar su experiencia de vida. Luego, que cada uno valore. “El problema es que nos ven como a angelitos y somos personas como los demás, que tenemos las mismas necesidades, las mismas inquietudes, los mismos problemas”, asegura. El exceso de puritanismo, el miedo a que se les trate como a “unos salidos”, hace que pocas veces haya podido abrirse a tumba abierta sobre algo que es natural también en ellos: la sexualidad.

Y no habla de sexo, que también. Habla, sobre todo, de afectos. “No me interesa tanto el sexo, lo importante es lo otro: el sentirse querido, no como amigo o como familiar, sino como persona, lo que sientes tú cuando ves una película acurrucada con tu pareja en el sofá de tu casa”.

Ha pagado por sexo (“si no, ¿cómo?”). La primera vez lo hizo siendo un joven cuando un compañero del centro de Lardero lo acompañó a un prostíbulo. Para Julián el problema no radica en que personas como él utilicen la prostitución, sino en regularla de tal manera que sólo la ejerzan aquellas personas que realmente quieren hacerlo. “Nunca debería haber explotación, creo que se puede pagar por sexo sin que la haya”, pero es que, además, “si hay una persona que se gana la vida con el sexo de pago, ¿por qué otros sí y nosotros no?”.

No entiende la superioridad moral de algunos colectivos que han acribillado al actor por las redes sociales. “Posiblemente el sexo no es un derecho, pero sí que tenemos derecho a buscar alternativas siempre que haya consentimiento por parte de la otra persona”.

Ahí nace la figura del asistente sexual. “Hay países en que está regulado por ley”. En otros, como España, es simplemente alegal. “Como parece que no existe, ni siquiera se regula”. Esta figura consiste en prestar apoyo para poder acceder sexualmente al propio cuerpo o al de una pareja. La persona asistente no es alguien con quien tener sexo, sino alguien que te apoya para tener sexo con uno mismo o con otras personas. “Podemos contratar a alguien para que nos limpie el culo, pero no para esto. Conozco a compañeros a los que han tenido que masturbar sus madres porque ellos ni siquiera pueden hacerlo, eso sí que es una humillación para ellos y para sus familias: ¿Es tan difícil de entender?”.

El tema ha sido tabú desde siempre y sigue siéndolo. “Hay veces que tengo la sensación de que a una parte de la sociedad incluso le molesta que tengamos relaciones sexuales entre nosotros. Es muy hipócrita”. Incluso en las mismas asociaciones de discapacitados. “La única relación que he tenido que no ha sido de pago fue en un campamento de personas con discapacidad, nos pillaron dándonos unos besos y se lió una importante”, recuerda Julián. “Disgusto de las familias, disgusto de la otra persona, los monitores escandalizados… es que así es imposible”.

Las cosas han cambiado mucho para Julián. “Con este cuerpo no me ha quedado mucha más opción”, pero también recalca que “he pagado muchas más veces por reírme con alguien, por hablar, por sentirme querido, por que me acariciasen la cabeza, por que me hiciesen cosquillas, aunque supiese que me estaban mintiendo, que por follar. Llevo 47 años en este cuerpo que no le atrae a nadie, pero me gusta sentirme querido no sólo por mi familia y mis amigos”.

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