CARTA AL DIRECTOR

El embalse de Enciso, ¿agua gratis para todos?

La presa de Enciso es una presa mal diseñada, peor construida, y que implica riesgos fuera de lo admisible para las poblaciones ubicadas aguas abajo de la misma, especialmente Arnedillo. Su construcción implicó la destrucción de un pueblo entero (Las Ruedas de Enciso) con un patrimonio histórico y arquitectónico de gran interés.

La obra está sobredimensionada en su intento de recoger casi la total aportación anual del río. Esto ha influido negativamente en el nivel de riesgo que produce y en los problemas constructivos que son de sobre conocidos. Los problemas geotécnicos en la carretera y en el vaso fueron la tónica dominante durante su construcción y lo más previsible es que no paren de aumentar durante las fases de llenado y vaciado.

La presa de Enciso, así como la de Terroba, no es pues una excepción en el marco de las chapuzas hidráulicas realizadas en la Cuenca del Ebro. Baste recordar los casos (fallidos) del embalse de Los Fayos (río Queiles), el incierto futuro del embalse de Mularroya (bajo Jalón), los problemas geotécnicos del embalse de Itoiz (Irati), o el problema irresoluble de las laderas del embalse de Yesa (en el río Aragón).

Pues bien, una vez cumplido el desaguisado ambiental, y gastados más de 100 millones de euros en su construcción (el equivalente a que cada habitante de la cuenca del Cidacos haya tenido que aportar la no despreciable cantidad 2000 euros) se trata de buscarle “alguna utilidad” al embalse de Enciso porque en caso contrario quedaría demasiado en evidencia un gasto inútil, una obra sobredimensionada y riesgos graves (deslizamientos y sismicidad) e innecesarios para la poblacion.

Y este posible uso ha llegado en forma de explotación como reservorio de agua potable (previa instalación de tuberías por valor de otros 70 millones de euros) para los pueblos del bajo y medio Cidacos. El resultado más probable será que la financiación de la obra, y el mantenimiento del embalse de Enciso, que se prevé muy problemático, vistos los antecedentes, correrá a cargo de los supuestos “beneficiarios”. Cabe decir que esta no es la primera vez que se aplica este tipo de financiación de las obras en la Cuenca del Ebro, tanto por parte de usuarios urbanos como de regantes, estén o no de acuerdo con la obra y su gestión.

Ofrecer a futuro agua de un embalse cuya calidad es desconocida, y teniendo en cuenta los antecedentes existentes sobre la química del vaso, con un contenido en sulfuros muy elevado, es cuando menos arriesgado. El tiempo de residencia, la temperatura del fondo y la evolución de los distintos elementos del vaso (orgánicos e inorgánicos) todavía son incógnitas y dependen de otras variables, incluidas los usos del suelo aguas arriba de la presa (pongamos como ejemplo la eutrofización del embalse de Los Fayos).

Comprometer la financiación de las obras de abastecimiento a partir del agua embalsada y ofrecerlo como panacea de agua potable para localidades cuyas problemáticas son muy diferentes (entre otras se plantea elevar el agua, suponemos que por bombeo hasta poblaciones como Bergasillas). Si el objetivo que se plantea es luchar contra el cambio climático esto no es precisamente una solución.

La Rioja es una tierra singular en cuanto a geología, clima y paisaje, y las soluciones para los problemas de cada pueblo (en este caso de abastecimiento de agua) así como las contribuciones que cada uno puede hacer para paliar la emergencia del cambio climático son muy particulares y han de ser estudiadas con detalle.

Es mejor gastar más en estudios, eso sí, independientes (ejemplos claros son los embalses de Enciso y Terroba) y adoptar soluciones adecuadas a cada problema que abarcar grandes y costosas obras que dependen a su vez de una infraestructura muy comprometida. Si de lo que se trata es de gastar 70 millones de euros, se nos ocurren algunas cosas de bastante mayor utilidad.

En la Rioja Baja tenemos un patrimonio arquitectónico que se cae a pedazos, un patrimonio arqueológico que se está desenterrando con cuentagotas por falta de presupuestos, o cuya puesta en valor sigue en punto muerto, un paisaje degradado por las políticas forestales tardofranquistas y que hay que esforzarse en recuperar.

Paisaje que cada vez más deteriorado por los efectos de la ganadería extensiva del vacuno y de los trabajos supuestamente de restauración de unas Consejería que entiende lo del Medio Ambiente como desbroce, apertura de pistas y movimiento de tierras. Todo ello requiere capital humano, políticas inteligentes y más imaginación que hormigón.

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