La Rioja

La escuela de Cornago se aferra a una futura guardería para sobrevivir

Los dos únicos escolares que componen el colegio de Cornago en el presente curso

Los retos de la escuela rural van ‘in crescendo’ conforme la sociedad evoluciona y el éxodo hacia los núcleos de población de mayor tamaño se hace más habitual en busca de más oportunidades, principalmente, laborales. La escuela rural en La Rioja, con nueve Colegios Rurales Agrupados y 1.517 matrículas en el presente curso 2022-23, sigue resistiendo contra viento y marea para evitar su declive y se aferra a cualquier oportunidad que le permita mantenerse en pie.

Entre los colegios que más esfuerzo han de hacer por sobrevivir está el de Cornago, perteneciente al CRA Valle del Linares con 95 alumnos matriculados entre los cuatro centros. Un caso excepcional porque, contra el mínimo de tres alumnos que fija la ley para mantener abierto un centro, esta escuela cuenta solo con dos escolares cursando actualmente quinto de Primaria. Y el motivo por el que el Ejecutivo riojano no ha cerrado sus puertas antes es la apertura de una guardería en los próximos meses que estrenarán tres menores y que podrá revertir esta situación extrema y dar más vida a las instalaciones del centro.

Guillermo Vidan es el tutor “privilegiado” de estos dos niños que también ejerce como especialista en inglés, pero la escuela rural no le pilla de nuevas tras pasar por las aulas de Villoslada de Cameros, Cuzcurrita de Río Tirón y Alcanadre. “Aunque nunca con dos alumnos nada más”, ríe. “Esto es maravilloso y el tener a tan pocos escolares a tu cargo agiliza mucho más la tarea que si tienes veinte. Aquí no existen las filas ni se pierde tanto tiempo. Por no hablar de la magnífica coordinación que existe con las familias”. Pero también está la pega de esos más de 70 kilómetros que recorre cada mañana para llegar a Cornago.

Los dos únicos escolares que componen el colegio de Cornago en el presente curso.

Vidan tantea la posibilidad de que para el próximo curso incluso haya algún alumno más por la llegada de nuevas familias. “Ya sabes, lo que se rumorea por el pueblo, pero se confía en la llegada de población inmigrante con niños pequeños que podría mejorar el panorama del centro”. Y es que es el trabajo de las familias el que condiciona que progresen o no este tipo de escuelas rurales.

Con poco más de 300 vecinos, Cornago hace años que ve cómo los pupitres se van quedando cada vez más vacíos. “Hace años que el colegio no tiene más de diez alumnos, pero al menos se mantiene abierto y eso es una maravilla para las familias que siguen apostando por las zonas rurales como lugar de residencia”, incide el docente, quien reconoce al mismo tiempo que el miedo a un posible cierre acompaña a las familias cada nueva temporada. Pero se muestra a la vez optimista ante el futuro de la escuela rural en La Rioja: “Sin contar con el colegio de Cornago que tiene menos alumnos, en el resto de centros la cifra se va manteniendo más o menos estable”.

Cinco estudiantes más uno en camino

Más mermada está la población en Grávalos con sus 178 habitantes a fecha de enero de 2022, pero el escenario en su escuela es ligeramente más optimista que el de Cornago. Con cinco escolares y una futura alumna más por llegar la próxima semana desde Nicaragua, el colegio del municipio que también pertenece al CRA Linares se consolida y asegura su mantenimiento año tras año con un aula unitaria. Beatriz Blanco es la responsable este año de tutorizar a este grupo de estudiantes, estrenándose así en el programa de la escuela rural.

“Hasta ahora solo había estado en centros de Logroño, con una veintena de niños en clase, así que imagínate el cambio. Es que no tiene nada que ver un sitio con otro. Aquí estoy aprendiendo otras metodologías, otro tipo de organización, porque aquí te encuentras diferentes etapas en un mismo aula y hay que saber jugar con los tiempos. Y creo que es muy beneficioso para el docente probar la experiencia de estar en una escuela rural así para ampliar sus conocimientos y conocer nuevas estrategias lectivas”, resalta la maestra.

Varios escolares en el aula unitaria del colegio de Grávalos.

Pero para disfrutar de esta “experiencia”, antes ha de haber familias implicadas y motivadas para vivir en un entorno rural. Y para que eso suceda, debe haber oportunidades laborales. “Todos mis alumnos viven en Grávalos y eso es gracias a que sus padres trabajan aquí, en el campo o en los alrededores, porque si trabajasen en otro núcleo urbano más poblado acabarían marchándose por una mayor comodidad”, asegura Blanco.

Por el momento, Grávalos garantiza la continuidad de su escuela durante unos cursos más. Hay un par de escolares pendientes de una posible salida por traslado a otro municipio, mientras que hay dos niñas pequeñas hermanas de dos alumnos del colegio que podrían matricularse también. “El futuro no deja de ser incierto y aquí vamos año a año, pero también es verdad que muchos padres están ilusionados de que sus hijos vayan al mismo colegio que un día fue suyo. Son conscientes de la incertidumbre que existe cuando se piensa en el próximo curso porque es la tónica general desde hace años, pero para ellos tener el colegio abierto en su pueblo es un privilegio”.

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