El Rioja

Garnachas viejas a remolque entre Navarra y Rioja

Josu Amatria impulsa desde Ayegui su proyecto de recuperación de la variedad

Josu Amatria, en la viña de Baños de Río Tobía propiedad de Fernando Martínez de Toda. | Foto: Leire Díez

“Siempre he tenido claro que mi proyecto tenía que honrar la tierra de la que provengo y eso solo se podía cumplir alzando la garnacha a lo más alto, volviendo al origen de Tierra Estrella, mi tierra”. Con esa premisa hizo realidad Josu Amatria (32 años, Ayegui) su sueño en 2021, culminando lo que ya venía forjando tiempo atrás desde los primero pinitos en el mundo del vino entre amigos y tras su paso por varias bodegas, fuera y dentro de las fronteras nacionales. Buscar y rebuscar, preguntar, tocar muchas puertas y, al fin, encontrar. Partió con tres pequeñas viñas de cepas viejas y un año después ya aglutina once, que juntas suman apenas tres hectáreas. Marginadas por unos, deseadas por otros. Así ha formado Amatria Vinos y Viñedos.

Ni familia viticultora ni siquiera viñas heredadas. Todo se lo ha construido a base de ambición e ilusión, aunque el hecho de sus padres tengan un restaurante en Pamplona ha ayudado bastante para construir esa pasión. Unas fincas compradas; otras, arrendadas, pero todas ya bajo la atenta mirada de Josu, quien no pierde detalle de sus pequeñas y mimadas ‘niñas’. Tras su última vendimia en 2019 en la bodega del Monasterio de la Oliva (Carcastillo), donde todavía los monjes allí presentes se encargan de la elaboración y comercialización del vino, y después de una etapa también en una bodega de su municipio (donde todavía elabora), Josu dio el paso de caminar por su cuenta. Apostó por formarse más para encaminar su vida hacia otros derroteros vitivinícolas, embriagándose poco a poco de los diferentes aromas que iba encontrando por el camino. Y aquella senda de sensaciones le llevaron hasta Rioja.

Josu Amatria, en la viña de Baños de Río Tobía propiedad de Fernando Martínez de Toda. | Foto: Leire Díez

Su paso por las aulas de Enología de la Universidad de La Rioja le facilitaron una visita a las entrañas donde el doctor en Viticultura y Enología Juan Carlos Sancha elabora sus vinos en Baños de Río Tobía. “Yo le expuse mis inquietudes y los proyectos que tenía en mente y él me dio su punto de vista más sincero. Y es que en Rioja iba a ser más viable impulsar un pequeño proyecto como el mío que en Navarra. Primero, porque allá se desprestigió tanto la garnacha arrancándola para plantar lo que llamaban variedades mejorantes como merlot, cabernet o syrah, y también por ese paraguas que te otorga ir de la mano de la DOCa. Así que me ofreció elaborar un vino con uva de su zona y acepté”, relata.

Una viña, concretamente, propiedad del catedrático Fernando Martínez de Toda que ya supera el siglo de edad y que Sancha cultiva. La garnacha gana por mayoría, aunque también hay alguna que otra cepa de blanco en este viñedo plantado al vaso con un marco de plantación al cuadro que, cuando la DO se mecanizó, se arrancó un renque para poder introducir el tractor. Grandes brazos de madera entrelazados y raíces al descubierto debido a la erosión provocada por la pendiente en una viña empapada de herbicida durante 40 años, pero que ya goza de una certificación en ecológico. Esto es Finca Valdeponzos, a más de 600 metros de altura y en pleno Alto Najerilla.

Finca Valdeponzos, en Baños de Río Tobía, propiedad de Fernando Martínez de Toda. | Foto: Leire Díez

“El hecho de que sea viña vieja es bueno, pero si no está en un buen sitio no vale para nada. Aquí los suelos arcillocalcáreos le dan el plus a las cepas viejas para dar un resultado extraordinario. A nada que hagas las cosas medianamente bien, puede salir un buen vino”, asegura el joven, quien agradece las enseñanzas de Sancha, que se ha convertido para él en “un padrino, un asesor y también en un amigo”. De este viñedo Josu se lleva en torno al 20 por ciento de la producción procedente de la parte más somera para elaborar su tinto: cuatro barricas de las que apenas saca unas 2.000 botellas. Este año su Temblón verá por fin la luz. Su primera añada, la de 2021. “Estoy de los nervios”, susurra. El nombre del vino también tiene su aquel: “Temblón es una especie de álamo o chopo que se cría en esta zona y casualidad que justo una hoja de este árbol va grabada en el escudo de Amatria. Además, en su día esta tierra fue Reino de Navarra con Nájera como capital y hubo un rey, García Sánchez II, que le denominaron ‘el Temblón’. Así que ya teníamos el nombre perfecto para el vino”.

Aunque la viña no pueda trabajarla como a él le gustaría, acude varias veces al año (incluido en vendimias, que este año tocó un 28 de septiembre) a Baños de Río Tobía para estudiar su avance. Para la elaboración, sigue los métodos de Sancha, aunque dándole su toque personal. “Uso también las barricas autofermentables que él emplea, pero tampoco busco copiar su modelo. Al final sus vinos tienen una mayor estructura y potencia, mientras que yo opto por un estilo más ligero, con notas más a fruta roja y no tan negra, de ahí que use barricas de cuarto o quinto uso”. Un perfil que también refleja en sus garnachas de Navarra repartidas por Artazu, Mañeru y Ayegui, aunque aquí también use depósitos de acero inoxidable en la fermentación, las cuales verán la luz también a finales de este año. Juntas las dos botellas en un estuche como una perfecta carta de presentación del joven Josu Amatria.

Josu Amatria muestra sus vinos Temblón 2021 (izquierda) y 2022 (derecha). | Foto: Leire Díez

Por si fuera poco, la ambición de este joven no se queda en la viña de Valdeponzos. Rioja y sus paisaje lo cautivaron desde el principio y tiene más sed de viña vieja y, sobre todo, de garnacha vieja nacida en tierras de esta denominación. Apunta su mirada hacia la Sonsierra navarra, concretamente a la localidad de Aras. Allí, el que ya está a las puertas de convertirse en su segundo padrino en Rioja, Pedro Luis, le ha habado de unas parcelas de la variedad insignia de Amatria que podrán dejarle avanzar en su sueño de enólogo. “Lo bueno de esta zona es que supone cerrar un anillo porque es Tierra Estella a la vez que es Rioja y aquí podría cultivar yo las viñas”. Las piezas de un puzzle que van encajando a la perfección.

“Las cosas claras. Ir bajo el sello de Rioja ayuda mucho y más para alguien que empieza desde cero, con un nuevo nombre, una nueva figura. Mientras estás estudiando, todo este mundo es maravilloso y lleno de pasión. Visitas proyectos, conoces gente… Pero una vez intentas incorporarte al mercado laboral, todo son codazos de la gran competencia que existe. Ahí ya te estás jugando otra cosa. Y en los últimos años aún se ha agudizado más la situación porque, si antes había pocos proyectos pero produciendo un gran volumen de botellas, ahora son muchos proyectos de menor tamaño. Y Roja, junto con Ribera del Duero, son los grandes focos donde se ha impulsado esto. Yo no he dejado de lado mis orígenes, que están en Navarra y que son la columna vertebral de Amatria Vinos y Viñedos. Pero Rioja es como mi tierra de adopción porque soy consciente de que comercializar un vino bajo la DOCa Rioja, que es número 1, tiene su valor en el mercado”, apunta el joven.

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