El Rioja

Una trotamundos con pasaporte de Rioja

De Hong Kong a Rioja movida por el amor (al vino)

El pasaporte de Jade Gross lleva tantos sellos como los de una azafata. Es más, va por su segundo documento (y ríe mientras lo cuenta) porque el primer pasaporte ya tiene aforo completo. Pierde apenas cinco segundos en refrescar su memoria y vuelve a sorprender: ha recorrido más de 90 países en sus 34 años de vida. Sus orígenes siguen estando en Hong Kong, donde sus padres todavía residen, y muy segura de sí misma afirma que si tiene que elegir un lugar al que pertenece, esa es la ciudad china, de donde desciende su madre. Pero lo curioso es que con tantas culturas conocidas haya sido la de Rioja la que haya captado su atención eligiendo esta región, y San Vicente de la Sonsierra en concreto, como su nuevo hábitat.

De Asia a Nueva York para estudiar Políticas y hacer prácticas en Naciones Unidas (con un año de por medio en Florencia para aprender italiano) y seguido coger un avión a Londres para continuar con su formación. Desde entonces, carga en su mochila de trotamundos cinco idiomas (con un perfecto nivel de comprensión en todos ellos). La escuela de cocina de París fue su cuarto lugar de residencia y allí se impregnó al cien por cien de la gastronomía francesa y, por supuesto, de una carta de vinos ‘made in France’. “Allí es muy raro ver referencias de otro países, aunque creo que poco a poco están cambiando las costumbres”, valora. Recuerda que tomó todas las regiones vitivinícolas de Francia como auténticos referentes sin ver más allá de sus fronteras. Pero en uno más de sus viajes, de nuevo, sus juicios cambiaron.

Jade Gross, en San Vicente de la Sonsierra. | Foto: Leire Díez

Fue en Mugaritz, su quinto destino en la lista de los viajes sin un móvil turístico, donde Jade abrió su mente a la versatilidad y la creatividad desde todas las ópticas posibles gracias al chef donostiarra Andoni Luis Aduriz. “Me enamoró la filosofía con la que allí se trabaja porque realmente en París tuve la experiencia inversa, conviviendo siempre con esas jerarquías en los tratamientos hacia unos trabajadores y otros, lo que hacía también más complicado el trabajo. Sentía que allí no encontraba mi lugar, por eso decidí cambiar de país, para comprobar si todas las cocinas funcionaban de esa forma, y Mugaritz supuso la revelación. Aquí confiaron en mí a pesar de ser una becaria. Aquí eres parte del equipo”.

Siete años bajo ese delantal le permitieron, además de convertirse en Jefa de Cocina con solo 26 años (aunque siempre pensó que iba tarde en cuanto a edad en el mundo de los fogones), descorchar lo que a poco más de cien kilómetros al sur se amasaba con esmero y afán. Ahora, sin embargo, sabe que estuvo en el lugar adecuado justo en el momento correcto. “En San Sebastián se bebe mucho Rioja y solo quería conocer las bodegas y los viñedos de esta tierra. Así que me dediqué a ello en mis ratos libres. Fue así como conocí en 2014 a Abel Mendoza y Maite Fernández, con quienes empecé a hacer algunas vendimias y, poco a poco, fui enamorándome de todo esto. Hay mucho potencial en esta denominación y creo que aún no se ha sacado del todo a la luz. Rioja es un territorio de sobra conocido en el mundo del vino, pero ahora mismo se está creando una especie de sinergias entre pequeños viticultores elaboradores donde hay una confianza enorme que te hace ser parte de algo. Creo que es justo eso lo que me atrajo de esta tierra y su gente y que me animó a formar parte de ella”.

Vino de Jade Gross, en un viñedo de San Vicente de la Sonsierra. | Foto: Leire Díez

Pasar de la ciudad de los rascacielos a la tierra del vino donde el campo abunda más que el hormigón no le ha hecho cambiar de percepción. Sigue considerándose un “grano de arena”, aunque también con grandes ambiciones. “Y quiero seguir siendo un grano de arena en Rioja”, remarca. Se muestra sincera al asegurar que su papel en esta región es “rendir homenaje a un pueblo y a esa gente que me ha acogido, porque todavía no siento que pertenezca a esta tierra y no sé cuándo ocurrirá eso”. Así que avanza ‘piano, piano’, que significa ‘despacio’ en italiano. Y es que Jade avanza lentamente entre cepas y fermentaciones, analizando y estudiando desde la prueba y el error. Por eso su vino se llama así (‘Piano, piano’) y busca reflejar la filosofía con la que entiende su pequeño proyecto personal: “Sigo experimentado, como hacía en cocina, hasta encontrar el estilo que mejor me defina y las uvas con las que quiera trabajar, seleccionando las mejores cepas (como refleja la etiqueta de sus botellas), por eso cada año mis vinos son diferentes”.

La modestia la acompaña en cada reflexión que lanza desde La Liende, una viña de tempranillo tinto que está vendimiando junto a Luis Javier, su propietario, y otro trabajador en San Vicente de la Sonsierra. En pleno territorio ‘vigneron’, donde ese espíritu de ensalzar la tierra desde las pequeñas parcelas se lleva en la sangre. Una viña de apenas media hectárea, rodeada de olivos y separada del municipio por el río Ebro desde la que se atisba el castillo y la iglesia de Santa María la Mayor, luciendo lustroso desde lo alto del cerro.

Luis Javier, durante la vendimia en San Vicente de la Sonsierra. | Foto: Leire Díez

Jade tiene una hectárea de viura en propiedad en Labastida, variedad que también compra a viticultores de San Vicente como Luis Javier, además de las garnachas y tempranillo blanco en Cordovín. Así que se reparte entre Rioja Alta y Rioja Alavesa en esta cuarta vendimia que hace en Rioja (su primera añada fue la de 2019) y que este año ha venido más corta de lo que es habitual, unificándose así los tiempos en las diferentes zonas. Calcula que esta vez concluirá las labores en una semana, aproximadamente.

No está entre sus planes abarcar grandes volúmenes de botellas, pero desde su primera cosecha ha sumado filas al botellero. Desde las primeras 880 botellas en 2019, pasando por 2.300 al año siguiente, 3.500 en 2021 y, para esta añada espera llegar a las 5000. ¿Jade Gross tiene un tope máximo de botellas al que le gustaría llegar próximamente? “Yo sería feliz si puedo alcanzar las 20.000 en unos años”. Sin prisa, pero sin pausa.

Parece que, después de tanto vuelo y colas para facturar ha llegado el momento de que Jade se asiente. Ahora solo tiene un deseo: centrarse en el mundo del vino y dedicarse a ello al cien por cien. Así que espera quedarse más tiempo en Rioja (“¡si me dejan!”), a la que considera una buen base en la que ya se ha hecho un hueco. “Pero los viajes siempre seguirán presentes en mi vida, sobre todo ahora que quiero conocer más regiones vitivinícolas, que la única que conozco hasta ahora es Rioja”, ríe.

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