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Las fiestas de San Mateo huelen que alimentan… de nuevo

El verdadero amante de las fiestas de San Mateo podría guiarse con los ojos vendados a través de una ciudad en la que la gastronomía marca el pulso de los siete días de jolgorio en Logroño. A nuestra nariz de oro matea se la podría soltar en el Parque del Carmen, que no tendría problema alguno en llegar a golpe de olfato hasta la calle Gonzalo de Berceo.

Allí cada año (con permiso de la pandemia) los mejores mandiles riojanos se baten en duelo para elaborar la mejor de las calderetas en el tradicional concurso que convierte la vía en objeto de tentación para los paladares más exquisitos.

A las diez de la mañana comienza el zafarrancho. Distribución de puestos y los jefes de cada grupo organizando el más mínimo detalle: tú a pelar patatas, tú a cortar cebollas, tú a vigilar que el fuego esté siempre a punto… Cada maestrillo tiene su librillo. «Una buena paletilla de cordero, unas verduras pochadas y poco más. Aquí el ingrediente clave es el cariño que le pones y lo bien que te lo pasas», asegura José Mari con el delantal puesto.

A pesar de su carácter competitivo (hay premios para el mejor guiso y para los platos mejor decorados), la cita no es sino una excusa más para reencontrarse con la cuadrilla y pasar una mañana de fraternidad en torno a la mesa. Chuchi lleva una década reuniéndose en torno al fuego y asegura que lo importante para sacar un buen plato es tener un buen género y, sobre todo, buena carne: «Así sale todo bueno, pero también hay algún ingrediente secreto que no voy a desvelar». 

Y como el espíritu fiestero se basa en compartir, los participantes ofrecen degustaciones de sus creaciones a todo aquel que pase por Gonzalo de Berceo hasta las cinco de la tarde.

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