El Rioja

Un rey sin reino

Una charla en la viña con Fernando Ezquerro. | Foto: Leire Díez

Fernando Ezquerro ha hecho un parón en su agenda y ha abandonado a la cuadrilla en el vermú del pueblo para escaparse a mostrar uno de sus tempranillos al vaso. Eso sí, sin soltarse el pañuelo de fiestas de Autol del cuello que aguantará durante los próximos días y que le queda como perfecto atuendo. Allí, a las faldas del monte Yerga y tras ser entrevistado por el ‘Wall Street Journal’ (“no te lo pierdas”) como presidente de la Sectorial de Vino de Cooperativas, atiende ahora a NueveCuatroUno, esta vez, como presidente de la Bodega Cooperativa Marqués de Reinosa.

En 65 años de historia se ha ganado más de 200 socios, 1.050 hectáreas de viñedo, millón y medio de botellas y unos cuantos premios y reconocimientos por el buen hacer desde este enclave de La Rioja Baja. Tempranillos, garnachas, maturanas, mazuelos y ahora hasta se atreven con el graciano. Aquí todo es bienvenido, y bien catado. “Siempre dice la gente que por qué sale tan bueno el tempranillo blanco en Autol. Pues es que lo tenemos casi todo en estas laderas del monte donde de verdad pega el cierzo. Aquí contamos con viñas a más de 600 metros de altura”, recuerda. Y es que este pueblo de tradición champiñonera es también cabecera del buen vino de Rioja.

Ni ese tempranillo por el que camina ni la viña vieja de garnacha que está pocos metros más allá hacia el pueblo se han vendimiado aún, pero es probar un grano y se llena la boca de sensaciones. De ambas fincas sacan algunos de los vinos especiales de la bodega como los reserva. “Estamos en una zona de suelos pobres de Autol y este año, que ha sido especialmente caluroso, tendremos que vigilar más la acidez, pero se esperan muy buenos resultados”, confía Ezquerro, fijando la vista en el mes escaso de campaña que le queda por delante (calculan que la bodega cerrará puertas el 30 de septiembre). “Y aquí todo se coge a mano, eh, que tengo una cuadrilla muy buena desde hace tiempo con la que estoy bien contento”.

Una charla en la viña con Fernando Ezquerro. | Foto: Leire Díez

Este catón es también el carretero del pueblo, el apodo por el que muchos le conocen, pero si tiene que ponerse una etiqueta se queda con la de agricultor, que es lo que siempre ha sido. Aunque desde 2003 tenga que hacer un Tetris para sacar tiempo para dirigir la cooperativa y, desde hace poco más de un año, también el Consejo Regulador de la DOCa Rioja. “Aquí soy, se podría decir, como un rey pero sin reino”, afirma ya rodeado por las cuatro paredes de la cooperativa que tienen capacidad para nueve millones de litros, aunque vinifican siete (también venden vino criado).

Una cooperativa del año 2000 (la imposibilidad de ampliar instalaciones en la antigua bodega, fundada en 1956 en el centro del pueblo, propiciarion la nueva construcción) que nada tiene que ver a la percepción social de una cooperativa de pueblo al uso porque aquí la modernidad inunda cada pasillo y cada estancia. Por un lado, una perfecta cadena de producción innovadora mantiene mecanizado todo el proceso desde el secado de botellas, pasando después por el embotellado, el encapsulado, la etiquetadora, la empaquetadora y hasta un robot (“que me encanta verlo trabajar”) que se encarga de amontonar las cajas en los palés. El recorrido continúa y la vista se pierde en una nave iluminada con una tenue luz donde descansan los reservas y grandes reservas en alrededor de 6.000 barricas apiladas.

Otra gran puerta se abre y decenas de botellas empaquetadas con sus mil y una etiquetas diferentes esperan su turno para embarcarse a algún país a miles de kilómetros de distancia. “El mercado que mejor manejamos es el británico, donde triunfan nuestros reservas. En Reino Unido estamos muy bien porque lo que más funciona es la restauración y las tiendas, no tanto así el canal de alimentación. Además, aquí tenemos un muy buen distribuidor y todos los meses enviamos pedido, por no mencionar que el Bréxit no nos ha influido para nada. Es más, lo que nos afectó durante el año pasado en mayor medida fue ese turismo británico que llegaba a los hoteles españoles y que desapareció”, señala Ezquerro mientras cata esa garnacha blanca “que tan buena está” con vistas a su sala de barricas.

Instalaciones de la Bodega Cooperativa Marqués de Reinosa en Autol. | Foto: Leire Díez

Una auténtica cooperativa que funciona como una auténtica bodega. Y vuelve a incidir en el tema de conversación que mantiene inquietos a muchos en la denominación: “Que esto no va de una guerra entre grandes y pequeños. Que nosotros, con nuestro millón y medio de botellas al año, también somos una bodega familiar”. Y también con una trayectoria centenaria en torno al mundo del vino, porque bien lustroso cuelga en una de las paredes de la cooperativa el retrato de Joaquín Garralda Oñate, el que fuera conde de Autol y Marqués de Reinosa.

“Era un naviero que vendía vino a Cuba y México allá por el 1800. Logramos dar con uno de sus descendientes y le pedimos la marca, a lo que accedió encantado. Solo nos pidió que al menos hiciéramos buen vino”, recuerda Ezquerro entre risas. Qué menos. Y así fue. Buen vino y buena familia de viticultores. Suyo es también el mérito de crear en Autol (donde la calle principal lleva su nombre) una de las primeras bodegas en España que se lanzaron a exportar sus vinos más allá de las fronteras del país. Este marino, descendiente de Autol por parte materna, ejerció una importante labor en el sector del vino en el municipio riojabajeño, adoptando las técnicas de elaboración francesas y siendo un adelantado a su tiempo.

Además, ejerció como senador liberal por la provincia de Logroño entre 1893 y 1904, época en la que promovió la ley que perseguía la adulteración de los vinos. Un auténtico personaje comprometido con el buen hacer tanto en el campo como en la bodega que favoreció a su vez su participación en la Exposición Universal Internacional de París de 1900 junto a otros productos y vinos riojanos.

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