La Rioja

Logroño brinda una emotiva despedida a sus últimos cuatro jesuitas

De todos los trances vitales, ninguno es tan difícil como el de la despedida. Decir adiós es siempre complejo, pero lo es aun más cuando supone cerrar las tapas de una historia que ha acompañado a Logroño en los últimos cinco siglos.

Los últimos cuatro jesuitas de la capital riojana han participado este domingo en una Eucaristía presidida por el obispo de la Diócesis, que representa el último acto oficial de la orden, que llegó a Logroño allá por el siglo XVI y cierra un capítulo forzada por la falta de vocaciones.

Los últimos cuatro sacerdotes que residían en la comunidad logroñesa han asistido, por tanto, a un último adiós antes de partir hacia sus nuevos destinos, si bien la continuidad del colegio y la parroquia está garantizada en Logroño.

La presencia de los jesuitas en La Rioja se remonta a 1559, cuando fundaron un colegio en Logroño, que permaneció en funcionamiento hasta 1767 (cuando Carlos III ordenó su expulsión del país) y, después, volvieron a la ciudad a finales del siglo XIX.

Por entonces, se instalaron en la calle Rodríguez Paterna, atendieron el culto de la Iglesia de San Bartolomé y, al poco tiempo, unas aulas de niños, una enseñanza privada pero gratuita. El origen del centro Sagrado Corazón está vinculado a la labor realizada por los jesuitas de la residencia de calle Rodríguez Paterna.

En 1946 crearon, mediante el Patronato San Bernabé, unas aulas de primera enseñanza para niños y niñas de ese barrio «deprimido», pero, en los primeros años 50 del siglo pasado pensaron ensanchar su servicio a la ciudad con la apertura de un colegio de bachillerato y una escuela de formación profesional.

 

Para ello, ayudados por familias amigas de la ciudad, gestionaron permisos, hallaron financiación y adquirieron terrenos en lo que entonces eran las afueras de la ciudad, pero por donde se preveía su ensanche. En el curso 1957-1958, el centro, denominado Sagrado Corazón por expreso deseo de la principal bienhechora, inició su andadura provisional en un chalé situado en el lado sur de la que ahora es la Gran Vía, con un total de 92 alumnos de ingreso, primero de Bachiller y preparatorias.

Las nuevas instalaciones en la calle Huesca, donde está actualmente el edificio de Infantil y Primaria del colegio, se estrenaron en el curso 1961-1962; mientras que en el de 1965-1966 se puso en marcha el edificio de talleres de Formación Profesional. Para poder acoger en las aulas a alumnos de los pueblos riojanos, en 1965 se construyó un colegio menor (internado) en la zona sur de la finca. Esas instalaciones se quedaron pequeñas ante el aumento de alumnos y se construyeron nuevos edificios.

Además, en 1983, en terrenos del colegio, aunque con acceso independiente desde la calle Huesca, se inauguró una iglesia con las instalaciones de salas y despachos necesarias para la que se llamaría Parroquia San Ignacio.

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