El Rioja

“La revolución por el terruño debe ser unificada, no solo de unos pocos”

Bárbara Sebastián, ingeniera agrónoma de Viticultura Viva

Se dice aquello de «mirar atrás, ni para coger impulso», pero ese mantra no se puede aplicar a todo en esta vida. Bien lo sabe Bárbara Sebastián al pasear por viñedos plantados hace más de 35 años, «porque después ya llegaron las nuevas plantaciones, grandes viñas en espaldera, aparecieron las selecciones clonales…”. Aún recuerda cuando acabó la carrera de Ingeniería Agrónoma en Madrid a comienzos de este siglo y aterrizó en una bodega de La Mancha donde le encomendaron plantar 700 hectáreas de viña. Ahora se dedica a plantar viñedo sin material clonal y seleccionando madera de cepas viejas testadas para crear biotipos con el fin de conservar la diversidad vegetal, así como a convertir espalderas en vasos.

No es riojana, pero conoce a la perfección las andadas de esta histórica denominación marcada por tendencias y modelos productivos que han modificado sus curvas de nivel sobre el mapa. Tras liderar la dirección técnica de Viticultura en Barón de Ley durante nueve años, ahora asesora a bodegas (también de Rioja) junto a su equipo de Viticultura Viva asentado en Navarra. Conocer esa diversidad de paisajes y bodegas de diferentes regiones es lo que le ha permitido tener ahora una amplia visión sobre el entorno que le rodea y el terruño singular de cada zona para poder recapitular las claves que están protagonizando una nueva era.

Bárbara Sebastián durante el estudio de suelos en una calicata previo a la plantación.

«Yo he experimentado en primera persona que aquellas primeras plantaciones que puse cuando empecé o las nuevas que he ido gestionando después están envejeciendo muy mal. En su día se tuvieron en cuenta otros objetivos que no eran los que se tenían antaño al plantar viña y eso me hizo reflexionar sobre lo que estaba pasando. ¿Por qué esas viñas viejas se adaptan mucho mejor y seguían dando un buen fruto al cabo de las décadas, mientras que las más jóvenes no soportaban todos los vaivenes del tiempo?».

Y eso extrapolado a la copa también se nota. «Ya no te digo coger una viña de 80 años. Solo con catar el vino de aquellas uvas previas a la época de las plantaciones que buscaban grandes producciones y otro que proceda de un viñedo de este nuevo siglo, se nota esa diferencia en la complejidad. No les falta razón cuando hablan de que la calidad de la uva de un viñedo viejo es indiscutible». Así que Sebastián aplaude la revolución que de pocos años a esta parte está viviendo el viñedo en Rioja, “donde hay un claro interés por valorar el terruño”. Pero insiste: “Este movimiento debe ser unificado, no solo cosa de unas pocas bodegas. Aquí se tienen que mojar también las administraciones”.

Y en este sentido la cosa cojea un poco. “La sensibilidad a nivel gubernamental demuestra que todavía queda mucho por hacer. No hay más que ver todos los planteamientos de las instalaciones fotovoltaicas en paisajes vitícolas que están haciendo”. Desde un plano más particular, afortunadamente, la asesora de viñedo aplaude el compromiso de los viticultores y las bodegas, “cada vez más numerosos, y que parece que están dejando atrás algunas aberraciones que se hacían hace años, como los grandes desmontes para hacer las plantaciones más llanas, modificando a nuestro antojo la orografía natural del paisaje solo para facilitar su cultivo, o haciendo una buena gestión de la materia orgánica de los suelos. Proyectos que miran por la identidad de las parcelas y los pueblos”. Una defensa de las pequeñas parcelas frente a las concentraciones parcelarias, porque no es solo el viñedo, también es el entorno que lo rodea.

Las exigencias climáticas tampoco ponen fácil la tarea y obligan en muchos casos a modificar las tierras de cultivo alejándolas hacia cotas más altas para soportar lo que se viene. Sebastián ya lo hizo durante su etapa en El Coto de Rioja, cuando participó en la plantación de la Finca Carbonera, a casi 900 metros de altitud: “Buscar nuevas ubicaciones para el viñedo es interesante, pero siempre con cautela porque vas un poco a ciegas ya que no sabes cómo se va a comportar la planta a esa altura y sabiendo los riesgos que hay ante unas malas maduraciones”.

Es por esa razón que ahora trabaja en un proyecto de localización de vides en plantaciones viejas que aguanten mejor esa acidez, ya que los viñedos viejos gozan de una mejor adaptación al cambio climático. “El sistema en vaso es menos exigente y más eficiente que una espaldera si está bien gestionada la vegetación. Al vaso, el racimo está más tiempo a la sombra y se evitan quemaduras, mientras que una espaldera no. Además, aquí no trabajan todas las hojas por igual”, indica. Así que toca ponerse las pilas. “Se ha perdido mucho material, pero siguen quedando viñas viejas. Ahora lo que tenemos que hacer es un esfuerzo por conservarlos y ponerlos en valor, lo que inevitablemente pasa por fijar un precio de la uva que se corresponda con el esfuerzo dedicado en el campo”.

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