Muchos profesionales aseguran que en cuestiones de machismo la sociedad más joven está dando pasos atrás. Las letras de las músicas, las redes sociales… normalizan un tipo de comportamientos contrarios a los que han ido impulsando mujeres y hombres para conseguir una igualdad real. Chaima Amnad (17 años) y Ana Bazo (23) son dos jóvenes que viven los adelantos y atrasos que se producen en relación a los derechos de las mujeres.
Lo primero que hacen es enmendarnos la plana. Razón no les falta. «Siempre que hablamos de feminismo lo hacemos las chicas, y ellos son una parte fundamental de seguir avanzando hacia adelante», dice Chaima, que se reconoce como una joven interesada por los temas que tienen que ver con la igualdad. Ella, al igual que Ana, han escuchado más de una vez eso de que ‘el feminismo es un chiringuito’, que no hay que ser ‘ni machista ni feminista’ y lo han hecho de boca de gente realmente joven. «Lo oyes, y se lo escuché ayer a chavales de la ESO, algo no se está haciendo bien en el tema educativo», comentan. También se lo han escuchado a algunas compañeras. «Eso sí que no nos lo podemos permitir». Recuerdan el último 8M. «Parecía que el del año anterior había sido muy transversal y justo llega el de 2020 y sirve para criminalizarlo con lo de la pandemia, no a los partidos de fútbol, no a los estadios… sólo al 8M», dicen.
A ellas no les hace falta que nadie les diga que una mujer aún no tiene los mismos derechos que un hombre. «Por no tener no tenemos ni el derecho a ir sin miedo por la calle cuando volvemos a casa de noche», coinciden ambas. Las dos han tenido experiencias desagradables en ese aspecto. «A mi incluso pasados los meses me crea ansiedad cuando un coche se acerca rápido y voy sola», cuenta Chaima. Ana también tuvo una experiencia similar. «Recuerdo que había bajado al perro a pasear cuando volví de carnavales y porque el perro lo asustó, pero…». En el caso de Chaima tuvo incluso que llamar a la policía, porque un joven en un coche no hacía otra cosa que perseguirla. «Así que los chicos no lo entienden, como a ellos no les pasan estas cosas», dice Ana.
Conocen decenas de casos como los suyos. No hay casi una joven que no haya tenido esa sensación de inseguridad por la noche. «Tienes que hacer como que vas hablando por teléfono o con el manojo de llaves entre los dedos, eso no lo hace ninguno de mis amigos», confirman.
En las casas la igualdad ya empieza a ser más efectiva, bajo su prisma. Ana vive con su pareja. Es un chico. Los dos trabajan, tienen las tareas repartidas. «Aunque sí que soy consciente de que yo llevo más el peso de la organización, de qué falta en casa, de que hay que comprar… y a veces me doy cuenta y me pregunto ¿pero por qué tiene que ser así?», comenta admitiendo que volvemos a caer en los mismo roles. Conoce casos mucho peores. «Yo lo que no soporto es cuando una amiga me dice que su pareja le ayuda en casa», asegura. Chaima vive con sus padres aún y con su hermano pequeño. «Hay cosas que todavía se notan, ni a mí ni a mi hermana con su edad nos dejaban llegar a casa a la hora que llega él», ejemplifica. Su hermana se independizó hace unos años. «Vive en Logroño y aún así les costó muchísimo que pudiese hacerlo, porque decían que era muy joven; a mis primos no les ocurrió lo mismo», cuenta.
Para ellas uno de los factores más importantes para que la percepción de la mujer sea distinta a la de hace unos años son las redes sociales. «Instagram nos está haciendo mucho daño, te hace pensar que el resto de las mujeres son perfectas físicamente, que siempre están contentas, que hacen siempre cosas divertidas, y ves tu vida y dices… pues vaya», cuenta Chaima. Ana corrobora esa sensación: «Es una cosificación continua de la mujer, especialmente en las chicas más jóvenes, todo el día con los filtros para estar más monas, sólo pendientes del postureo, hacen que ellos nos vean a todas como algo y no como alguien», analizan.
En el ámbito laboral las cosas sí que han cambiado en los últimos años. «Es verdad que se están intentando igualar los derechos de las mujeres con los de los hombres, pero es igual, de verdad que siempre que pensamos en conciliación la ponemos cada de mujer, siempre nos toca a nosotras coger las excedencias, los días libres si el niño está malo…» y asegura que al final eso va marcando a la siguiente generación, «porque lo normalizan».
Ellas están dispuestas a cambiar un poquito su entorno. Ambas ha ido a charlas sobre feminismo que se ofertan en el Centro Joven o leen y escuchan podcast sobre asuntos relacionados con la igualdad entre hombres y mujeres. «A veces me pregunto cuándo se decidió que el hombre era más importante que la mujer, de dónde viene esa cultura que llevaba tantos siglos implantada y que nos está costando tanto desterrar».
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