La Rioja

De Bulgaria a La Rioja: buscarse la vida es cuestión de ganas

De Bulgaria a La Rioja: Blanca Dimitrova demuestra que buscarse la vida es cuestión de ganas

Hacer las maletas, dejar todo atrás y seguir a tu pareja hasta el fin del mundo, o bueno, en este caso, hasta España. Como todo en la vida puede salir mal, bien o regular. De hecho, un estudio revela que entre todos los tipos de expatriados, el grupo que se mueve a otro país por amor es el menos feliz. Pero las estadísticas están para romperlas, y si no que se lo digan a Snezhana Dimitrova Petrova.

‘Papá, mamá, me voy de Bulgaria’. Blanca, -así se traduce su nombre- lo tenía claro. Había acabado el Bachiller en su país, pero su novio se iba a España a trabajar, y con él, ella. Para suavizar la situación, una mentira piadosa: “Les dije a mis padres que me iba solamente en verano, pero tenía claro que me iba a quedar”. Es más, la joven se presentó en su país natal a los exámenes de acceso a la universidad para “no disgustarles, pero ni me esforcé por aprobarlos”. El padre de Blanca era el más reacio pero, ¿qué o quién puede con el primer amor?

“Jamás he pasado hambre en mi país, ni he tenido una mala vida, así que mis padres no podían entender mi decisión de venir a buscarme la vida, pero lo tenía muy claro”. Con 19 años llegaba a León, pero al que fuera – ya no es- , el causante de su viaje, lo trasladaron a Logroño. Y aquí empezó todo. “Cuando llegué trabajaba en hostelería, en fábricas… no veía la necesidad de estudiar y seguir formándome porque veía que de una cosa u otra siempre salía trabajo y tampoco te pedían estudios”.

Otra cosa era lo del idioma… ¿Castellano? Hola, adiós y gracias. “Hablaba inglés y con eso pensé que me serviría hasta que, un día en la farmacia, me di cuenta de que iba a ser complicado el día a día”. En León acudió un par de veces a clases de español que impartían en Cruz Roja, “pero me aburría porque no entendía nada y como no había otros búlgaros con los que compartir dudas, lo dejé”. Y cosas de la vida, en La Rioja, cuna del castellano, todo fue más fácil. “Al principio, cuando me hablaba la gente no podía separar las palabras, me sonaba todo seguido, sin espacios. Pero el trabajar como camarera me ayudó mucho. Así empecé a entender y hablar con los clientes y si no les entendía, me ponían ejemplos que me servían mucho más que un diccionario”.

Lo que más le llamó la atención cuando llegó, la suciedad de los bares. “¿Servilletas por el suelo? en Bulgaria eso es impensable”. ¿Lo que más le gustó? Los riojanos. “La gente es muy diferente, más abiertos, cercanos, y es más fácil hacer cuadrilla”. La naturaleza es otro de los puntos a favor de su nuevo destino. “Me encanta el monte, lo verde, porque me recuerda a mi país. Es una gozada los paisajes que hay en la región”.

“Quiero más”

Pero se rompió el amor de tanto usarlo y para Blanca comenzó una nueva vida. “Y menos mal. Cuando se marchó mi ex me di cuenta de que quería estudiar y avanzar”. No hay mal que por bien no venga. “Cada vez estaba más cansada de esa vida y más ‘jodida’ – aquí se nota que el idioma lo ha aprendido muy pero que muy bien- así que apostó por volver a la universidad. Ahora sí, sin trampas.

Su idea era hacer Turismo, pero los idiomas fueron un hándicap “así que me apunté en varias carreras y me admitieron en Empresariales. No me gustaba, y no me encantó, pero pensaba que así tendría más posibilidades de encontrar un buen trabajo, con mejores condiciones, mejor pagado”. Finiquitada la carrera, de bruces contra la realidad. “No era tan fácil porque te pedían experiencia, un máster…”, pero no se rindió.

Blanca no podía permitirse el lujo de alargar la carrera más allá de los cuatro años de rigor, “por edad y por dinero”, por ello se esforzó al máximo y en el tiempo estimado, ya era licenciada. “El primer año iba a clase ‘acojonada’ -se ha pasado ya el juego del idioma- y me decía: ‘Snezhana, ¿dónde te has metido? Entre otras cosas porque ya no era estudiar en otro idioma, sino que había muchas palabras que en la calle no se utilizan y no entendía nada”. ¿Y las faltas de ortografía? Ese era otro cantar.

“Recuerdo cómo en Derecho Civil hacíamos prácticas escritas y el profesor me suspendió por las faltas. ‘Blanca’, me dijo, ‘entiendo tu situación, pero si doy tu práctica por buena tengo que hacer lo mismo con otros compañeros’. Eso no sería justo, así que a partir de ese momento trabajaba el doble mi atención cuando escribía, leía mucho y me esforzaba más si cabe por no fallar”. Eso por las tardes, porque por las mañanas seguía trabajando sus ocho horas en una fábrica para pagarse los estudios.

Su primer empleo acabada la carrera fue en una empresa como administrativa y no conforme con eso decidió estudiar oposiciones. Blanca iba a por todas. En 2019 se presentó, “no las aprobé, sin embargo entré en listas y en marzo del año pasado me llamaron de la Comunidad para trabajar en la Oficina de Empleo de Santo Domingo de la Calzada. Y ahí sigue, “dando de alta a la gente como demandantes de empleo, revisando y completando sus fichas cuando han adquirido una nueva experiencia o formación… e incluso haciendo algún trámite que otro referido al SEPE”.

¿Y estás contenta? “Claro, pero quiero más. Ahora me estoy preparando oposiciones para la Comunidad, el SERIS, el Ayuntamiento de Logroño… he decidido que me voy a apuntar a todo lo que salga”. Incansable ella.

De Bulgaria echa en falta a su familia, por supuesto, pero desde que, tras la muerte de su padre se trajera a su madre, “tengo mucha menos nostalgia. No tengo la necesidad de irme todos los años y cada vez echo en falta menos cosas porque la vida allí también ha cambiado. Cuando me voy de vacaciones me doy cuenta de que no puedo volver allí a vivir, no estoy hecha a esa filosofía, me gusta más mi vida aquí”. Además, ya es española. “Después de años esperando, me han dado la nacionalidad. No entiendo cómo han tardado tanto, si yo me echo la siesta desde que llegué…”, bromea.

No se arrepiente de nada. “Volvería a repetir la experiencia una y mil veces”. Y es que Blanca es un claro ejemplo de que para convertir los sueños en realidad, la determinación, la autodisciplina y el esfuerzo son una baza segura.

Subir