Agricultura

El declive de la alcachofa: “La gente joven no quiere saber nada de esto”

“La gente joven no quiere saber nada de esto”

Teodoro Ruiz en su explotación de alcachofas en Aldeanueva de Ebro

Con Teodoro Ruiz se acaba el cultivo de la alcachofa en su familia. Natural de Aldeanueva de Ebro, lleva tres décadas al servicio de esta hortaliza en tierras de La Rioja Baja, pero ya ha cruzado sus brazos y ha dicho “hasta aquí”. Apenas dos agricultores más como él continúan sembrando en agosto y recogiendo en primavera un producto estrella para la huerta riojana que, sin embargo, comienza a dar cabezazos más acusados en algunos puntos de la región.

“Aquí ya pasó lo mismo con el espárrago y acabó desapareciendo de las fincas. Pues algo parecido le va a ocurrir a la alcachofa, porque en el pueblo ya nadie quiere trabajarla mientras esté la viña, mucho más mecanizada”, asegura Teodoro. No obstante, este profesional de la hortaliza insiste en que “tampoco es el mejor momento para la uva con los precios que hay actualmente sobre la mesa, que igual obliga a más de uno a regresar a la huerta”.

El devenir del mercado poco le importa a sus 60 años, cuando ya ve más cerca su despedida del sector agrícola: “Ya me canso mucho y mi mujer, que me ayuda en la recogida de la alcachofa, también. Nos íbamos a despedir el año pasado, pero con la pandemia del COVID-19 y sus efectos en el precio de la uva decidimos aplazarlo un año más, así que esta creo que será nuestra última campaña de la alcachofa”.

También con viñas y algún que otro almendro, ya abandonó hace más de veinte años la coliflor. Ahora Teodoro se muestra apenado “porque la gente joven no quiere saber nada de esto y a saber quién mantiene este campo”. Su hijo no es una opción; “él ya tiene su trabajo como ingeniero y vive mejor que yo invirtiendo menos horas y cogiendo fiesta el viernes por la tarde”.

Pero la alcachofa, reconoce, “es un cultivo cómodo y rentable”. Cómodo porque está más mecanizado que antes y porque la época de mayor actividad se desarrolla ahora durante la primavera, con una recolección que se puede prolongar hasta junio; y rentable porque se paga a unos 60 céntimos el kilo para la alcachofa con destino fábrica y se cobra pronto, “casi al mes de entregar el producto ya  hemos liquidado”.

Teodoro tantea que los rendimientos que se suelen sacar al año rondan entre los 8.000 y 10.000 kilos. “Antes había más fábricas por la zona, pero ahora la mayoría están en Calahorra o sino en la ribera navarra con Tudela como gran competidora. En mi caso las llevo a un almacén de Rincón de Soto que luego las lleva a otra fábrica, pero sobre todo se compra mucho para la industria como destino”.

Aún con la vista puesta también en las heladas de primavera que han protagonizado estas últimas jornadas en el agro riojano, Teodoro asegura que este fruto ya no corre tanto peligro como la viña. “Para que afecte en esta zona tiene que helar mucho”. Continúa durante este mes de abril sacando a mano las últimas alcachofas que le quedan de las tres hectáreas que tiene destinadas a este cultivo pero “deseando dejarlas”.

Cuesta abajo y sin frenos

El cultivo de la alcachofa, únicamente de regadío al aire libre, ocupaba en La Rioja 171 hectáreas en 2018 (fecha hasta la que se dispone de datos), frente a las 1.240 de 1990. Una caída superior al 86 por ciento que discurre paralelamente a la curva descendente que plasma el nivel de producción anual que este fruto deja en La Rioja. Concretamente, entre el mismo periodo de años la comunidad ha pasado de producir unas 8.000 toneladas a algo más de 2.000.

El declive de la alcachofa en La Rioja comenzó a partir de 2005, cuando en un solo año la cosecha pasó de dejar más de 15.000 toneladas en el campo a unas escasas 4.000. Desde ese momento, este sector apenas levantó cabeza. La rentabilidad del cultivo, sin embargo, parece arrojar mejores cifras que en las últimas campañas. Así, para las alcachofas en fresco, el precio medio en 2016 se colocaba en casi 69 céntimos el kilo, mientras que un kilo de alcachofas para industria se pagó a 60 céntimos, el máximo registrado desde 1990.

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