El Rioja

Vino, pasión y mucha historia hacen frente a la crisis del COVID-19

Miguel González, propietario de la Vinoteca Vino y Algo Más

La pasión por un buen vino no solo se respira entre pilas de barricas y botellas empolvadas. Hay lugares que, lejos de esas estructuras arquitectónicas imponentes y mares de viñas que embriagan, encandilan a cualquiera que se asoma a su puerta y observa otro tipo de paraíso vinícola. Uno que rebosa de historia allá por donde se mire. Que se lo digan a Miguel González, con siete años al frente de su vinoteca en el Casco Antiguo de Logroño y una década al servicio de los buenos vinos.

Entre los estantes de su comercio Vino y Algo Más aguarda el que es considerado el vino de la Santa Sede con denominación de origen Rioja, Heras Cordón, o un prefiloxérico de más de 185 años cuyas cepas inundadas por el Ebro las mantuvieron alejadas de la enfermedad. Curiosidades también como los viñedos plantados por la esposa de Napoleón III, Eugenia de Montijo, en Baños de Rioja que desembocan en Finca La Emperatriz o un vino ‘incunable’ de la Cofradía del Vino de Rioja, o lo que es lo mismo, “que no existe otro igual”.

Eso sí, la etiqueta Origen Rioja se extiende por todas y cada una de las 550 referencias que copan esta vinoteca (a excepción de un Vega Sicilia Valbuena que se cuela entre ellas). Lo que más le gusta a Miguel de su trabajo es que “es un oficio que no tiene penas, al que la gente viene a comprar con alegría”. Transmitir esa cultura y pasión al público, “esa ilusión de enólogo, es lo más bonito, porque son muchos los que desconocen la historia que rodea a un vino o una bodega y se quedan maravillados al descubrirla”.

Su amor por el vino se remonta diez años atrás cuando entró a trabajar en una vinoteca como empleado: “Siempre me ha interesado mucho el mundo del vino, pero fue ahí donde me di cuenta que me quedaba mucho por aprender”. Y ese afán le llevó el pasado mes de octubre a ampliar su familia vinícola. La pandemia no le frenó a adquirir un nueva tienda, Vinoteca El Peso, a escasos metros de su local inicial y rodeado por el corazón gastronómico de la ciudad.

Miguel reconoce que lo importante, además, es “saber defender el vino”. Y para ello lo esencial es conocerlo de primera mano: “Se cata entre varias personas y la mayoría tienen que dar el visto bueno para que se pueda comercializar aquí”. En su caso, reconoce que ha catado la mayoría de botellas que ocupan las baldas de su tienda. Solo así podrá hablar del origen de ese vino, sus matices en boca, las características o lo que esconde su nombre.  Para los clientes más indecisos, la apuesta es clara: “Un tinto que no sea de maceración carbónica, suave, afrutado y agradable en el paladar”.

“Un año horrible”

Junto a sus dos locales, las vinotecas propiamente dichas que existen en Logroño apenas se pueden contar con los dedos de las manos. Además, la crisis del COVID-19 deja en su recuerdo “un año horrible”. El cierre de la hostelería sumado a la nueva tendencia de venta directa entre bodegas y consumidores no ha hecho más que perjudicarles: “Con esta venta online que promueven las bodegas solo consiguen que desaparezcamos un poco más del mapa. Creo que no deberían permitirles esa venta a particulares porque nos hacen una verdadera faena”.

“Pero hay que estar y seguir luchando”, sentencia con resignación Miguel, que reconoce que ha habido días en lo que no ha entrado “ni una sola persona a la tienda”. Algo “muy frustrante porque vuelves a casa sabiendo que has perdido dinero”. Desde marzo Miguel lleva cerrando los meses con pérdidas en sus cuentas finales y calcula que desde entonces sus ventas han podido caer en un 60 o 70 por ciento. En el caso del pasado mes de enero, “la bajada puede suponer un 40 por ciento respecto al mismo periodo del año pasado”.

Con cierto optimismo, pone la vista en la Semana Santa con la esperanza de que se pueda circular entre comunidades: “Lo que necesitamos es que venga gente de fuera porque los turistas son nuestros verdaderos clientes”. Al margen de la crisis sanitaria, Miguel sí ve futuro en el desarrollo de las vinotecas porque, considera, “es un negocio que siempre se aclimata al precio y a las necesidades de la sociedad”. Si las demanda dice que se compra más barato, “pues se traen vinos baratos”. Con botellas que van desde los modestos cuarto euros hasta los más de 300, Miguel cree en la capacidad de adaptación.

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