CARTA AL DIRECTOR

«Estimados abuelos…»

¿Sabéis? Echo de menos las batallitas del yayo y tus tartas tan ricas y siempre dispuestas en la alacena, abuela. ¿Recordáis lo felices que estábamos cuando nos reuníamos en la mesa toda la familia?

Este verano habíamos planeado llevaros al pueblo y así poder estar todos juntos en vacaciones. Qué alegría sentiesteis al saber que ibais a ver de nuevo vuestra casa y a vuestros vecinos…

Con frecuencia recordabais las gallinas y conejos que ‘la Marga’ dejaba sueltos e invadían vuestro patio, sitio que fue corral e incluso pocilga donde vuestros cochinillos crecían para ser sacrificados y luego curar esos embutidos y jamones que tanto os gustaba regalarnos.

Con qué agitación nos contabais la época del hambre y miedo después de la guerra y lo que tuvisteis que trabajar. Pero el yayo se puso enfermo de los pulmones y la abu, con sus hijas desde niñas, tuvo que trabajar duro para poder comprarte la penicilina que necesitabas.

Me veo de pequeña sentada al calor de la chimenea con mis primos mientras susurrabais el nombre de unos “desaparecidos”. Y cuando preguntábamos de quién hablabais el silencia se adueñaba del cuarto.

Recuerdo aquel salón que se alumbraba con candiles de aceite con mecha y una gran mesa redonda para juntarnos y reír, llorar y emocionarnos. Creo que nunca perdisteis la esperanza de que un mundo mejor llegaría. Mientras tanto las chicas de la casa, a muy pronta edad se pusieron a servir o a lavar la ropa de las familias pudientes. Incluso a pedir por los pueblos a los que se desplazaban andando por pedregosos y largos caminos para tener algo que llevarse a la boca.

Abuela Mari, tú que eras tan matriarca y repartías tan sabiamente la comida para que un par de huevos llegara para seis o que asabas en las ascuas la remolacha que otros echaban a los cedros y nos sabía tan rica, ¿quién te iba a decir que en el inicio de esa edad a la que no nos gusta ponerle nombre ibas a, como tú misma decías, “distraerte de la cabeza” y comenzar con una demencia senil?

Supisteis trasmitirnos unos valores excepcionales de los que no andamos sobrados ahora. Cuánto le costó a vuestros hijos tomar la decisión de internaros en una residencia. Es más, yo los vi llorar muchas veces y buscar mil soluciones, pero al final el yayo tan racional siempre dispuso todo y os fuisteis a Vista Alegre. Y ese lugar se convirtió en vuestro nuevo hogar y el sitio donde los unos y los otros acudíamos asiduamente a visitaros con mucho amor y agradecimiento.

Sí yayo, el mundo cambió para mejor gracias a vosotros y este año os íbamos a hacer un homenaje allí en el pueblo y en el que aún era vuestro hogar y habíamos conservado con tanto cariño. Pero llegó un virus con un nombre raro que todos aprendimos a pronunciar: coronavirus. Desbarató nuestros planes y, lo que es peor, no pudimos despedirnos de vosotros; cogernos de la mano y peinar a la yaya; esconderte la boina, abu Antón, y jugar a ser lo que fuimos.

A todos los abuelos que se han muerto sin sentir el calor de sus familias y a estas por no poder besar ni acariciar por última vez a sus seres queridos.

*Puedes enviar tu ‘Carta al director’ a través del correo electrónico o al WhatsApp 602262881.

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