Varios medios de comunicación nacionales e internacionales se han hecho eco en los últimos tres meses del buen hacer del Hospital San Pedro, convirtiéndose en ejemplo de otros muchos centros. El más reciente ha sido el diario británico The Telegraph: «La Rioja, la región española más castigada, lidera la salida de la pandemia». Incluso la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) elogió al hospital riojano por «su increíble adaptación».
¿Cuál ha sido la clave de este éxito que ha puesto a la sanidad riojana por todo lo alto? ¿Qué se esconde detrás de Alberto Lafuente, director del Área de Salud de La Rioja, y cabeza visible de todo esta reconstrucción? ¿Hay algo en su pasado que le haya ayudado a hacer frente a semejante situación? Una pista daba la consejera de Salud, Sara Alba, en una entrevista con este medio hace una semana y ahora es el propio protagonista quien lo confiesa.
– Cuéntenos el secreto…
– La anticipación. La clave más importante de todo es que nos hemos adelantado siempre a las circunstancias. En mi mente está grabado el sábado 25 de enero cuando en España no había ningún caso de COVID, pero nosotros ya estábamos haciendo un plan de detección y actuación de los pacientes. Además, hemos sido valientes en la toma de decisiones con el riesgo que eso conllevaba. El día que firmé que no podían entrar comerciales y no habría congresos, se echaron las manos a la cabeza. Incluso cuando decidimos actuar de otra forma en quirófanos fue un shock y a los tres días todo el mundo lo vio normal. La planificación ha jugado un papel fundamental, pero escuchar ha sido imprescindible. Escuchar lo que se está haciendo en otros sitios, sobre todo al principio a nivel internacional. Y por supuesto, trabajar desde la humildad de ‘no lo sabemos todo, pero vamos viendo cómo está funcionado’.
– ¿Cómo pudo adelantarse a lo que iba a ocurrir?
– Realmente no sabía lo que iba a pasar, pero vas viendo la evolución y la intuición te dice que se nos estaba yendo de las manos. Cuando estábamos en Haro con tantos casos, nos dimos cuenta de que había que tomar decisiones de forma mucho más rápida. Nuca llegas a ser del todo consciente de dónde vamos a llegar, pero sabes que si no tomas decisiones la ciudadanía lo va a pasar mal, pudiéndose bloquear el sistema sanitario y acabando en un colapso como en otros lugares. Cosas que eran imposibles hacer en esta comunidad y en este hospital, en Atención Primaria se han hecho y no pasado nada. Todo sigue incluso mejor. Hay que ser valiente en la toma de decisiones. La gente quiere certidumbres en época de incertidumbres, algo totalmente humano, y para eso hay que dar un paso al frente. Aun con todo, seguimos aprendiendo del virus. Hay que estar al día hablando con mucha gente y, por supuesto, compartir experiencias.
– Sus experiencias en otros lugares, ¿pudieron darle alguna pista de cómo enfrentar la situación?
– La verdad es que he vivido mucho. Mi primera experiencia fue en 2005, en Pakistán. Concretamente, en Cachemira. Un lugar al que es muy difícil entrar y más sobrevivir. En esa ocasión hubo 85.000 muertos y mucho caos. Luego vinieron Indonesia, Afganistán, Pakistán de nuevo varias veces, Libia, Haití… En este último país estuve como responsable del sistema sanitario y lo que hicimos fue reconstruir el hospital funcionalmente y empezar a trabajar con compañeros de otros países. El escenario era horrible. Teníamos a pacientes en el suelo y lo que desarrollamos fue una serie de circuitos con un sistema quirúrgico por un lado, otro de urgencias, otro de hospitalización…
– ¿Qué aprendió de ellas?
Todas estas vivencias te van dejando una mochila llena de conocimientos y experiencias que van ocupando tu disco duro y que luego sirven en otros escenarios. Con pocos recursos se puede hacer mucho y con muchísima calidad. Lo que hay que buscar no es hacer todo a cualquier precio sino con la máxima calidad. En esta pandemia, por ejemplo, mi obsesión no era tener respiradores o camas de UCI. Era mantener una presión negativa. Es decir, que los profesionales no se contaminaran.
– ¿Por qué decidió embarcarse en la difícil aventura de las crisis humanitarias?
– La verdad es que siempre me he sentido un auténtico privilegiado. He hecho lo que he querido. He estudiado lo que me gustaba y me he especializado en la anestesia, que es mi verdadera pasión. Y con toda esta formación, la responsabilidad social te lleva a compartir tus conocimientos para apoyar y ayudar a mucha gente. Soy fiel defensor de la ética y la justicia social y creo muy necesario viajar a estos países. Ahora mismo, por la situación que estamos viviendo, no lo puedo hacer. Cuando se termine mi etapa aquí, volveré seguro.
– ¿Cómo era su día a día en estos países?
– Muy complejo en todos los aspectos. No solo porque dormíamos en tiendas de campaña, nos duchábamos de ciento en viento y nos alimentábamos con paquetes de comida de 24 horas con 2.400 kilocalorías para todo el día… era el trabajo y, sobre todo, la planificación. Que lo que estábamos haciendo allí no se quedara solo en un servicio asistencial sino estudiar cómo abordar la situación.
Y lo más importante: estar pendiente de los compañeros. Cada tarde llevábamos a cabo una reunión para contar lo que se había hecho ese día, pero en realidad lo que buscabas era saber cómo se sentía cada uno. Hablar para que no se rompiesen y no se derrumbaran psicológicamente. Todos estábamos muy lejos de casa en situaciones extremas. Era fundamental que ellos no cayeran enfermos.
– ¿Cuál ha sido su experiencia más dura? ¿Qué le ha enseñado?
– Sinceramente han sido muchas. La primera, ver que tu vida corre peligro. En esos sitios, la vida cuenta poco. Otra cosa que me ha marcado es el respeto a las culturas. Si no tienes en cuenta esa tolerancia y vas como el occidental que sabe de medicina y llega a salvar vidas, te equivocas por completo. En Pakistán, por ejemplo, vino una madre con sus dos hijos pequeños lactantes. El varón se encontraba bien, pero la chica estaba escuálida y desnutrida, ya que en esos países primero dan de lactar al hombre y, si queda algo, lo recibe la pequeña. En mi desconocimiento de la cultura en un principio, decidí junto con mi equipo llevarlos en helicóptero hasta la capital, Islamabad, para poder salvar a la niña. Una vez allí, y cuando ya pensabas que tu trabajo había terminado, me explicaron que ya no podían volver a su casa. Es decir, tú aplicas tus conocimientos occidentales, pero hay una realidad que se te escapa. Eso me ha marcado mucho.
– Contaba en El Mundo que Haití todavía peor…
En Haití carecíamos de oxígeno para los pacientes. Hay que buscarse la vida para mantenerlos y salvarles, así que con los recursos que tienes debes sacar adelante la situación. Cuando llegamos, encontramos un hospital de los pocos que quedaban en pie y lo reconstruimos con lo poco que teníamos. El hospital es un sitio donde hay alma y un sistema funcional. Da igual el tamaño o la situación del edificio. Mientras haya una estructura, una calidad y un conocimiento científico, se salvan vidas. Precisamente en Haití me di cuenta de lo fundamental de la gestión y, a partir de ese viaje, me propuse estudiar este área. Al fin y al cabo, la gestión trata de servir a los demás con transparencia, honestidad y, a veces, equivocaciones.
– Y cuando parece que ya no puede vivir algo peor, llega el coronavirus a La Rioja y Alberto Lafuente está al frente del Área de Salud. ¿Vértigo? ¿Responsabilidad? ¿Presión?
– En una situación como esta hay que tomar decisiones muy muy duras. Tienes que estar alerta de lo que pueda ocurrir y no esperar a que llegue el tsunami. Eso, claro, lo consigues con un bagaje anterior. El conocimiento que te da estudiar mucho está bien, por supuesto, pero si no hay una actitud, un carácter y una experiencia detrás, no hay nada que hacer.
– ¿Miedo?
Es necesario mirar desde arriba, desde una perspectiva lo más amplia posible para que las decisiones sean las más correctas. Claro que daba miedo la situación, ¿pero sabes las vidas que hemos salvado? Habremos cometido errores, pero ves cómo están otras comunidades con incidencias más bajas y sabes que algo estás haciendo bien. Obviamente somos humanos y cuando llegamos a casa… Los médicos no somos super héroes que salvamos vidas. Hay cosas que no hacemos bien o que, pese a hacerlas bien, no han salido como esperabas. Y eso duele y mucho.
En esta situación tan excepcional era fundamental dar un paso al frente y tomar decisiones. Personalmente, lo he intentado hacer desde el punto de vista sensato, tranquilo y revisando, siempre, mi mochila de viaje. Ha sido una época difícil porque nadie te prepara para una pandemia así. Ni una carrera ni un master. Afortunadamente, esta comunidad es un lujo y hay muy buena gente y muy buenos mimbres que siempre han entendido que esto es cosa de equipo y que si falla un eslabón, la cadena entera se echa a perder.
Sigue el canal de WhatsApp de NueveCuatroUno y recibe las noticias más importantes de La Rioja.