El Rioja

“Las garnachas de mi pueblo son las mejores del mundo”

“Y no lo digo yo”, sonríe satisfecho Marcos Forcada, “lo dicen unos ingleses que nos han dado un premio como el mejor vino de garnacha del mundo”. Y así es, desde Londres llegó el galardón de la International Wine Challenge hasta Rincón de Olivedo que certificaba que su vino, Alma de Forcada Cepas Viejas, era el mejor varietal del mundo. ¡Ahí es nada!

“El distribuidor inglés nos quería comprar todo lo que tuviéramos, imagínate. Si mi padre y mi abuelo vieran esto estarían muy orgullosos, con todo lo que trabajaron ha llegado el reconocimiento ahora, pero ha sido muy bonito”, remata Marcos, la tercera generación de Forcada. La cuarta, David, asiente ante las palabras de su padre. Bisabuelo, abuelo, padre e hijo, cuatro generaciones unidas por el trabajo en la viña.

Y es que esta zona casi desconocida para muchos, de una belleza que sorprende, ha sido siempre zona de viñedos. Terrenos pobres, fríos, en alturas que van de los seiscientos hasta casi los ochocientos metros. “Mi abuelo Federico”, continúa Marcos, “tenía incluso más viñas que nosotros, antes estaban más en el monte y lo que no valía para trigo se ponía con viña y en el pueblo había mucha más uva. Pero solían ser parcelas pequeñitas de garnacha y muchas de ellas se han ido perdiendo y arrancando”. ¿Les suena esta historia? Qué pena…

Ha cogido la mano Marcos y no la suelta. “Yo la viña la compré ya vieja, Mazolete le dicen, estaba para arrancarla. Y al cuidarla mejor la hemos mantenido, aunque no sé exactamente cuántos años tendrá, pero ciento y pico seguro. La compré hace 45 años cuando me casé, la labraba con una mula que me dejaban y luego ya quité algún renque para que entrara un tractorcillo, un Pasquali de veinte CV, pero la viña la mantuvimos tal cual y se mejoró. Siempre la hemos trabajado con poco tratamiento y lo más natural posible”.

“Los viñedos de los que sacamos la garnacha –Portil Bajo, Cantera de Canejada, El Charco, éste de Mazolete– para el Alma son viñedos que unos han cumplido el siglo y otros se acercan. Cuando hicimos la bodega le dije a mi padre que ahí no se tocaba nada, que eran una joya. Y eso es lo que nos diferencia para conseguir uva de calidad. Son terrenos pedregosos, secos, muy pobres como has visto, y en altitud. Trabajamos mucho en ecológico y con estiércol, un poco lo de antes”, matiza David.

Dependiendo de añadas unas 8.000 botellas, aunque por lo visto este 2019 saldrán algunas menos. Este año ya han vendimiado todo y sorprendentemente terminaron ayer con tempranillo, vaya paradoja. “Una que hay por ahí arriba, que está muy alta. Esta cosecha 2019 viene de cantidad escasa y de calidad muy elevada. Por la zona alguna viña puede que llegue a la cartilla, pero la mayoría no”.

Sierra de Alcarama, una zona desconocida y bellísima

Y es cierto, porque el paisaje es de postal, de esos que te llevarías a casa, completamente opuesto a los verdes intensos de Rioja Alta, pero incluso más salvajes y agrestes. Preciosa la sierra de Alcarama. Tierra de dinosaurios hace miles de años, de garnachas y gracianos hoy en día.

“En casa nos llama la atención que nos cataloguen como Rioja Baja cuando siempre estamos entre los últimos en vendimiar, aquí nos vienen mucho mejor los años cálidos que los fríos”, apunta David. ¡Quién lo iba a decir! Los extremos se tocan y zona límites como Rincón de Olivedo y los Obarenes se unen. “Las viñas que tenemos a ochocientos metros son problemáticas los años que vienen tardíos, antes a veces se quedaban sin madurar y nos faltaba grado. Un año que llueve igual llega noviembre y estamos aún cortando, pero el cambio climático nos ha venido muy bien”.

“Esta zona lo que tiene para hacernos especiales es su altura y que la tierra es pobre, lo que quiere la viña”. El mapa marca 550 metros de altura en el pueblo, pero en la auténtica excursión que hicimos hasta llegar al viñedo donde tiramos las fotos “trepamos” –porque el último tramo se hace a pie– hasta más de ochocientos metros. Ahí Marcos demostró que sigue hecho un chaval.

Igual que al abrir una botella de este premiado Alma de Forcada, donde estaba el primero para tomar un vaso de vino. David y yo tampoco nos quedamos atrás, que quede claro: “Fruta, fruta y más fruta. Es lo que ofrecen estas garnachas, mucha dulzura y frescura. En esta zona funcionan de maravilla, porque por ejemplo el tempranillo cuando viene el calor fuerte sufre. Sin embargo la garnacha está ahí trabajando, pase lo que pase, no para nunca. Además como es viñedo viejo, ha profundizado mucho la raíz y no padece como una joven”.

“Ofrece aromas florales, violetas, una complejidad aromática impresionante. Tienen cuerpo y color, no como en otros sitios donde las garnachas apenas tienen capa. En mis viñedos las garnachas, que no suelen pasar en las viejas de los 3.000 kilos por hectárea, llegan con más color que el tempranillo”, me cuenta David. Se cayó un mito…

La zona ha sido siempre de garnacha. “Luego vino el boom de tempranillo y se plantó bastante, pero no resulta tan bien como la garnacha. Hubo también una moda con el mazuelo porque se decía que no se lo comían los corzos, pero como no lo valoraban las bodegas la gente se fue pasando al tempranillo porque era más cómodo y daba más uva sin tantas complicaciones. Los viejos decían que, como había años en que la garnacha no ««echaba» nada, si había más variedades dentro de la misma viña se compensaba y siempre había uva”.

Actualmente el 79,6 por ciento del viñedo riojano es tempranillo y únicamente el 6,9 es garnacha. Recuerdo unas palabras del bodeguero Álvaro Palacios: “En los años setenta había más garnacha que tempranillo en Rioja, estamos aquí para defender las buenas tierras y el criterio de nuestro mayores que tenían perfectamente adaptadas las variedades a cada zona geográfica. Cada uno debe estar en su lugar”. No puedo estar más de acuerdo.

La verdad es que estamos a gusto los tres hablando de vino, pero al tocar el tema del relevo en el viñedo Marcos se pone serio, no todo es bonito en esta zona de Rioja Baja.”En donde hemos estado estaba todo lleno de viñas, pero al ser de gente mayor que no tenía hijos, las quitaron. Ahora sigue habiendo muchos viticultores, pero antes es que toda la gente tenía viñas para trabajarlas. Vendieron los derechos y se ha ido a otro sitio. Es lógico, tienen tres o cuatro viñas pequeñas por ahí y llevan mucho trabajo para no vivir bien de eso. La gente se ha ido y cuando el padre ya no puede más, no hay nadie detrás”.

Es uno de los dramas que se vive en el campo riojano, los jóvenes no siguen la tradición de sus padres. Y se pierden muchas cosas, un montón de ellas buenas. Algo que, al menos, no ocurre con los Forcada. David ya ha cogido el relevo de Marcos y ahí está, luchando por dar a conocer sus vinos. ¡Suerte!

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