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Miguel Santos, una leyenda de los frontones: “Llevo desde los dieciséis”

La pelota mueve pasiones y también mucho dinero en las apuestas. Y en ese terreno, Miguel Santos es un auténtico experto. Navarro, de 73 años, lleva prácticamente toda su vida en los frontones. “Llevo en los frontones desde los dieciséis años; soy corredor de apuestas desde 1990 y antes aficionado”, explica con un inconfundible acento foral. Lleva treinta años consecutivos acudiendo a la Feria de San Mateo.

Es tarde importante en el Adarraga, pues se miden Olaizola II – Rezusta y Ezkurdia – Aretxabaleta. A casi una hora para el inicio, ya hay aficionados en las terrazas exteriores. “Soy un intermediario entre dos que quieren jugar; uno juega azul y otro colorado, al que gana le pago y el que pierde me paga”, explica Santos. A eso hay que añadir la comisión del dieciséis por ciento que se queda el corredor.

En cada cancha se puede mover bastante cantidad, aunque él es cauteloso: “Nada, poquito, 100 o 200 euros, aquí habrá buena entrada, pero no hay mucho dinero este año”. También explica que no depende tanto del nivel de los pelotaris, sino de las ganas de los apostadores: “En Pamplona por el estilo, todo depende de sí se mueve la gente o no”.

Correcaminos norteño

De lo que no cabe duda es que es un trabajo sacrificado: “Voy a todos los partidos de la gira de ASPE y Baiko en Navarra, Euskadi y La Rioja. A Soria va algún compañero, a Francia (País Vasco Francés) y Barcelona tampoco me toca”. Ahora, son nueve corredores, pero en las épocas buenas llegaron a ser hasta veinticuatro. “Ha habido mejores años, pero no creo que estemos en mala situación”.

Existe una corriente de opinión que asegura que la pelota sobrevive gracias a las apuestas. Él no sabría asegurarlo: “No te puedo responder a eso, pero parece que hay gente que le gusta venir porque puede jugar a algo. No sé si vendrían tantos aficionados o no, eso habría que verlo”.

Por último, prioriza el deporte a cualquier apuesta, como buen aficionado. “Siempre me ha gustado Retegi y en los últimos tiempos Olaizola”, contesta sonriente. Por delante, más de tres horas de trabajo. “Cien a setenta”, “cien colorao”, sus gritos son inconfundibles y su estilo también. Una persona especial.

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