CARTA AL DIRECTOR

Uvas amargas

Ya está aquí septiembre. El de los racimos de uva madura. Ya están aquí los temporeros: inmigrantes vendimiadores. Ya vuelve a este pasaje entre dos calles de mi ciudad, junto a la estación de autobuses, la vergüenza de ir soslayando esa amargura del hombre tirada entre los brazos de la noche… Aún creen que el corquete está ya afilado. Que debajo de cada viña colmada espera una sedienta cesta de castaño.

Nadie les dice que el paisaje del Rioja va cambiando en lomas preñadas de cepas en espaldera: esas que parecen un ejército de crucificados. Esa vid, sin corazón, que no necesita reverencia, tan solo una tolva que ya lleva dentro el trajín de las manos de toda esa tristeza postrada en este pasadizo o en esa consigna de los aledaños de la vieja estación de autobuses, esperando, que al menos, pare una furgoneta, que haga sonar su claxon. Que alguien, bajando la ventanilla, les lance al aire una cifra, que seguro será acompañada por esa torcida mueca que nace al morderse uno los labios…

Y los nadie, los dueños de nada, al remolque de uvas amargas, subirán.

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