La Rioja

Mi primera vez: un bocadillo de lomo con queso

Para todo hay una primera vez en esta vida. Y por lo general, siempre decepciona. Cuando te has imaginado tantas veces disfrutando de ese momento que tanto deseas, la realidad siempre es peor que el poder de tu imaginación. Da igual que tu equipo de fútbol ascienda a Primera, ganes unas elecciones o pierdas la virginidad. Tu mente endulzará unos recuerdos que nada tienen que ver con lo que realmente has vivido. Una decepción en mitad de la euforia y la alegría. Estamos hechos para el fracaso. Sabemos perder y encajar las derrotas de muchas mejores maneras que las victorias. Seríamos insoportables de lo contrario. Niños malcriados que siempre lo han tenido todo y nunca se despeinan ni huelen a sudor. Repelentes triunfadores que aciertan en cada ocasión que la vida les plantea.

Por eso, si alguna vez me toca ganar algo importante en esta vida como un premio Pulitzer o el bingo en fiestas de Villavelayo, lo celebraré con un bocata de lomo y una cerveza. Con queso, claro. El lomo, claro. Y así, me sentiré como Pablo Hermoso de Mendoza un 28 de abril de 2019 por la noche, cuando la resaca electoral comenzaba a abrirse paso al mismo ritmo que las borracheras también electorales. Pasaba el reloj de la una y media de la mañana, ya entrados en el lunes, cuando en el Café Moderno se disponían a terminar de recoger las sillas, las mesas y la cubertería de los días importantes. Bajo la sede del PSOE, el bar estaba prácticamente vacío, apenas quedaban restos de la fiesta socialista. 33 años esperando una histórica victoria -dos diputados y tres senadores- para no acabar ni siquiera desnudos encima de un piano mientras alguien intenta tocar algo de Rosalía.

El candidato a la Alcaldía de Logroño apareció entonces con un bocata de lomo-queso en una mano, una cerveza en la otra y una servilleta que tapaba la mitad del pan. Mordisco a mordisco, la servilleta iba haciéndose más pequeña para dejar los restos de bocadillo al descubierto hasta que se acabó. No había más. Ni pan ni lomo ni queso ni cerveza. Sólo quedaba por delante seguir recogiendo el bar e irse a casa. En el histórico triunfo del PSOE de La Rioja en unas elecciones generales, la sencillez de un bocadillo para coger fuerzas para el día siguiente. “Dije que vamos a sacar 30.000 votos y hemos hecho 26.000, me falta un mes para conseguir esos 4.000”, barruntaba Hermoso de Mendoza. En plena efervescencia socialista, la plaza Martínez Zaporta aguardaba el fin de un bocadillo y no una sede ardiendo como manda una buena celebración.

Toca seguir engrasando la maquinaria electoral. La fiesta de la democracia es un no parar. “Ahora, a por La Rioja”, repetían una y otra vez. Se lo han creído de verdad y no hay nada más poderoso que eso, salvo que no creas que te lo crees como le ha pasado a Vox. En mitad de la alegría y la euforia del puño y la rosa, la calma del miedo a disfrutar para que esa primera vez en la que logras algo importante siempre acabe decepcionando. No estamos hechos para las grandes victorias.

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