La Rioja

“Lo principal para que un espacio público sea seguro es que tenga vida”

Raquel Villar, Teresa Angulo y Álvaro Foncea han dedicado su vida a tratar de que los núcleos urbanos sean lo más cómodos y accesibles para los ciudadanos. Por ello, desde su experiencia en la arquitectura y el urbanismo, conviene tomar en cuenta su opinión sobre los criterios que convierten en inseguros los lugares señalados en el ‘Mapa del miedo’ de La Rioja.

Para Foncea, ‘seguridad’ es sinónimo de ‘vida’: “Si quieres tener un espacio público seguro tienes que hacerlo vivo, facilitando que haya viviendas y comercios”. El arquitecto encuentra como antítesis de las zonas ‘amables’ para el ciudadano “las zonas segregadas por usos, como los núcleos de oficinas, porque por la noche no transita nadie por ellas”.

Teresa Angulo, por su parte, destaca que algunas de las zonas identificadas en el ‘Mapa del miedo’ contrastan por el bullicio o la soledad que las protagonizan en función del horario que se analice: “En la calle San Agustín, por ejemplo, solo transita la gente a la hora de comer, a la hora de cenar y los fines de semana”. Por ello, considera que “hay que favorecer la diversidad de usos, de horarios y de vecinos para implementar la seguridad de un área determinada”.

Los conceptos que defienden no son novedosos en la disciplina de la arquitectura. Estos tres profesionales ofrecieron el pasado viernes en el Ateneo Riojano la conferencia ‘Urbanismo con perspectiva de género’ y pusieron en primer término la figura de Jane Jacobs, una de las periodistas más influyentes en el ámbito de la arquitectura durante la primera mitad del siglo XX en Nueva York.

En la charla probaron con ejemplos prácticos que “el urbanismo no es neutro al género; está promovido y construido por hombres sobre la base de las necesidades de los hombres”. Así, Jacobs aplicó la perspectiva de género en el urbanismo para garantizar el acceso al espacio público de todas las personas por igual, algo que solo es posible con una apuesta por la diversidad.

La actividad del pasado viernes fue especialmente productiva en tanto que los tres arquitectos organizaron a los asistentes en grupos de trabajo para mirar ‘Logroño con los ojos de Jane’ mediante un proceso participativo. A cada uno de los grupos se le pidió que identificara las zonas más y menos amables para hacer vida en la capital riojana. Y sus resultados fueron del todo enriquecedores, pues se ajustan a lo ya reflejado por los testimonios de las mujeres que han aportado sus experiencias al ‘Mapa del miedo’.

Los puntos rojos

De las numerosas acotaciones efectuadas por cada grupo, las calles más seguras de Logroño resultaron ser las más transitadas y pobladas por comercios: la Gran Vía y la zona sur del Casco Antiguo (calle Portales y alrededores). En cambio, en el lugar opuesto de la balanza destacaron muy por encima del resto la zona norte del Casco Antiguo, La Villanueva, el Parque de la Ribera y los pasajes que conectan la calle San Antón con Vara de Rey.

A juicio de Teresa Angulo, “no hay un único agente al que se pueda cargar la responsabilidad de la inseguridad que transmiten estas zonas”. “Es el fruto de una planificación urbana que se viene prolongando durante las últimas décadas no solo en Logroño, sino a nivel global”, apunta. Tal vez no sea cuestión de buscar un único culpable, sino de cambiar el chip entre todos para hacer de las calles del mañana un lugar mucho más apacible para todos.

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