La Rioja

La hostelería y el Santo, pasiones calceatenses de pro

Mélani García. 43 años. Santo Domingo de La Calzada. Camarera y profesora de la Escuela de Hostelería

Reportaje fotográfico: Clara Larrea ©

Algunas pasiones florecen casi innatas y otras lo hacen de forma inconsciente. Pero en lo que muchas coinciden es en que llegan sin avisar. En la vida de Mélani García (Santo Domingo de La Calzada, 43 años) hay varias y de distinta naturaleza: su pueblo, el Santo, la hostelería y, por su puesto, sus dos hijas, María y Clara (licencias aparte, tocayas de que quienes damos vida a esta sección del Retrato de La Rioja).

En su caso, lo que de inicio atrae nuestra atención es la hostelería: en la actualidad es profesora de Servicios en Restauración de la Escuela de Hostelería y Turismo de Santo Domingo de La Calzada. En pleno Camino de Santiago, en un caserón del siglo XVII, que fuera de Los Ocio, nos recibe Mélani. Sonríe prolongadamente. “Cuando estoy nerviosa me río más aún”, apunta de primeras.

La Escuela de Hostelería y Turismo de Santo Domingo, centro de FP, con unos 260 alumnos, en plena transformación tanto interna como externa

Ahí comienza el recorrido por este centro de Formación Profesional, de titularidad pública, con unos 260 alumnos, en plena transformación, como insisten varias personas en diferentes momentos del retrato: un cambio tanto externo (modernización de las instalaciones con mejor iluminación, más espacios de organización, etc.), como interno (más tareas, más actividades, etc.).

“Vamos lo primero a ver el Servicio”, subraya Mélani. Esto viene a significar meterte en medio de una clase, pero una clase singular: en el comedor, con situaciones reales. Ahí toca observar cómo se comporta el alumnado durante el servicio y también entrar en la cocina. Todo tiene una buena pinta increíble. “Practican con su propios compañeros que en ese momento asumen el rol de comensal y eso es enriquecedor para cuando toca alternar los papeles. Aunque si algo es importante es atender a comensales externos, reales, por eso la escuela está abierta al público en general”, explica.

No solo el comedor se abre, en unos minutos vamos a ver que también sucede eso con un bar, en la planta baja, donde se dan desayunos y almuerzos. Todo es muy real en esta escuela. Pero en toda historia hay una génesis, y el caso de Mélani no es una excepción. Podría comenzar por su nombre, no precisamente el típico de la localidad o de la zona de Rioja Alta. “Tengo las mismas iniciales que Melanie Griffith, MG, con eso te digo todo”, ríe de buena gana. Probablemente por la famosa actriz americana, hija de la también actriz y modelo Tippi Hedren, Mélani tiene es toque exótico.

“La hostelería engancha enseguida; si no, lo ves rápido y lo dejas”

Aclaraciones hechas, cabe preguntarse de dónde viene ese interés por la hostelería. “En mi familia no hay nadie que se haya dedicado a ello, pero en esa época en la que tienes que decidir qué vas a estudiar después de la fase obligatoria, yo veía al lado de mi colegio a los alumnos de la Escuela de Hostelería y me generaban inquietud”, recuerda. Así que entró a formarse en Hostelería y Turismo casi sin darse cuenta. “Cuando te metes en la hostelería lo normal es que o te enganche o que veas que esto no es para ti y lo dejas: a mí me enganchó, engancha mucho”, recalca.

De esta manera, se formó cinco años en la materia, tocando distintas ramas: servicio, cocina, etc. Entonces… ¡También sabe cocinar! “Sí, sé cocinar y me saqué esa parte, pero a mí lo que me gusta es la sala, el servicio”. Con la ilusión por esa atención al público acogió de buen grado que la vida le trajera, además de dar servicios esporádicos en restauración, el trabajar en una panadería, de su familia política. “Al final también tienes que tener esa empatía con la clientela, como ocurre en la sala”, apunta.

Tras diez años, por diversas circunstancias, la panadería se convirtió es cuestión del pasado y su vida viró hacia la ayuda a domicilio. “La hostelería, como he dicho, engancha mucho, pero también tiene el hándicap de los horarios y en ese momento tenía a mis dos hijas pequeñas”. Así que tuvo que readaptarse y lo hizo: atendiendo a personas mayores o con necesidades, en domicilios de Santo Domingo. Pero su gusanillo por el tema hostelero seguía y de vez en cuando daba servicios en eventos y también en restaurantes (algunos de caché)…

“A mí me encanta esa presión que sientes en los grandes eventos, como bodas, ese estrés porque todo salga bien. Y que luego termines agotada pero con la satisfacción de haber dado un buen servicio y de que las cosas hayan funcionado. Aunque sea poco valorado el papel del camarero, nuestro papel es fundamental. Para que una experiencia gastronómica sea buena todo tiene que ir en consonancia: somos un equipo, servicio y cocina”, apunta, mientras reconoce que es meticulosa, pero siempre deja en sus clases un espacio a la improvisación, como en la vida real.

Tras años fuera de la Escuela, llegó el momento de volver, pero desde el otro lado. “Me preparé para profesora del centro durante varios años, y conseguí entrar, de forma interina; este es mi cuarto curso”, cuenta con una sonrisa. Esa misma que nos va acompañando durante la visita a la cafetería, a la sala de sumillería, a la sala de reuniones, etc. La Escuela del Camino de Santiago, como se conoce a este IES, no deja de ser su vida, aunque cuando ella estudió no estuviera en las actuales instalaciones. “Soy feliz aquí, somos una familia, muchos de los profesores somos antiguos alumnos”, precisa y esa buena sintonía se percibe rápidamente.

Ella es la única calceatense como tal entre los instructores, entre los alumnos hay de todo un poco: muchos riojanos, pero también de otras regiones como País Vasco, Barcelona, Castilla y León… “Me he criado, formado y trabajado en mi pueblo. Soy muy de mi pueblo, creo en la vida de los pueblos”, subraya.

“Soy una entusiasta de mi pueblo, de que se pueden cumplir las ilusiones vitales en él”

Subyace de esta forma otra de sus pasiones: Santo Domingo de La Calzada. “Soy una entusiasta de mi pueblo, de que se pueden cumplir las ilusiones vitales en él”. Y por ende también del Santo. “Sí, soy mucho del Santo. Soy la típica que se emociona en la procesión… Salí de doncella en su momento y también lo han hecho mis hijas. Además, formé parte de la banda de cornetas con ellas, por hacer algo juntas y en ella sigue una de mis hijas que quiere ir por la rama musical”, cuenta.

Llega la hora de despedirse y, al igual que al principio, nos acompaña a la entrada principal, en el citado camino de peregrinaje, con la característica torre calceatense al fondo, iluminada por el sol de la tarde. “Mira que es bonita, ¿eh? Y no me digáis que en Logroño tenéis dos torres (por su parecido con La Redonda), esta es otra cosa”, ríe de nuevo, ahora ya sin nervios, pero siempre, con mucha pasión.

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