El Rioja

Hoy vendimiamos… un viñedo singular con Miguel Merino

La Loma es la propuesta de Miguel Merino en la categoría de vinos de Viñedos Singulares

Cualquiera se atreve a retirar a Miguel Merino padre. Yo no, y el que menos su hijo. Pero sí es cierto que tras veinticinco años de lucha y excelente hacer, el relevo comienza a tomar forma. Nuevas ideas y conceptos adaptados a los tiempos que corren enriquecen el legado de quien, con la primera nieta recién llegada, empieza a delegar decisiones. Entre ellas, la de entrar de lleno en la nueva categoría de Viñedos Singulares.

Y los Merino -que ahí siguen mano a mano-, lo hacen con un viñedo en concreto, La Loma, una de las joyas de la bodega de Briones. Toma la palabra Miguel Merino hijo: “La Loma es una viña muy especial para nosotros. Venimos trabajándola desde 2001, aunque fue plantada en 1946. Son 1,4 hectáreas en una ladera con el 7 por ciento de desnivel, en el suroeste de Briones, con tempranillo, garnacha blanca y garnacha tinta. La verdad es que año tras año es una pasada. Durante tiempo la estuvimos elaborando junto con otras viñas viejas de Briones, pero desde 2015 la fermentamos por separado, buscando mantener toda su sutileza”.

Turno para Miguel Merino padre, que no ha perdido ripio de lo dicho por el joven y quiere meter baza: “De la primera añada, que la acabamos de sacar al mercado, sólo hemos hecho 2.800 botellas, y la verdad es que han volado: nos hemos quedado secos en tres meses. Como le digo a los importadores cuando llaman pidiendo unas cajas: sorry, estamos deslomados…”. Genio y figura.

La historia de la bodega comenzó cuando el progenitor empezó a trabajar como director de Exportación en Berberana. “Empecé en el vino porque hablaba inglés, no porque viniese de familia vinícola. Llegué por casualidad, pero no conozco a nadie que haya trabajado en este mundo y ahora se dedique a otra cosa. Será por algo. Tras muchos años exportando por mil países los vinos de otros me atreví a hacer mis propios vinos”. Su idea era una bodega pequeña y de vinos caros, todo un valiente en La Rioja de los noventa. Respeto mucho a esta generación de hombres que con un petate lleno únicamente de ilusión, ideas nuevas y trabajo, mucho trabajo, levantaron proyectos como éste. Quería decirlo y dicho queda.

“Elegí Briones por intuición; me encantaba el pueblo, la zona… En Berberana siempre había partidas de esta zona que llamaban la atención por su calidad, y yo tomaba nota. Además era un pueblo sin concentración parcelaria, con lo que creí que podría encontrar viñas viejas para mis vinos”. “Mi padre”, continúa el pequeño de los Merino, “empezó en el mundo del vino a finales de los setenta. Es muy intuitivo y para alguien tan cartesiano como yo tener al lado a una persona con ese olfato es muy bueno”. Ese olfato comercial que arraigó con la clasificación bíblica de sus uvas: “Las del infierno se desechan, las del purgatorio nos las bebemos nosotros, y sólo las del cielo se utilizan para los vinos Miguel Merino”. ¡Cuántos directores de marketing de afamadas multinacionales debieran aprender de este hombre!

“Yo estudié Periodismo y llegué al mundo del vino con 23 años sin tener la mínima idea de esto. Además toda la gente del vino que iba conociendo era del entorno de mi padre, así que nunca logré sentirme ubicado ni en la empresa ni en el sector. Comencé a estudiar Viticultura y Enología y vi que eso me atraía mucho más que el aspecto comercial, pero por mi forma de ser me di cuenta de que si me iba a dedicar al vino iba a necesitar conocer profundamente todo lo que tiene que ver con la viña y la elaboración. Tenía casi 30 años y me encontraba bastante perdido. Así que decidí dejar la bodega familiar, estudiar y trabajar por ahí. Al cabo de un tiempo tuve la gran suerte de conocer a David González, de Gómez Cruzado, y estuve cuatro años trabajando con él”.

De vuelta a casa

Tras el periplo jarrero, vuelta a casa con ideas renovadoras. Ver mundo siempre enriquece y la idea de aprovechar las bondades de un viñedo como La Loma surgió con naturalidad dentro de las nuevas categorías de la DOCa. Y de esa intuición nacen un blanco y un tinto de nivel. “A mí me parece bien que podamos certificar que efectivamente este vino procede de este viñedo, o que todas las uvas de ese vino son de ese pueblo”.

“Creo que es bueno que el centro de gravedad de Rioja vaya pasando del mero tiempo de envejecimiento al lugar, a la viña. Pero tengo la sensación de que la nueva legislación no está arraigando entre las bodegas, sobre todo entre las más importantes; veo a la gente muy escéptica. Desde luego no creo que el camino acabe aquí”. De momento en el Consejo Regulador son 97 los inscritos en la categoría de Viñedo Singular que se corresponden con 200 hectáreas de viñedo promovidos por 59 operadores.

Se exige que el viñedo tenga, al menos, 35 años y un rendimiento máximo de 5.000 kilos por hectárea para uvas tintas y de 6.922 para blancas –un 77 por ciento sobre el normal del cien por cien-. También es obligatoria la propiedad del viñedo o el arrendamiento durante diez años. La vendimia debe ser manual y la elaboración y crianza, por separado. Las botellas tendrán numeración y precinta específica y los vinos se someterán a una doble calificación, inicial y antes de salir a la venta, con una valoración tras cata de “excelente”. Se requieren al menos tres años de trazabilidad, con lo que los primeros vinos no llegarán hasta la cosecha de 2019.

El viñedo de los Merino es un “singular de libro”, y en breve –en cuanto acabe el agobio de la vendimia- solicitarán la inscripción en la categoría. Está plantado en vaso tradicional en una ladera con orientación este, con un inusual marco de plantación de 1,50 por 1,80, lo que equivale a 3.650 cepas por hectárea. Una competencia muy borgoñona… El suelo es de composición calcárea y sustrato de gravas, ideal para el desarrollo de las raíces en profundidad y el acceso a los compuestos minerales del suelo. “Con esta base el vino que resulta es fresco, sutil y elegante, con cuerpo y tanicidad. El rendimiento en la primera añada de 2015 fue de 3.350 kilos por hectárea. Después de 15 meses en barrica de roble americano lo embotellamos”.

Para el final dejo la visión que me dan estas dos generaciones de viticultores del futuro de nuestra tierra. Me parece acertada y esclarecedora: “Somos muchos y muy distintos, mandan los que mandan y, además, es bastante más complicado cambiar las cosas cuando van bien que cuando van mal. ¿Hacia dónde va Rioja? Pues a mí me preocupa mucho la entrada de los grandes grupos en los últimos años, que además me parece imparable. Antes la propiedad de la tierra estaba muy repartida y ahora es complicado acceder a ella; resulta difícil competir con grupos con tanto capital. Mi padre siempre me dice una cosa que a mí me parece evidente: cuando nosotros empezamos a hacer vino nos venía muy bien poner Rioja en la etiqueta; en esos principios estaba claro que nos aprovechábamos del prestigio de otros elaboradores y de la región. Yo creo que ahora seguimos aprovechándonos de ello, pero también aportamos. Sumamos. Creo que entiendes lo que quiero decir…”. Pues sí Miguel, no has podido ser más claro. Nuevamente, dicho queda.

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