El Rioja

Preparativos: “Lo primero es hacer hueco en bodega”

Son días de inquietud. El sentimiento que domina en esta cuarta semana de septiembre es el de la incertidumbre. Tras un año complicado el futuro inmediato es toda una incógnita, ¿podremos aguantar hasta que madure la uva?, ¿respetará el tiempo?, ¿qué pasará mañana…? La tendencia que marca la cabeza del hombre de campo es vendimiar pronto, el corazón dice que hay que esperar.

Pero si el campo puede pillar al viticultor con la guardia baja, sería imperdonable que la bodega no estuviera preparada para una vendimia inmediata. Por eso, desde hace días, las bodegas familiares trabajan a destajo para que todo esté preparado si la climatología acorta plazos. “Desde hace una semana llevamos adelantando trabajo”, comenta Luis Larrea, de Bodega Pago de Larrea, “y lo que pasó a principio de esta semana nos da la razón. Quedan diez o doce días como mínimo para empezar a recoger uva, pero si ocurre cualquier imprevisto no nos puede pillar desprevenidos”.

Bueno, de momento no hay prisa. Nos acercamos a uno de los depósitos y llenamos dos copas para que todo pase más amigablemente. Está rico. “Lo primero es hacer hueco en bodega, despejando los depósitos donde están los crianzas de 2015 y 2016 que han pasado por barrica y listos para embotellar. Una vez que los depósitos de elaboración están libres y limpios, empezamos a poner a punto la maquinaria que, por nuestro tamaño, es móvil. La tolva de recepción, la cinta de selección, la despalilladora, la bomba de pastas, la prensa… Todo impecable y en su sitio”.

Disfruto viendo esta bodega. Está pensada para las 16 hectáreas que la familia posee rodeándola en Elciego. Ni más ni menos, hecha a medida de las 100.000 botellas que produce. En Pago de Larrea cada metro cuadrado cuenta, y son los pequeños detalles los que marcan la diferencia con esas fábricas de elaboración de vino que, simplemente, son otra cosa. “Cuando tenemos un rato armamos las gavillas para que hagan de filtro en los depósitos, y más tarde hacemos las llamada pertinentes al ‘super’ para que la cuadrilla de vendimiadores estrene guantes, cubos, tijeras…”.

En el viñedo hay viura y malvasía en blanco, y tempranillo, garnacha y graciano en tinto. Las manos para recoger estas cinco variedades son fundamentales. “La familia echa una mano, pero para los dos o tres días fuertes hay que contratar gente, intentamos mantener la cuadrilla de siempre. Normalmente subcontratamos una empresa porque es más sencillo para nosotros y tratamos que venga gente que ya nos conoce”.

Una vez cerrado el tema humano, alrededor de 15 personas corquete en mano, deben avisar al Consejo con 48 horas de antelación. “En nuestro caso, como no tenemos báscula propia, hay que decir que vamos a la municipal de Elciego. El Consejo manda un veedor y con nuestros dos remolques de 2.000 kilos andamos todo el día yendo y viniendo. Es fundamental que la uva recogida esté en bodega cuanto antes, en diez/quince minutos la tenemos”.

“La organización resulta esencial, parece de cajón pero es así. Como el blanco llega con una semana de antelación, nos da tiempo a prensarlo y a que comience la fermentación en barrica. Mientras hace la alcohólica, empieza a llegar la uva tinta; el blanco está ahí, a su aire, sin molestar para nada en la sala de barricas. Aparecen los primeros remolques de tintos y vuelven las prisas y los nervios, es el grueso de nuestra producción y como casi todo es tempranillo, viene de golpe. Luego la garnacha y, cuando le dé la gana, el graciano. Es el último”. Hablamos ya de pasada la Virgen. En noviembre la tranquilidad volverá a bodega y sólo quedará el recuerdo de todo este trajín. Será el momento de disfrutar de las catas a pie de cuba y del viñedo que empezará a tomar color. Tranquilo Luis, todo llegará…

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