Tinta y tinto

Tinta y tinto: ‘Flipando en el ministerio de los trenes’

No hay viaje a Madrid desde Logroño que no sea una odisea. Lo mismo da en coche (admirando los bonitos paisajes del valle del Iregua, los Cameros, los viñedos de La Rioja Alta o los Riscos de Bilibio) que en autobús (misma admiración que en coche), en tren (adjuntamos enlace donde ya está contado) o en avión (admirando la tierra con nombre de vino desde el aire). Para este fin de semana, me decanté por la última opción. Pese a lo firmemente en contra del aeropuerto de Agoncillo que estamos en esta columna, no sabemos decirle que no a una buena oferta. Contradicciones que tiene uno en su día a día, como lo de ser de izquierdas y tener un iPhone. Un continuo sinvivir para ser coherente.

El caso es que ya desde el control de Logroño la cosa empezaba a ponerse tensa. “No va a ser un buen día”. Con la legaña todavía pegada en los pasajeros, el personal de nuestro humilde aeropuerto se afanaba por defender su puesto mejor que el Real Madrid su portería días antes contra el Manchester City. Supongo que el líquido de mis lentillas podía ser un potencial explosivo para el transitado vuelo y que cinco bandejas para dejar todos mis objetos son la cifra habitual para contrarrestar la falta de viajeros. “La sudadera también si llevas camiseta debajo”. “La verdad es que pensaba ponerme el chaleco bomba directamente sobre el pecho, pero he visto que se me pegaban las cintas”.

Al fondo, entre el siempre noble pasaje y con el control ya felizmente pasado, aguardaban la hora del embarque la expresidenta y senadora Concha Andreu y el exdirector general Vicente Urquía (el matemático y presentador de televisión Eduardo Sáenz de Cabezón también andaba entre el pasaje, pero no nos incumbe -de momento- en este argumentario). “¿Un viaje a Madrid en viernes? Mmmmm. Curioso. No hay plenos los viernes en el Senado. Y ese acompañante que hasta hace nada se ocupaba de las infraestructuras…”.

Me recordó entonces la compañera María Félez, ya despierta y siempre atenta al Whatsapp desde primerísima hora de la mañana, que el ministro de los trenes, Óscar Puente, comparecía un poco más tarde para hablar de “asuntos ferroviarios”. Así que decidimos cambiar de plan matinal, le di plantón a mi hermana (compensamos después con una fantástica comida en Los Chuchis de Lavapiés y posteriores cañas) y me fui para Nuevos Ministerios (el sitio en el que intentan robar en la última temporada de ‘La Casa de Papel’) a ver si había salseo. Menudo flipe. Hasta había que acreditarse en tiempo récord. ¡Periodismo del bueno! ¡Moqueta mejor!

A mi llegada, el atasco en la puerta era morrocotudo. Malas sensaciones tratándose del ministerio que se ocupa de la movilidad. Una fila como si eso fuera la última senda del Everest para sacarse la foto, donde dos funcionarias despachaban códigos de barras en ordenadores con pantallas de esas pequeñas, pesadas y amarillas cual pulmón de fumador con más de 50 años de paquete diario en su pecho. Una vez pasado el segundo férreo control del día, menudo sitio. Exposición de cuadros (supongo que carísimos) al salir del ascensor, salón señorial de techos altos, moqueta de la buena, grandes ventanas, cortinas que podrían tapar mi casa del pueblo, focos gigantes para iluminar los mejores planos del ministro y escudos de España en cada puerta.

Si es que lo de Madrid es otro rollo. Diez cámaras apostadas cual francotiradores, conectadas a esas imponentes redacciones que anhelamos los pobres de provincias, y muchos periodistas. Periodistas cayetanos, periodistas recién salidos de un after porque el día anterior era juernes y el cuerpo lo sabe, periodistas clásicos curtidos en mil batallas desde la Transición hasta hoy, periodistas llegados desde medio país preocupados únicamente por sus trenes… y los clásicos corrillos con dirigentes del ministerio para sonsacar la última decisión ferroviaria. Quizás faltaba algún famoso como Ferreras o Matías Prats, pero no se puede tener todo en una misma mañana.

Una vez metidos en harina, el ministro Óscar Puente nos anunció una nueva “conexión directa” entre Logroño y Madrid (vía Miranda de Ebro y Burgos) gracias a los trenes que van a retirar en Asturias y Galicia porque allí sí les valen los nuevos. Un fantástico viaje de cuatro horas para añadir una nueva odisea a nuestra forma de acudir a la capital del Reino que en nada mejora las comunicaciones de los riojanos. Ni es más competitivo que el autobús ni resuelve el problema de los horarios para aquellos que quieren estar a primera hora del día en una reunión sin hacer noche de hotel.

Uno podría pensar que se trata de una ocurrencia (podríamos denominarlo parche inservible) de Renfe al ver un Alvia “sobrante” que sí sirve para Burgos y Miranda al que le alargas el trayecto hasta los olvidados logroñeses por si alguno quiere disfrutar del chacachá del tren. Y es que la única solución ferroviaria para La Rioja, al menos en el corto plazo, sólo pasa por dejar los tiempos de viaje con Madrid por debajo de las tres horas aumentando las frecuencias. Aunque veremos, porque 24 horas después el ministro admitía que “nos hemos equivocado” y anunciaba -vía redes sociales- que “pensaremos en otro territorio en el que sea más útil” el flamante Alvia que debe conducirnos hasta la capital por Miranda, Burgos y Valladolid. Están locos estos políticos.

Lo ha dejado propuesto el presidente Gonzalo Capellán y a la espera de una reunión con Puente sigue para ello. A preguntas de este medio, el propio ministro respondió que “no tiene ningún problema” en juntarse con él, pero que su agenda es complicada. Esperemos que pronto consiga encontrarle un hueco igual que han encontrado un Alvia para disfrutar de los paisajes de La Rioja Alta si no tienes ninguna prisa. Así, al menos, el viaje que nos pegamos Andreu, Urquía y un servidor a la capital habrá servido para algo.

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