Cultura y Sociedad

Serrat, el vianés que nació en el Mediterráneo

Será porque su niñez se la pasó jugando en su Viana, estos días el municipio navarro está casi de fiesta a pesar de que no sea noche de San Juan. Mirando de reojo a las decenas de peregrinos que pasan estos días por sus calles, nadie allí es ajeno al galardón más que merecido que el ‘noi de Poble Sec’ está a punto de recibir. Un Princesa de Asturias que sabe a gloria en el Principado de Viana y que les permite a todos sacar pecho del hijo predilecto, del amigo de toda la vida, del vecino comprometido y del hombre que aprendió a amar la luz entre sus estrechas calles.

Y es que así define el cantautor a este pueblecito navarro desde cuyo mirador se puede disfrutar de unas vistas indescriptibles de Logroño y así queda escrito en un monolito en lo que antes eran los jardines de San Pedro y desde hace más de una década son los jardines de Serrat.

“Mis padres no sabían qué hacer conmigo en Barcelona cuando terminaba el curso. De una manera generosa por su parte, querían que cambiara de aires, que veranease, así que desde que tenía 13 años hasta que me matriculé en la universidad me enviaban cada verano a Viana, a casa de unas amigas de mi madre que en tiempos de la guerra estaban en Barcelona y que al terminar el conflicto habían vuelto a su pueblo”, ha explicado más de una vez en sus conciertos.

Acercarse a Viana estos días es escuchar en las conversaciones de los vecinos el nombre de Joan Manuel Serrat. Juan lo llaman algunos; Juanito, otros… Todos lo conocen, todos lo admiran, todos lo quieren y todos respetan que ese rincón navarro que es su refugio y su remanso de paz. “Aquí nadie le da la tabarra, si alguno se pone un poco pesado es fácil oírle decir con su sorna habitual: este no es de Viana”, comenta un vecino. “Pero Alejandro es el que mejor te puede contar”, nos indican en una de las principales calles del municipio.

Y Alejandro nos abre las puertas de su casa y de su corazón. “Lo conocí ese primer año que llegó a Viana. Yo no era un chaval muy alegre pero pronto hicimos amistad, él se amoldaba a los planes que tenía la cuadrilla del pueblo y a pesar de ser un chaval de ciudad se hizo bien a nosotros”, cuenta en su salón lleno de recuerdos de esa gran amistad.

“En Viana encontré personas que eran maravillosas conmigo y un entorno rural que para un chico de un barrio urbano como yo era un descubrimiento increíble”, ha reconocido el cantautor en alguna ocasión. “Aprendió a cazar pajarillos con cepo y a pescar cangrejos”, recuerda Alejandro de esos primeros veranos. También se rompió un pie en una de sus trastadas veraniegas en un carromato: “Nos tiramos todo ese verano llevándolo en una carretilla de obra de un sitio a otro”. Otro año “le dio un revolcón una vaquilla en el encierro”. Historias de unos jóvenes con todo un mundo aún por estrenar.

Sentados contra el muro del frontón como reza la canción ‘Juan y José’, en la que Alejandro reconoce parte de su vida juntos, los dos chavales forjaron una amistad que ha durado décadas. “Pasábamos juntos todo el verano y luego nos carteábamos todo el invierno”. Nunca cambió, siempre ha sido igual, un hombre con el que poder hablar de cualquier tema, respetuoso y bastante guasón.

Luego, Juanito, de repente, empezó a cantar y se hizo famoso. Alejandro se lo ha recordado muchas veces: “Pensé mal y dije ‘ojos que te vieron ir cuándo te volverán a ver volver’, pero nunca se fue”. Ni siquiera en los años de más ajetreo profesional. “Siempre hemos tenido contacto y siempre que me ha llevado a algún sitio me ha sentado a su lado, siempre ha sido fácil ser amigo suyo”.

Y es que Joan Manuel no se olvidó nunca de Viana ni de Alejandro y su familia. Allí tiene una casa, allí tiene un pueblo y allí tiene una parcelita en la que le hubiese gustado construir una pequeña bodega que nunca llegó. “Es que es un gran aficionado a los vinos; además, entiende”.

Además, no solo es de esos que pasan por allí. “Siempre que viene intenta reunirse conmigo, me pregunta cómo va el pueblo, se preocupa como uno más por nuestras necesidades, por cómo está el ambiente; es sin duda el mejor embajador de tenemos”, dice Yolanda González, alcaldesa de Viana.

La expresión máxima fue hace algo más de una década: “Le dije que hacía falta una residencia y le faltó el tiempo para preparar un concierto para recaudar fondos cuando aún no había ni proyecto”, recuerda Alejandro. Tocó con la banda municipal y fueron meses de ensayos.

Hace diez años fue nombrado Hijo Predilecto e incluso junto a Félix Cariñanos, otro de los grandes del municipio, tiene un cabezudo con su imagen. “Antes del Princesa de Asturias ya teníamos pensado hacer algo como homenaje al final de su carrera; ahora, aún con más motivo después de este premio tan merecido que ya era hora de que llegase”, comenta la alcaldesa, que reconoce que los vianeses lo adoran en lo profesional y en lo personal.

Porque aquí es donde Juanito se siente feliz, porque fue en Viana donde descubrió “el fuego del licor, el brillo del dinero, el automóvil, el cine y la mujer”. Junto con sus amigos de juventud, junto a un pueblo que se emociona con cada uno de sus logros.

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