Salud

Adiós a la enfermera de cuatro generaciones de arnedanos

Con sólo cuatro años ya dijo que quería ser enfermera. Al menos, eso cuenta su madre. “Ella siempre me dice que desde bien pequeña ya me gustaba cuidar y curar a los demás”. Es Esther Lorente, una calagurritana que ha ejercido de enfermera en Arnedo durante más de 37 años y que este miércoles vivía su último día en el centro de salud entre despedidas, emotivos abrazos y sinceros agradecimientos.

“Creo que jamás he pensado que podía ser otra cosa”. Sin haber cumplido los 17 años, allá por 1977, marchó a Tarragona a estudiar Enfermería, que entonces no era una carrera universitaria. “Allí me di cuenta de que me apasionaba este mundo, vi las necesidad de que hubiese gente dedicada a cuidar a los demás y comprobé que había elegido la profesión adecuada”. Tanto es así, que estos más de cuarenta años se le han pasado como un suspiro: “Es que ni me he enterado, porque he sido tan feliz haciendo mi trabajo…”.

Recién terminados los estudios empezó a trabajar en Calahorra. “Empecé como ‘practicanta’ en la oficina del paseo del Mercadal, me tiré siete años poniendo inyecciones de casa en casa. Iba con una moto a todas partes”, recuerda. Entonces salió un concurso de méritos y le tocó en plaza Arnedo. “Yo conocía Arnedo porque tenía familia y siempre iba de vacaciones en verano, así que fui encantada”. La casualidad hizo que llegase un 28 de septiembre de 1987, en plenas fiestas de San Cosme y San Damián.

Desde entonces han pasado 37 años. “Jamás me he planteado cambiar de lugar de trabajo, me he encontrado gente que me ha querido mucho y yo a ellos también”. Cuatro generaciones han pasado por sus manos. “Estos últimos años que he estado en la consulta de pediatría he atendido a los biznietos de mis primeros pacientes cuando entré”.

Eso ya no es fácil que pase en la Atención Primaria. “Ahora hay mucha más movilidad entre los profesionales, es raro que alguien esté casi cuarenta años en el mismo sitio, pero es que en Arnedo he sido tan feliz”…

No todo han sido momentos fáciles. Sin duda la pandemia fue el más complicado. “Era muy duro saber que la gente se estaba muriendo y que poco podíamos hacer porque íbamos al albor del bicho, es muy duro ver como profesional el sufrimiento de la gente y no poder hacer nada”. Además, el COVID coincidió con el momento en el que asumió la dirección del centro. “La verdad es que he sido siempre de las que dan un paso hacia adelante cuando han requerido mi experiencia”.

Lo que no olvidará nunca serán estos últimos días de trabajo. “Están siendo muy emotivos, hay gente que no se atreve a decirme adiós a la cara y me está mandando su despedida por whatsapp porque saben que soy de las que lloro hasta con la música del telediario”.

Aunque se jubila no piensa dejar nunca de ser enfermera: “Creo que nacemos, vivimos y morimos siéndolo”, dice agradecida por todo lo vivido junto a los arnedanos en las últimas cuatro décadas.

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