Agricultura

Viveros Tirso Aguirre, un negocio familiar a las puertas de la jubilación

La empresa Viveros Tirso Aguirre lleva 40 años distribuyendo plantas de frutales desde Alfaro a todo el territorio nacional. Un proyecto familiar que dio sus primeros pasos hace algo más de 60 años con el viverista Tirso Aguirre y que ya planea su despedida, aunque con fecha indeterminada. La empresa lleva algo más de un año en venta, pero todavía no han aparecido las manos idóneas, y capaces de aportar el capital que se pide, para adquirir los más de 30.000 metros cuadrados que la componen entre almacenes e invernaderos, incluidas las tres hectáreas de suelo industrial que existen junto a la carretera, próximos al Canal de Lodosa .

“Creo que es más complicado que alguien venga a comprar la empresa con el fin de mantener en funcionamiento el vivero, porque si es así aquí hay que trabajar mucho. Pero estas instalaciones pueden servir para cualquier otro tipo de negocio y eso puede hacer más factible su venta”, valora su gerente e hijo del fundador, Miguel Aguirre. Se incorporó a la empresa a sus tempranos 23 años, pero ahora ya atisba próximo el final de su trayectoria profesional ante una cercana jubilación y una falta de relevo generacional para continuar con el legado familiar.

El vivero continúa así abriendo sus puertas cada día, especialmente cuando es temporada alta, para no dejar de dar servicio a su público. Estos últimos días de marzo está concluyendo la campaña de raíz desnuda, pero ya están recibiendo peticiones de planta de cara al próximo invierno. Su foco principal de negocio abarca todo tipo de frutales tradicionales con diferentes variedades, entre los que priman los perales, manzanos, almendros, cerezos, ciruelos, melocotoneros, nectarinas, paraguayos y albaricoqueros, pero también ofrece plantas de olivo, así como de vid y portainjertos. Plantas certificadas y con todas las garantías de seguridad que han mantenido esa cartera de clientes después de tantos años.

El mercado de los frutales, asegura Aguirre, ha sufrido sus altos y bajos marcados también por tendencias que variaban cada poco tiempo. “Hay mucha falta de previsión”, apunta Aguirre, y es que cuesta saber de un año para otro lo que se va a vender más: “Un año puede estar de moda el almendro y los agricultores se lanzan a comprar esta planta y al año siguiente te piden la mitad, así que tampoco puedes producir planta con previsión y, en nuestro caso que somos comerciales, hacer acopio en función de esas previsiones”.

Por otro lado, apunta que los olivos han remontado mucho su venta en los últimos 15 años, aunque esta planta apenas representa el 10 por ciento de sus ventas totales porque son los frutales los que ocupan el mayor volumen. Aragón y Cataluña son las regiones que más ventas reflejan, mientras que La Rioja y Navarra representan cada una el diez por ciento. Mucho del peral y manzano que venden va a parar a la zona de El Bierzo, en León, mientras que el Valle del Jerte, en Cáceres, se lleva gran parte de los cerezos.

Aguirre incide en que el sector, “si bien va en retroceso, se mantiene ligeramente gracias también a las producciones en superintensivo o cuyas producciones van a parar a industria”. La inflación, por otro lado, tampoco ha disparado los precios de la planta, que caminan de la mano con la subida de costes que experimenta la empresa y que no han sido exagerados. “Los precios más altos los tienen los cerezos y melocotoneros, que se sitúan entre los 4 y 5 euros en función de la cantidad de planta y del tipo de variedad. Unos precios que están en torno a un 20 por ciento por encima respecto a los del resto de frutales. El olivo, en cambio, es una planta muy barata”.

El gerente recuerda aquellos buenos años para Viveros Tirso Aguirre, entre principios de los 2000 y hasta hace unos diez años: “Fueron tiempos en los que se experimentó una venta masiva de perales conferencia, tanto aquí en La Rioja como en El Bierzo. Años muy buenos porque, además, en las plantaciones comerciales se recomienda renovar los árboles pasados los 15 años, así que con cada nuevo arranque vendíamos planta, excepto de almendro y olivo que tienen mucha más vida”.

Tiempos de bonanzas que han llegado a su fin, al igual que ha ocurrido con el sector agrario en general. “Al fin y al cabo, los viveristas pertenecemos al mismo gremio que los agricultores y no hay más que ver cómo están ahora. Cada año hay más problemas, con más burocracia y con menos mano de obra. Este es el problema clave del sector de los frutales porque sin personas que quieran trabajar en el campo a ver quién va a recoger la fruta, porque no en todos los cultivos se puede mecanizar la recolección. La gente quiere trabajos fijos y no unos que vayan por campañas y con los que solo estén unos meses o unas semanas trabajando. Y todo esto nos afecta directamente a nosotros los viveristas”, reconoce.

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