Cultura y Sociedad

Un turismo social e inmersivo en La Rioja rural y solidaria

Miembros de Espaciocomun, el laboratorio artístico de Nalda, alrededor de un horno primitivo.

Revitalizar los núcleos rurales desde el lado económico y social continúa siendo una asignatura pendiente de superar. Mientras los negocios tradicionales van cayendo en el olvido y los vecinos más jóvenes continúan emigrando a entornos más habitados, el turismo se presenta como una alternativa a la que aferrarse como foco para atraer al público. Alojamientos con encanto, entornos naturales, gastronomía local,… Pero la última iniciativa en materia de turismo rural ha ido más allá. La Rioja se ha adherido a la red del Camino de la Economía Social y Solidaria, un proyecto intercomunitario que cuenta con fondos europeos Next Generation y del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. La Rioja participa así junto a otras cuatro comunidades autónomas (Cataluña, Aragón, Castilla y León y Galicia) para ofrecer al visitante una experiencia única e inmersiva en estos entornos.

La Asociación El Colletero de Nalda, con Raquel Ramírez a la cabeza, es una de las entidades que gestiona esta red de vínculos y que en La Rioja ya cuenta con 23 experiencias diferentes. Dibuja así un mapa de actividades donde el público puede conocer los rincones de la región desde un enfoque diferente: aquí el turista se convierte en parte activa del desarrollo económico y social de los municipios.

– ¿Cómo se ha fijado ese recorrido?

– Es un camino piloto, por lo que todavía se pueden ir incorporando más experiencias desde que empezó este viaje hace ya unos 18 meses. Muchas de las visitas las hemos cogido de los propios mercados que se desarrollan en los municipios y luego las hemos conectado entre sí. De momento hemos creado un recorrido como si fuera la idea del Camino de Santiago porque llega hasta Galicia, aunque no tiene que seguir ese trazado. Los visitantes pueden trazar su camino a su gusto en función de sus intereses, pero lo que está claro es que van a vivir una innovación turística importante.

Proyecto La Demanda Botánica, en San Millán de la Cogolla.

– ¿Qué tipo de actividades se ofertan al público?

– Hay de muy variados tipos. Tenemos de turismo cultural, como es Espacio ArteVACA (Viniegra de Abajo), Las mariposas del Oja (Valle del Oja), Noble y Bizarro (alfarería en Navarrete), Antigüedades Momo (Enciso), Rutas dibujadas por La Rioja, Atelier Acolchados Margo (Villamediana), Espaciocomún (Nalda), Aziza Puch Seda Pintada (Meano), Protección del Patrimonio de Nalda, Taller de Encuadernación Victoria (Santa Eulalia Bajera) y La Harinera (San Millán de la Cogolla). También hay espacios para practicar el ecoturismo: Madreselva (Camero Viejo), Lurreko Aromáticas (Préjano), LAB El Colletero (Nalda), La Mielería Campomiel (Ventosa) y La Demanda Botánica (San Millán de la Cogolla). Desde el lado gastronómico contamos con cuatro queserías: Roca de Cabra (Ortigosa), Alto Cidakos (Arnedillo), Tondeluna (aldea de Tondeluna) y La Cilla (Préjano). Además hay otras tres experiencias que van desde alojamientos, como el Hotel Villa de Ábalos y La Casa del Agua en Santa Coloma, donde se practica el turismo de cuidados, hasta un turismo alternativo con la Ruta REAS Rioja, en Logroño.

Alojamiento de La Casa del Agua, en Santa Coloma.

– ¿Y qué perfil de público participa?

– Hay de todo. Público extranjero e internacional. Familias que vienen a vivir nuevas experiencias y también visitas de estudiantes que vienen de institutos de otras comunidades. En estos casos, los chavales se alojan en el albergue de Ezcaray y durante dos días se dedican a plantar tanto árboles en el monte como hortalizas en las huertas de El Colletero. Esta tarea junto con la de participar en la elaboración de quesos y conocer esas explotaciones ganaderas desde dentro son algunas de las más demandadas entre los turistas. Por otro lado, hay actividades que apuestan por la inclusión, como La Mielería que ha adaptado su visita al público invidente. Todas son experiencias que afianzan población en esos pueblos pequeños mientras permiten al público estar en contacto con el medio ambiente y con un ocio sostenible y no masificado. Pueden interactuar con estos profesionales que les enseñan los entornos donde viven y los proyectos singulares en los que trabajan porque quí no solo la experiencia es diferente, sino que se acerca a la economía social y solidaria.

– ¿Cómo repercute toda esta actividad turística en los diferentes agentes sociales de estos municipios?

– Todas las experiencias tienen un coste económico que repercute en los profesionales que las imparten, además de que se enriquece esa economía solidaria y social porque conseguimos que estos vecinos permanezcan en sus pueblos con todo lo que ello conlleva: mantenimiento de los colegios, servicios básicos y mayor calidad de vida. Con todas estas historias pequeñas hemos creado una red muy diversa y completa.

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