La Rioja

Arnedo dice adiós a “las mejores magdalenas del mundo”

Arnedo dice adiós a “las mejores magdalenas del mundo”

“Si vas por allí no dejes de coger magdalenas. Son las mejores del mundo”. Esa es la frase que cualquier arnedano te dirá si le dices que vas a pasar por la panadería ‘La Felisa’. Pero hay que hacerlo rápido. El próximo 31 de marzo, la tradicional tahona cierra sus puertas definitivamente después de más de siete décadas madrugando cada día para la elaboración de panes, mantecados y sus deliciosas magdalenas. “Hasta aquí hemos llegado”, dice con una mezcla de emoción contenida y satisfacción José Antonio Abad (hijo), uno de los socios de un negocio familiar que comenzó en los años cincuenta en el antiguo horno ubicado en la calle Isidoro Gil de Muro.

Los pillamos en días complicados. A las fiestas arnedanas se les suma toda la gente que estos días entra a despedirse de ellos. “¿Pero cómo me hacéis esto?”, comenta la churrera ambulante, quien acaba de llegar a poner su puesto para los festejos. Justo en ese momento se ha enterado de la noticia cuando ha ido a comprar las magdalenas que lleva esperando probar desde la última vez que pasó por Arnedo.

La historia de esta tradicional panadería comenzó en los años 50. José Antonio Abad (padre), ‘El Pata’, entonces estaba en la mili en Logroño. “Allí ya trabajé como panadero y pensaba quedarme, pero un superior me dijo: ‘Si tu tío se dedica a lo mismo, cuánto mejor en tu pueblo’. Le hice caso y aquí me vine. Le pregunté a mi tío y él, encantado”. En ese momento empezaron a trabajar allí parte de la familia, también sus padres y Felisa, de la que se cogió el nombre para el negocio. En 1967 trasladaron las instalaciones a las actuales, un gran local en la avenida de Benidorm donde guardan los dos mejores secretos de la familia: la receta de las magdalenas y un horno antiguo de piedra reflectante.

“Entonces había once panaderías en el pueblo”, recuerda José Antonio. “Ahora, con las grandes superficies, cuando nos vayamos nosotros sólo va a quedar una: el horno de Ángel”. Los tiempos han cambiado y la falta de relevo generacional ha hecho que la familia haya decidido bajar la persiana. “Los hijos han estudiado todos sus carreras y este trabajo es muy sacrificado. Sobretodo porque no puedes dejar de trabajar ni un sólo día y no puedes coger más de una semana de vacaciones porque es mucho trabajo para el resto. Aquí todas las manos son necesarias”.

José Antonio (hijo) muestra orgulloso una foto familiar de la primera generación de los ‘Pata’. Lucen felices con el carromato desde el que repartían el pan. “Luego lo cambiamos por una DKW en la que repartíamos por Arnedo y por los pueblos”. Hasta Villarroya llegaban. “Y a Turruncún, cuando aún tenía vecinos”. Con el paso de los años, el consumo de pan se fue reduciendo y con él el reparto por los pueblos. “En Arnedo repartimos a domicilio hasta la pandemia. Nos vino bien porque, como no podíamos salir, dejamos de hacerlo”.

El trabajo, con el paso de los años, ha cambiado. “Al principio se hacía todo a mano. Por la tarde hacíamos la masa madre para el día siguiente. Yo he llegado a estar de seis a doce de la mañana sin despegarme del horno. Hasta había una marca en el antiguo suelo del desgaste”. Por la gran sala de horneado ha pasado toda la familia. “En invierno, los pequeños venían del colegio y hacían aquí los deberes”. Aún la familia se reúne en torno al horno las tardes invernales.

Y es que ese horno es la joya de la corona de la familia y el motivo de que sus magdalenas sean “las mejores del mundo”, como cuenta otro vecino al salir de comprar un par de bolsas. “No hemos probado nunca a hacerlo en los hornos nuevos de aire para ver la diferencia, pero estoy casi seguro de que aún con la misma receta no saldrían igual”.

Muchos van a echar de menos el olor de un lugar que es historia para el municipio. “Es curioso porque cuando empieza la época de turismo, que en el valle viene mucha gente de fuera que nos conoce, hay una señora de Barcelona que viene todos los años y se lleva magdalenas y hogazas para ella y para todas sus vecinas”.

El próximo 31 de marzo será el último día para poder adquirirlas. “Vamos a hacer muchas estos días porque nadie que quiera se va a quedar sin probarlas por última vez”. Una oportunidad única de disfrutar de un sabor de antaño antes de que desaparezca para siempre.

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