El Rioja

Viña Lanciano, del meandro del Ebro al mundo

Un grupo de empresarios vascos se quedaron prendados del paisaje vitícola de Rioja allá por 1970. En especial, se fijaron en uno de los meandros del Ebro, no muy lejos del pueblo de Fuenmayor, y en el mar de viñas que adornaba la vista que se tendía ante sus ojos. Allí, en el viñedo, nació LAN y el vino que lleva orgulloso el nombre de la finca: Viña Lanciano.

El germen de LAN parte del suelo, del viñedo que se agrupa en lo que hoy es una espectacular finca de 72 hectáreas, y que los fundadores lograron unificar para dar forma a Viña Lanciano, el territorio que aglutina la filosofía de elaboración de la bodega. LAN se empieza a construir desde el mismo viñedo, desde la tierra, y Viña Lanciano es el primer paso de lo que luego fue el vino que lleva su nombre, un tinto de finca con arraigo en un viñedo concebido para darle origen.

El Ebro, uno de los grandes ríos vinícolas a su paso por tierras riojanas, funciona como una frontera líquida entre Rioja Alavesa y Rioja Alta, contribuyendo a crear ese clima particular que hace madurar a las uvas de Viña Lanciano de forma equilibrada, además de dibujar una bella y sinuosa panorámica de la diversidad natural de esta región.

El gran puente de leyenda

No muy lejos de Viña Lanciano pervive, en forma de puente, un retazo de historia antigua con no pocos ingredientes de leyenda. Mantible fue, en época romana, una enorme construcción que unía las dos orillas del Ebro, con unas dimensiones gigantescas: 170 metros de largo, cinco de ancho y hasta 30 de altura, con siete arcos de medio punto, dos de ellos, aún testigo silencioso del pasar del tiempo sobre el río.

Cuenta la historia, que puede tener también algo de legendaria, que el rey franco Carlomagno llegó a cruzar este puente en su gesta contra los sarracenos. Allí consiguió, gracias a la destreza de su sobrino Roldán y, sobre todo, a la del escudero de este, Olivier, doblegar al gigante Fierabrás y hacer que, en un gesto de misericordia, se convirtiera al cristianismo y perdonara la vida de su adversario, tal como cuenta el periodista Daniel García Valdés en la revista cultural La Soga.

Este puente, y los dos arcos que quedan en pie, forman parte del entorno de Viña Lanciano y son también la imagen que acompaña cada una de las etiquetas de este vino, como una seña de identidad y territorio. Un tributo a esa historia que arrastra el suelo sobre el que radica el viñedo, una mirada respetuosa al pasado desde el presente de un vino fuertemente vinculado a sus raíces.

No extraña que los fundadores de LAN quedaran prendados de una tierra con tanta carga histórica y con la belleza de su paisaje fluvial, de bosque y viñas. Aquí, las 22 parcelas que conforman Viña Lanciano son la prueba más firme de que todo comienza en el viñedo, en el trabajo vitícola sin descanso para conseguir que cada cepa dé lo mejor de sí. En LAN se dice que la enología comienza con la viticultura, una frase que encierra no solo una filosofía de trabajo, también la propia identidad de la bodega. Hoy, esta idea está más que instaurada entre los elaboradores, pero hace cincuenta años era una visión disruptiva y diferente, que exigía excelencia desde el primer paso.

Fuenmayor, la sede con aromas de vino

Viña Lanciano, al igual que el resto de los vinos de LAN, se elabora en la sede de la bodega en Fuenmayor, a pocos kilómetros del viñedo fundacional. El origen de Fuenmayor se remonta al siglo XI, aunque hay restos que dan testimonio de haber estado habitada antes por los romanos y los celtíberos. Aquí se fundó la Real Sociedad Económica de La Rioja, en el siglo XVIII, de manos de 54 pueblos, con el objetivo de mejorar las comunicaciones terrestres y facilitar así el comercio de productos de la región, entre los que ya se encontraba el vino. En una de las plazas del pueblo se instala su Fuente de la Uva, un monumento que “transforma” el agua en vino durante las fiestas de San Juan y a cuyo alrededor hay numerosas placas de bodegas fuenmayorenses, entre ellas, claro, la placa de LAN, que vincula la fundación de la bodega a este territorio

En sus 34 kilómetros cuadrados, la viña domina la mayor parte del paisaje, que articula también la actividad económica del pueblo. LAN forma parte de ese universo de vida rural, de campo y suelo, que con cada vendimia vive el ajetreo de cargamentos de uva que llegan desde Viña Lanciano y otras fincas hasta la bodega; se integra con el carácter de unas gentes cuya historia está ligada al vino, que durante muchos años ha sido, y sigue siendo, vino.

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