Cultura y Sociedad

El viaje de Carla Calvo y su Tortuguita Blanca: de la ONU a la ilustración

“No me voy a casar, no voy a tener hijos y no voy a vivir en Logroño”. Así hablaba Carla Calvo a sus 20 primaveras. Unos años después -no muchos más, aunque se incluye en la categoría de “los mayores de Instagram”-, Carla tiene tres hijos, se casó a los 27 y, adivinen dónde vive.

Esta logroñesa estudió Económicas en Zaragoza y al finalizar la carrera viajó a Ginebra aprovechando que su hermana vivía allí. Su idea era aprender francés, pero se cruzó en el camino una beca que la llevó a trabajar en la ONU dentro de un proyecto de pequeñas empresas.

Todo la encaminaba hacia una carrera internacional, sin embargo alguien seguía viviendo en Logroño: Luis. “Si me quedaba allí la relación se acabaría, así que tomé una de las decisiones vitales más importantes”. Sí, cambió la ONU por el hombre de su vida. Para que luego digan que el amor verdadero no existe.

Carla volvió a su ciudad natal y comenzó a trabajar en diferentes departamentos de exportación hasta que en 2002, con el objetivo de conciliar su vida familiar, dejó el mundo de la empresa para abrir una franquicia de arreglos. Cinco año después, cerró y volvió a sus inicios financieros hasta 2014. Mientras tanto, como mujer inquieta que es, abrió un blog al que llamó La Tortuguita Blanca y en el que iba subiendo contenidos de manualidades, viajes, moda… incluso algún que otro dibujo que ella misma pintaba.

“Siempre me ha encantado dibujar, aunque no tengo formación más allá de los cursos que he hecho con pintores, escultores… Comencé a orientar mis dibujos de forma que pudiera verlos en el ordenador. Ni siquiera quería imprimirlos, solo enfocarlos a que quedaran bien en el blog”. Y, de repente, los comentarios preguntando si vendía las ilustraciones empezaron a llegar. “Oye, ¿y por qué no?”.

Buscó una imprenta y se puso manos a la obra. La demanda iba aumentando y “me di cuenta de que ahí había un mercado por explotar. Había una comunidad de gente a la que le gustaban mis diseños, mi trabajo cada vez me exigía más, las cosas en la empresas cada vez estaban más tirantes por la crisis y mi estrés crecía por momentos”. Sí, lo volvió a dejar todo y se lanzó a la aventura.

Carla le dio un giro al blog y abrió su propia página web con una tienda online. “Al principio los dibujos eran genéricos y destinados a tazas, papelería, textil… Pero otro cruce en su camino cambió las cosas. El universo de las comuniones llegó como por arte de magia, “como ha ido viniendo todo, sin pensarlo” y se dirigió hacia un trabajo más concreto, llevando a cabo ilustraciones personalizadas. “Actualmente es lo que más ocupa mi tiempo. Diseños individualizados que me piden para recordatorios o regalos de comunión, bautizos…”. Un retrato único y especial en el que “el cliente solo tiene que enviarme una foto de la persona o personas y comentarme los detalles que quiere que remarque”.

Recordatorios, libros de recuerdos, invitaciones, regalos para los invitados, cuadernos… Todo lo que puedas imaginar para cualquier celebración o para tener un detalle excepcional. Con sus sus diseños de trazos dulces y elegantes, Carla Calvo ha recibido la llamada de varias empresas para trabajar con ella. Un ejemplo es la especializada en botellas termo, Runbott, para la que Carla ha diseñado varios modelos que ya decoran los productos. Otras han confiado en la logroñesa para diseñar sus logos, tarjetas de visita o agradecimiento…

Y es que la capacidad de las ilustraciones personalizadas para transmitir emociones y recuerdos únicos es innegable, y está claro que Carla lo ha sabido descubrir y, lo más importante, trasladar. Su idea es continuar con estas creaciones, pero en su cabeza ya ronda la idea de trabajar en obras originales que puedan exponerse el día de mañana. “Es mi ilusión”.

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