El Rioja

La poda en Viña Lanciano: el comienzo de un nuevo año

Poda en Viña Lanciano. | Fotos: Bodegas LAN

“La poda es la práctica que más une al viticultor con la planta, donde se dirige el destino de la vid”, describen en Bodegas LAN. Con el comienzo de un nuevo año, y tras el furor de la vendimia y las primeras fermentaciones, en el campo se realiza una de las labores más importantes, la poda, que se vale del pasado de la planta para asegurarle, en el presente, un futuro duradero y saludable.

Alfonso, viticultor de Viña Lanciano, observa esta finca mientras, en su cabeza, empieza a preparar la poda de invierno. Su memoria le lleva hasta la primavera, cuando se dio
el primer paso con la poda en verde y se cimentó la labor que ahora ocupa sus pensamientos. “Ahora es el momento de la verdad”, piensa. Es cuando toca darles a las
cepas la forma definitiva para que den el mejor fruto posible y se mantengan vivas y sanas durante generaciones.

Cada año, la vid necesita una especie de reconfiguración en la que la poda es la acción esencial. Es una labor que merece respeto porque de ella dependerá la producción y la calidad de la vendimia de ese año. Podar implica actuar sobre la productividad de la cepa, conociéndola y respetando sus características individuales: la variedad, el suelo donde se encuentra, el sistema de conducción o a qué tipo de vino van destinadas sus uvas.

En LAN el primer objetivo de cualquier labor en el campo es la calidad y a ello se enfoca también la labor de poda, incluso cuando ello implique reducir la producción en
cantidad. La calidad va primero. “¡Uff! no es un trabajo fácil, no. Porque de cada corte, cada decisión, dependerá la calidad de los frutos y la supervivencia de las plantas. Pero toca ponerse manos a la obra. Vamos allá”, asegura animado Alfonso.

La finca de Viña Lanciano está en un paraje de belleza natural, en pleno meandro del río Ebro a su paso por El Cortijo, y abrigado por los montes de la Sierra de Cantabria,
majestuosa desde el viñedo. En estas 70 hectáreas con una ubicación afortunada, a 420 metros sobre el nivel del mar, el microclima que provoca el paso del río funciona como un escudo contra las grandes variaciones climáticas que se suceden a lo largo del año.

La importancia de la poda en esta finca cobra especial relevancia debido a que conviven distintos sistemas de conducción y las cepas que lo pueblan tienen edades variadas. Mientras las viñas más viejas del Pago El Rincón, de 60 o 70 años, se plantaron en vaso, en otras zonas plantadas en los años 70 se ha reconducido el vaso a espaldera. Estas cepas coexisten con otras más jóvenes, que se han plantado directamente en espaldera.

La diversidad hace necesario adaptar las labores a cada planta, porque cada una está en un estadio diferente de crecimiento y adaptación, tiene necesidades desiguales y su resistencia a enfermedades también es distinta. No es lo mismo actuar sobre una cepa joven, que cada año va “aprendiendo” a crecer y necesita especial cuidado, sobre todo en esta parte tan importante de su ciclo, que una cepa con varias décadas a sus espaldas, sabia y resistente si ha estado bien cuidada (y podada), capaz de responder con resiliencia a los reveses del clima.

Un viñedo para el futuro

La plantación de Viña Lanciano está en pleno proceso de reconversión a ecológico. Durante años, se ha trabajado sin herbicidas y laboreando con el intercepas, usando materias orgánicas para asegurar su sanidad. El proceso lleva tiempo y será en 2027 cuando toda la viña esté certificada como ecológica. Las variedades de uva que hay en Viña Lanciano determinan la poda que se le hace a cada una, ya que sus ciclos y tiempos son distintos, y esa diversidad es también parte de su encanto, de la complejidad que luego se transmite en los vinos.

La tempranillo es una uva de ciclo corto que desarrolla racimos largos y colgantes, con características muy adecuadas para el envejecimiento en la barrica y la botella. Más
largo es el ciclo de la garnacha, que puede no llegar a madurar bien en algunas zonas, aunque cuando sí logra una buena madurez, despliega su encanto floral y silvestre. La
mazuelo es la que más tarde se vendimia en Viña Lanciano, mantiene muy bien la acidez y sus grados son bajos, lo que hace que sea perfecta para los coupages. Y la graciano, de la que se dice que da “gracia” a los vinos, también es tardía. Las cuatro requerirán una poda que, buscando respetar sus ciclos de savia, se adapte a sus condiciones particulares.

La vid es un arbusto trepador y sarmentoso, que se fija a tutores los primeros años de su vida, y que, básicamente, tiene una parte enterrada en el suelo, donde desarrolla
sus raíces, y otra aérea donde crecen su tronco, brazos y sarmientos. Cada año crecerán también sus hojas, que se pierden tras la vendimia, sus uvas y sus zarcillos. De los brazos de la cepa salen pulgares o varas y también pámpanos o ramas, que cada año se transforman en sarmientos. Los pámpanos sujetan las yemas, las hojas, los racimos y los zarcillos y son responsables de la respiración de la planta.

En Viña Lanciano podan solo personas altamente cualificadas, una decisión incuestionable cuando se concibe la calidad desde el viñedo. Desde 2007, el equipo de expertos de Viticultura Viva, que lidera Julián Palacios, se encarga de la gestión vitícola la finca y esta labor es una de sus principales actividades. La poda que se realiza en Viña Lanciano es de respeto, esto es, con el menor número posible de cortes. Se trata de dejar a la savia de la cepa que siga su curso de manera fluida, para que la planta sea fuerte y resistente. Una poda precisa y respetuosa reduce las heridas y su exposición a enfermedades de la madera que pueden ser fatales. En Viña Lanciano, se añade cicatrizante a cada corte para una mayor seguridad. En estos días de invierno, la viña se adorna con curiosos puntos azulados, fruto de ese agente preventivo.

Las enfermedades que sufre la cepa tras la poda afectan a su estructura, a su madera, y causan pérdidas realmente dolorosas, ya que no solo se enferma un ser vivo, también se puede perder una viña centenaria, un verdadero patrimonio que es difícil replicar (tendrán que pasar, al menos, cien años para volver a tenerlo). Por ello, la poda adaptada a cada una de las plantas constituye la mejor manera de preservar, y hacer durar, ese valioso patrimonio vitícola durante generaciones.

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