El Rioja

Una cata a través de los 50 años de historia de Bodegas Olarra

Javier Martínez de Salinas y Maite Soria, de Bodegas Olarra. | Fotos: EFE/Fernando Díaz

La “catedral del Rioja”, como se la conoce, está de celebración. Bodegas Olarra cumple 50 años y es justo ese recorrido de medio siglo lo que la firma ha retratado en una selección de vinos que refleja la tradición y la innovación embotelladas en toda su trayectoria. Las manos artífices de sus joyas fueron, primero, las de Ezequiel García, El Brujo, y seguido, las de Javier Martínez de Salinas, quien desde hace 25 años es el encargado de amasar con destreza los vinos.

Algunas de las referencias que mejor muestran la identidad de Olarra protagonizaron este miércoles el cierre del IV Ciclo de Catas Underground organizado por NueveCuatroUno y Calado by Criteria de la mano de Argraf, Cartonajes Santorroman, Cork Supply, Ramondin y Tonelería Magreñan. Fue el enólogo Martínez quien condujo esta ruta de aromas abanderando los orígenes de la firma como hilo conductor.

Y así, para ir abriendo boca entre el público, el Cerro Añón 2020 puso el punto de partida de la velada. “El ensamblaje perfecto”, como lo describen en la casa, que tiene mucho del antes pero también del ahora ya que en estas décadas se han modificado aspectos para que la fruta, por ejemplo, esté más presente. Este crianza es la perfecta definición de la riqueza que trae la variedad: variedad en los suelos, variedad en las uvas empleadas y variedad también en las maderas usadas.

Foto: FERNANDO DIAZ/RIOJAPRESS

“Para este vino usamos tempranillo, mayormente, y mazuelo, para las que se usa roble americano, así como graciano, que en su caso va con madera de roble francés. Además, este vino hace la maloláctica en barrica nueva, por lo que se nota la madera pero sin llegar a un exceso. Y junto a esa golosidad y redondez, la frescura también se hace presente gracias a la uva que cogemos de zonas de Rioja Alavesa”, describe el enólogo. Y eso que Cerro Añón, como le gusta remarcar, es un ramillete de aromas donde no sobresale ninguno y cuesta identificarlos por separado. “Este vino se doma en barrica y se adiestra en botella para lograr esa complejidad”.

El viaje continuó con la gama Olarra, mezcla de “honestidad y armonía” embotellada. Este reserva 2018 emula directamente a las elaboraciones de los años 70 con esas maceraciones más largas y también mayores tiempos de crianza en barrica y botella. Una marca que ya se considera una de las más premium de la bodega pero que, sin embargo, estuvo sin elaborarse unos 30 años. “En el 2000 hicimos una edición especial con un gran reserva y vimos que había potencial, así que decidimos recuperar la marca de la propia bodega para abanderar estos vinos”, define.

Una gama que se culmina con el gran reserva 2015. Esta creación también se cató durante el encuentro en El Calado, poniendo a los asistentes frente a la historia de Olarra. Un homenaje a esos comienzos, pero sin perder de vista los tiempos actuales. Aunque sus primeros pasos se dieron en 2015 como una prueba con la intención de destinar el vino a uno joven, su destino final ha sido un vino más reposado, con cinco años en botella y donde la barrica usada es de madera vieja, por lo que la fruta original no se oculta. “Eso sí, para hacer un gran reserva es clave la calidad de la uva y la calidad de esa añada”.

Foto: FERNANDO DIAZ/RIOJAPRESS

Y llegó la hora de la verdad con la modernidad vinificada. Tras una escalada en los tiempos de envejecimiento, Martínez irrumpió en la cata con El Rayo, la última creación de la bodega. Con la añada de 2020 la sorpresa se extendió entre los catadores que hondeaban sus copas y olían varias veces el vino antes de animarse a probarlo. “Esto es totalmente diferente, nada que ver con lo que ha habido hasta ahora”, se escuchaba entre las mesas.

“El vino friki de la bodega”, recordó el enólogo mientras tanto, “y una mirada al futuro”. La viña, de siete hectáreas y con unos 30 años de edad, se encuentra en El Cortijo y con una producción limitada. “Es un vino sin complicaciones porque desde un principio queríamos que se reflejara cada añada y ver cómo influye el año en un mismo viñedo para dar como resultado vinos con matices diferentes. Es decir, ver todo lo que nos puede dar este viñedo”. Y lo consiguieron. Madera, pero sobre todo fruta para que sea amable.

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