El Rioja

Un juego de tradición y estilos para despertar los sentidos con Olarra

Javier Martínez de Salinas, enólogo de Bodegas Olarra | Fotos: EFE/Fernando Díaz

Bodegas Olarra ha soplado con orgullo sus 50 velas de historia. Medio siglo elaborando las diferentes referencias que salen de las tres naves y esa sala de barricas resguardada por 111 pequeñas cúpulas. Unas instalaciones a escasos metros del río Ebro que honra la tradición de Rioja sin desviar la vista de los nuevos aromas y todo en un radio comprendido entre Logroño, El Cortijo y Viana donde manejan algo más de una veintena de hectáreas en propiedad.

Prueba de ello son los vinos que se dan cita este miércoles en el último encuentro del IV ciclo de Catas Underground organizado por NueveCuatroUno y Calado by Criteria de la mano de Argraf, Cartonajes Santorroman, Cork Supply, Ramondin y Tonelería Magreñan. Javier Martínez de Salinas, enólogo de la casa, es el encargado de dirigir la velada con cuatro de sus principales creaciones: Cerro Añón Crianza (2020), El Rayo 2020, Olarra Reserva 2018 y Olarra Gran Reserva 2015.

– ¿Qué se busca con esta selección?

– Es la perfecta combinación entre tradición e innovación. Todos llevan madera pero de maneras muy diferentes y con estilos diferentes porque en ellos se reflejan estos 50 años de trayectoria.

– La gama de Olarra es la que mira más al pasado. ¿En qué se diferencia con cerro Añón?

– Olarra Reserva es un vino hecho con los criterios que se usaban en los años 70, unos vinos más finos, con menos extracción de color y con maceraciones más cortas. Aqui la fruta y el color no están tan marcados como en Cerro Añón porque se da más lo que se conoce como ‘bouquet‘, que significa ramo. Es decir, aquí el vino adquiere diferentes aromas de la madera y la fruta que luego no son fácilmente reconocibles porque ya están todos integrados. Mientras, Cerro Añón es un vino tradicional pero ajustado a los gustos actuales que se basa más en el trabajo de ‘coupage’, mezclando madera vieja y nueva así como de roble americano y francés. También hay largos periodos de crianza en barrica y botella porque se busca esa Rioja tradicional. La estructura es la base de este vino que ya forma parte de la gama alta de la bodega.

– ¿Y que tiene de especial el gran reserva?

–Este solo se hace en las mejores añadas o bien con aquellos lotes de vino muy buenos que sabes que te van a dar una calidad muy alta porque tienen una importante. Son vinos que sabes que van a mejorar con una crianza más larga aunque el vino sea el mismo que el que se usa para el reserva. La diferencia es que algunos años se ve que el vino no va a dar más de sí y, por tanto, no pueden ir para un gran reserva. Aquí lo que vas a encontrar es una mayor complejidad aromática.

– El Rayo es la revolución vinificada en Olarra. ¿Cuál fue el móvil que derivó en este vino?

– Como yo lo llamo, es el vino friki de la bodega. Todo vino a raíz de una finca que tenemos en El Cortijo de poco más de siete hectáreas. Cepas viejas de escasa producción que un día decidimos elaborar por separado y nos gustó mucho. Aquel año apenas fueron 30.000 kilos, de los que una parte fueron a parar a ese primer Rayo. Lo que tuvimos claro desde el principio es que se mantendría la fruta por encima de todo, pese a ser un vino que sabíamos que se comportaría bien con más tiempo en barrica. Un vino que podría llegar a ser incluso un reserva, pero se quedó en un crianza con mucha fruta y aromas que lo hace amable en boca.

– ¿Va a ser este crianza el que más sorprenda al público?

– Yo creo que sí. Tal vez un enólogo en el primer sorbo opine que a este vino le hace falta más tiempo en madera, pero lo que buscamos es embotellarlo lo antes posible para que se suavice después. Es un vino con estructura que al principio puede ser potente, pero luego sorprende cómo se desarrolla. Aquí lo que decide es la nariz, independientemente de lo que marque la boca.

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