Gastronomía

Otra manera de vivir en Ezcaray: Palasaca y los manjares del mundo a granel

Rodrigo y Saioa han descubierto otra manera de vivir en Ezcaray

FOTO: Héctor Roth

Carreras, másteres, dos trabajos sólidos y una estabilidad que no pedía a gritos un cambio, pero no contaba con el espíritu aventurero de Rodrigo García y Saioa Pérez. Él, de Logroño, ingeniero industrial; ella, de Bilbao, abogada especializada en derecho económico. Sus vidas se cruzaron cuando eran jóvenes -más todavía- en Ezcaray. Ambos veraneaban allí desde pequeños y, cosas que pasan, se enamoraron.

El trabajo les hizo mudarse a Barcelona donde, después de once años y una yincana de vida, tuvieron a su hija, Kala, el motivo principal por el que decidieron ‘volar’ de la ciudad condal. Pero, “¿dónde vamos?”. Volver al lugar donde empezó todo era una opción, sin embargo “conocíamos Ezcaray como lugar de verano. Quedaba por descubrir el Ezcaray para vivir”, explica Rodrigo. Pero, no adelantemos acontecimientos.

En sus cabezas ya sobrevolaba la idea de cumplir uno de sus sueños: viajar. Todavía no había llegado Kala a sus vidas, así que emprendieron una vuelta al mundo que les llevó a más de treinta países. “Salimos en septiembre de 2018 y estuvimos dieciséis meses viajando hasta que nos cogió la pandemia”. Pero todo desde un punto de vista muy particular: “Queríamos viajar como viajeros, no como turistas”. Y esto pasaba por involucrarse tanto que en cada lugar por el que pasaban trabajaban a cambio de alojamiento y comida. “En el único lugar que trabajamos por dinero fue en Australia”.

La idea era alcanzar el binomio perfecto para ellos: estar entre el local y el turista. “De esta forma te empapas mucho más de la cultura y, sobre todo, conoces de verdad a la gente”. En Filipinas, por ejemplo, Rodrigo y Saioa estuvieron dos meses trabajando con una ONG; en Sri Lanka entraron a faenar a un centro de hípica. “Allí madrugábamos mucho, les cambiábamos las camas a los caballos, recogíamos las cacas, les sacábamos a comer… Nos encantó esa experiencia”.

Pero el trabajo que más recuerda Rodrigo es el que desempeñó en Australia. “Realizaba labores de mantenimiento en una perrera y el dueño tenía un camión frigorífico grande. Lo que hacíamos era picar hielo a las 5 de la mañana hasta llenar el camión. Lo forrábamos, le poníamos una especie de rampa y unos trineos e íbamos a un mercadillo para que los niños se montaran, como si fuera una atracción”.

Los meses iban pasando y la pareja no dejaba de pensar dónde regresarían cuando acabara el viaje. “A mí me encantaba la Polinesia Francesa, pero Saioa prefería la isla de Pascua, aunque allí no te puedes quedar a no ser que pertenezcas al pueblo Rapa Nui”. Muchas opciones, ninguna concreta. La vuelta se adelantó por la pandemia y tuvieron que salir de Lima desde el aeropuerto militar con un vuelo de repatriación. Tal y como estaban las cosas allá por 2021, lo mejor era volver a la casa de verano de Ezcaray de los padres de Rodrigo. Y a partir de aquí comenzó otra aventura, por si la ya vivida no había sido suficiente.

Nueva vida, nuevo proyecto

Durante el viaje, la pareja iba ideando proyectos que podrían emprender cuando volvieran a casa -aunque no supieran dónde exactamente-. Antes de Palasaca hubo dos negocios fallidos pero, como a la tercera va la vencida, llegó lo que hoy en día se ha convertido en parada obligada para turistas y locales de Ezcaray.

“Palasaca tiene un poco de todos los lugares donde hemos vivido y por los que hemos pasado. Es una tienda a granel con su vermutería que tiene mucho del barrio de Gracia, y además le hemos añadido un concepto propio con la elaboración de crepes, gofres y batidos de fruta natural”.

Sin duda, un espacio donde, con tan solo cruzar la puerta, ya huele a aventura. El reloj se detiene en un negocio que invita a llevarte ‘palasaca’ todos y cada uno de los productos que nunca antes habías visto y aquellos de toda la vida que nunca pueden faltar en la cocina. Alimentos y condimentos diferentes que no vas a encontrar en otros lugares. “Ahora vamos de viaje con el maletero abierto para ir probando cosas y cargarlas Palasaca”.

Entre muchas otras curiosidades, el agua de Jamaica, un refresco elaborado a base de flor de hibisco con azúcar. “La servimos con hierbabuena y mucho hielo. Una bebida alternativa que conocimos en Senegal. La hacemos nosotros, gusta mucho y nadie la conoce”. Si lo tuyo es el mundo crep, aquí te explotará la cabeza con combinaciones impensables que no dejan indiferentes. “Utilizamos especias como curry o merkén chileno y cocinamos crepes donde mezclamos el pollo con curry y pasas, la nutella con el curry, pollo con merkén…”.

Los frutos secos son otro de los productos que más llaman la atención en Palasaca. Si salimos de las tradicionales avellanas, almendras, nueces… nos encontramos con los anacardos con wasabi, anacardos con sabor a trufa, almendras con chile y limón, con parmesano…, o frambuesas revestidas de chocolate. “Todo original y diferente”.

Para pasar la comida, un buen vermú. Entre la variedad, los seleccionados y otros que elaboran Rodrigo y Saioa añadiéndoles especias de diferentes partes del mundo. “Están triunfando mucho y, además, hemos incorporado el sifón de toda la vida. La gente lo puede tomar aquí o rellenar botellas para llevárselas a casa. Intentamos reciclar lo máximo posible”.

Otra gran descubrimiento por parte, sobre todo, de los turistas de paso de Ezcaray, son los risottos y las fideuás deshidratadas. “Son muy fáciles de hacer y muy sabrosas. Rápidas y sencillas de cocinar, mucha gente repite”. Además, no podían faltar las legumbres de la tierra. “Tenemos muchos productos riojanos. De hecho, cada artículo tiene una pegatina que indica si son alimentos de cercanía producidos a menos de 100 kilómetros de Ezcaray”. Por supuesto, productos ecológicos y veganos.

Y es que cuando descubres este pequeño paraíso “te encuentras a dos personas que quieren cumplir su sueño de vivir en Ezcaray. Una manera alternativa de vivir porque, si algo hemos aprendido del viaje es que hay muchas maneras de vivir. Lo que nos pasa en occidente es que nos hacemos tan pequeños que te metes en tu profesión y parece que no sabes hacer otra cosa. Esta experiencia nos empoderó para darnos cuenta de que somos capaces de vivir a nuestra manera”.

Subir