CARTA AL DIRECTOR

La ira y el respeto a la democracia

FOTO: EFE/ Raquel Manzanares.

Esta semana se va a producir en el Congreso de los Diputados una votación importante de la que un candidato obtendrá los votos mayoritarios de la cámara para ser investido presidente del Gobierno de España. Un hecho singular, pero a la vez, absolutamente normal en un país democrático como España. Conviene recordar este dato evidente porque la dialéctica en la que nos hemos visto envueltos las últimas semanas tiene como objetivo último pervertir esta realidad.

Pedro Sánchez va a ser investido presidente con los votos de la mayoría de este país que ante la disyuntiva de un Gobierno liderado por el PP en coalición con VOX o del PSOE en coalición con Sumar ha optado de manera clara por el progreso. Pedro Sánchez, tras años de ataque continuo a la legitimidad de su gobierno, será el presidente elegido con el mayor número de votos favorables del Congreso de los últimos 20, y con la mayor transversalidad ideológica de nuestra democracia y el respaldo de 8 partidos políticos. Un presidente capaz de aunar a la mayoría de partidos con representación parlamentaria mediante el diálogo y el acuerdo.

Sin embargo, vemos como la derecha ha entrado en una espiral dialéctica incendiaria que pretende ocultar esta realidad democrática, insuflando ira como respuesta a la evidente frustración que supone para el PP y VOX el no haber sido capaces de ver cumplidas sus expectativas. Y en la gestión de las expectativas andamos, unos con la ilusión de un proyecto por continuar y otros en la rabia por haber perdido lo que creían ganado ya.

Recuerdo perfectamente las emociones que sentí la noche electoral. Sin ninguna duda el PP estaba siendo el partido más votado y mientras los datos del recuento se consolidaban más evidente era esta realidad. Pero lejos de sentir tristeza o frustración el sentimiento general era de alivio e inmensa alegría. Sí, alegría, porque mi partido, el PSOE, había quedado segundo pero la suma de PP y VOX no era suficiente para la formación de gobierno.

Vuelvo a lo evidente, vivimos en una democracia que es una monarquía parlamentaria y tal y como dice el artículo 99.3 de la Constitución: “Si el Congreso de los Diputados, por el voto de la mayoría absoluta de sus miembros, otorgare su confianza a dicho candidato, el Rey le nombrará Presidente”. Es decir, que es lo que vote el Congreso lo que determina quien gobierna España.

Aquella misma noche electoral mi alegría y alivio era fruto de saber que Feijoo no iba a ser presidente ni Abascal vicepresidente. Era evidente que el único con verdaderas posibilidades de llegar a pactos era el candidato del Partido Socialista Obrero Español.

Entiendo perfectamente la frustración de los votantes de la derecha española y españolista. Llevaban años acariciando la idea de recuperar el Gobierno de España desde la moción de censura a Rajoy y las recientes elecciones locales y autonómicas les había hecho creer que ya lo tenían ganado. Por no hablar de esa demoscopia que, en lugar de hacer una fotografía de la realidad de los votantes, se dedica a prescribir el voto. De la misma forma que yo sentí alegría y alivio, esta parte de la sociedad sintió rabia y frustración. La ansiada para algunos mayoría absoluta de PP y VOX se diluyó la noche electoral como lágrimas en la lluvia.

Una derecha moderada, centrada y responsable habría aceptado el resultado de las urnas. Una derecha preocupada por el liderazgo interno hizo, y sigue haciendo, lo que todos hemos visto, intentar desestabilizar el país, incendiar a las calles y amparar a franquistas, fascistas, nazis, machistas, homófobos, xenófobos y demás personas guiadas por el odio en una escalada que pretende torcer la voluntad popular representada en el Congreso a través de la amenaza, la violencia. En definitiva, a través de la expresión de la cólera y la ira. Un juego peligroso y dañino, un fuego que después de ser encendido y avivado va a terminar quemando.

Desde luego, el contenido de los pactos alcanzados puede ser discutido, pero me temo que tanta hipérbole y tanta hiperventilación no permite un diálogo reflexivo y sosegado. Los titulares que llaman golpe de estado a lo que no es más que la puesta en práctica del artículo 99 de nuestra Constitución se lanzan con el único objetivo de impedir un ejercicio cabal y constructivo del debate político.

Vemos como incluso diarios de tirada nacional abren sus portadas señalando a los diputados socialistas, nada nuevo por otro parte, ya lo vivieron nuestros compañeros en 2019. Otra de esa decenas de veces que España se iba a romper.

La rabia, la ira, la cólera hacen mucho daño, primero a quien la siente, pero también a todo nuestro país. Amar España, defender España, no es lo que vemos en las calles. Amar España y defender España es conocerla, reconocer su diversidad, ser capaz de dialogar y llegar a acuerdos y reunir 179 apoyos de los 350 posibles y 8 partidos políticos de un amplísimo espectro ideológico para gobernar. Insultar, odiar y señalar al que piensa diferente no es amar a tu país.

Se abre una legislatura en el que los y las trabajadoras vamos a ampliar nuestros derechos, en el que se consoliden los avances sociales, se trabaje en favor de la igualdad entre hombres y mujeres, se luche contra el cambio climático por una transición justa y se siga siendo referente en Europa. Se abre un horizonte de esperanza e ilusión para la mayoría social de este país. Una legislatura que va a necesitar mucho debate, acuerdo, respeto y sosiego para seguir construyendo un mejor país.

No me olvido de Cataluña. La amnistía es un instrumento que ojalá sirva para mejorar la convivencia entre los españoles. Sin duda alguna, la negociación ha logrado un hito, el reconducir el debate y las posiciones sobre Cataluña al ámbito constitucional en busca de la normalización de la convivencia en Cataluña y también en España. Se mire como se mire, eso ya es un avance en el buen camino. El dialogo y el acuerdo son las bases de la convivencia y muestran la madurez de nuestra democracia. Es el camino a seguir.

La ira que algunos sienten, la rabia por ver frustradas sus expectativas es comprensible dada las posiciones elegidas por los líderes del PP y de VOX. Igual que con el caso catalán sería recomendable que estas emociones se encauzaran en los mecanismos democráticos y se comenzara, por ejemplo, a condenar la violencia sin paliativos. La aceptación es el camino. España no merece a esta derecha hiperbólica que intenta ganar con el miedo y el señalamiento de los adversarios políticos lo que las urnas no le dieron.

Termino con la esperanza que siento cuando apago la televisión, dejo de mirar Redes Sociales y paseo por las calles de mi ciudad. Veo esa España más real, menos radicalizada y que vive con tranquilidad y confianza el presente. Esa España que mira con extrañeza y un poco de miedo a los frustrados furibundos mientras sigue con su día a día. Vivimos en un maravilloso país, dejemos que la democracia siga su curso normal, intentemos entre todos acallar la ira y avancemos. Esta es la España que yo amo y en la que adoro vivir. En la que reconozco las caras de mis vecinos y recibo saludos y sonrisas, una España laboriosa, respetuosa en la todos podemos pasear con confianza y seguridad sin ser señalados ni agredidos por nuestra forma de pensar.

*Puedes enviar tu ‘Carta al director’ a través del correo electrónico o al WhatsApp 602262881.

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