El Rioja

Aguas calmadas a vendimia pasada

El sector hace balance de una vendimia complicada pero mejor de lo esperado

Foto: Leire Díez

En plena faena de descubes, liberando ya los depósitos de fermentación y haciendo esas primeras catas de los futuros vinos de la añada 2023 para ver qué camino toman en bodega, toca sentarse a reflexionar y analizar toda esa paleta de tonos que han pintado de luces y sombras el lienzo de esta vendimia.

A fecha de 17 de octubre, las bodegas de la DOCa. Rioja acumulaban 383.916.662 kilos de uva después de esas últimas entregas ya fuera de fecha (el Consejo Regulador anunció el cierre oficial de vendimias el 10 de octubre con algo más de 370 millones de kilos recepcionados). Unas uvas marcadas por los golpes de calor; otras, por las lluvias. Algunas incluso, sin poder llegar a las bodegas porque no cumplían los parámetros de calidad fijados por estas y otras tantas que ni siquiera llegaban a vendimiarse. Una vendimia que en muchas bodegas y cooperativas se ha compaginado con el trasiego de camiones cisterna que aguardaban para llevarse los litros de vino de la cosecha anterior amparado para destilar.

“Mucho ajetreo”, está claro. “Y también mucha selección y organización”. Natalia Olarte remarca su satisfacción con el resultado de esta cosecha: “Estamos contentos con la vendimia. Es cierto que ha sido muy difícil en campo debido a la desestacionalización de las precipitaciones. Un clima muy tropical y “anómalo” que ha obligado a hacer un trabajo de asesoramiento viticultor a viticultor, parcela a parcela. Esa clasificación de parcelas para conocer la realidad en el campo es lo que nos ha dado muy buenos resultados ayudándonos a realizar una mejor planificación, no solo a nivel de entrada de uva sino también en la selección del método de elaboración”.

Bodegas Riojanas ha estrenado esta campaña una prima en el pago de la uva sumando parámetros sostenibilidad a los ya existentes como el potencial agroenológico, una manera de reconocer el trabajo de sus proveedores en esa materia. La directora de Viticultura e Innovación hace balance positivo de la cosecha: “Hubo momentos complicados, especialmente al principio de campaña con esas lluvias de septiembre, y tocó tranquilizar a los viticultores y pedirles que esperasen. Teníamos claro que no todas las parcelas llegaban a vendimias con el mismo estado cualitativo y que algunas estaban predestinadas a sufrir más al no haber generado la planta respuestas fisiológicas suficientes ante los períodos de sequía y encharcamiento”.

Si hay que hablar de calidad, Olarte discierne entre dos grupos de uvas, las que han entrado con “muy buena calidad, equilibradas en todos sus parámetros” y aquellas que lo han hecho con una “calidad correcta” al tratarse de uvas que han sufrido más afecciones, “así que tampoco se podía pedir mucho viendo cómo vendía la campaña”. Apunta, aún así, que en ese trabajo de selección “vuelve a primar el buen hacer de los viticultores en materia de regeneración de los suelos, con la adaptación de las técnicas de viticultura ecológica, nutrición integral de viñedo y las herramientas de riego, por lo que debemos seguir trabajando en técnicas de viticultura adaptadas en función del tipo de parcela”.

Foto: Leire Díez

En los viñedos que gestiona Bodegas del Medievo las sensaciones también son más optimistas que las que había hace dos meses a pesar de ese “tobogán” de imprevistos meteorológicos. “Logramos meter los blancos antes de las lluvias de septiembre y salvamos mucho. Además, las garnachas y gracianos están perfectos. Dentro de que ha habido mil problemas esta campaña, los resultados no han sido malos aunque está claro que no va a ser la cosecha del siglo. Lo positivo es que las fermentaciones han terminado bien, sin paradas, porque en años tan calurosos se corre el riesgo de que la uva entre más pasa y haya parones. Además, se ha logrado buena intensidad de color y la acidez incluso mejor que otros años, probablemente debido a esas lluvias”, asegura Santiago Garde, director técnico de esta firma de Aldeanueva de Ebro que este año ha recogido poco más de un millón de kilos de uva.

Desde Marqués de Vargas han vivido esta campaña, que concluyó el pasado 4 de octubre, como una más basada en el factor primario, en esa fruta, más que en la concentración y estructura. Lo que se cosechó antes de las precipitaciones está bastante bien, mientras que el resto se ha recogido en función de la sanidad que traía la uva y el riesgo que esta corría, siempre primando meter el fruto lo más sano posible porque ya era una cosecha que venía temprana.

“Hubo zonas donde, ante tantas lluvias, se elevó mucho la cantidad de potasio y nitrógeno, provocando una mayor acidez. Ahora esos vinos los veo más planos, pero aún les queda impulso. Por suerte, no hemos tenido ningún problema en las fermentaciones alcohólicas y las malolácticas ya avanzan como un tiro gracias a la cantidad e microbiología que había también en los vinos. Además, conforme vamos catando me van gustando más los vinos”, describe la enóloga, Ana Barrón.

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