El Rioja

Un blanco autóctono en sintonía con el barro y la madera

Queirón estrena Mi Lugar en su edición de tempranillo blanco

Rubén Pérez, enólogo de Queirón. | Foto: Leire Díez

Bien saben quienes tienen hermanos que estos se convierten en su otro yo, en la mano que nunca les suelta. Y lo saben porque, juntas, esas dos mitades forman un todo. Mas fuertes, complementándose y abarcando nuevas ambiciones siempre con el apoyo del otro. Ese impulso es el que ha cogido Mi Lugar Tempranillo Blanco de su hermano mayor Queirón Ensayos Capitales Nº2 ‘Lágrima en Tinaja’, aunque en este caso será el hermano pequeño quien pegue más el estirón a lo largo de la vida.

Este proyecto de pruebas, errores y aciertos que forma parte de los Ensayos Capitales es uno de los tres experimentos que abordan la elaboración de lo que en esta bodega de Quel denominan “vinos fugaces”, aquellos que tienen un momento de inicio y de fin porque no están hechos para perdurar en el tiempo, sino para ser espejo, modelo y ejemplo de lo que vendrá después. Ese hermano que se lleva el aprendizaje de su antecesor y lo desarrolla a otros niveles de innovación. Mi Lugar Tempranillo Blanco se ha inspirado, por tanto, en ese ‘Lagrima en Tinaja’, el primer blanco de Queirón que salió al mercado con la añada de 2019 y con unas escasas 3.126 botellas. Un vino que emana de las poco más de cuatro hectáreas del viñedo El Aniceto, que se divide en varias parcelas pequeñas a las faldas de la Sierra de Yerga, a unos 640 metros de altitud y sobre unos suelos con presencia de arcillas, arenas y limos en una zona que se hace llamar La Encina.

“Ahora, gracias al camino abierto por él, nace Mi Lugar Tempranillo Blanco 2021 después de lo mucho que aprendimos gracias al proyecto Ensayos Capitales, conservando así el viñedo y la variedad de donde surge”. Una nueva creación que es obra y labor de Rubén Pérez, el enólogo de la casa e hijo de Gabriel, quien impulsó los cimientos de esta bodega familiar que se ha mantenido fiel a una identidad de pueblo y de una variedad varietal. Porque la elección del tempranillo blanco como uva madre para la elaboración de este nuevo vino tuvo su porqué: “Es una variedad exclusiva de Rioja, autóctona y única en el mundo que surgió por una mutación natural del tempranillo tinto descubierta en 1989 en Murillo de Río Leza, cuando un agricultor descubrió un pulgar blanco en una cepa de tinto. Esto la hace, por tanto, muy especial para quienes formamos parte de esta tierra pero también desde el punto de vista de su elaboración”, remarca Pérez mientras sirve en copas diferentes una muestra de esta nueva joya, del ‘Lágrima en Tinaja’ y del tempranillo blanco de Ontañón, un vino más fresco y menos gastronómico que el resto.

Los tres son blancos y los tres mantienen intacta la misma variedad, pero el tratamiento es lo que marca la diferencia y, además, una diferencia sustancial. “Basta con observar el color que dejan en las copas, pero ya si acercas la nariz, los aromas que desprenden no tienen nada que ver. En el Ensayos Capitales Nº2, hacemos una una elaboración muy peculiar con una primera parte de la fermentación en depósito de acero inoxidable para culminar en barrica y después, sólo con el mosto lágrima, lo afinamos en tinaja de barro. Sin embargo, para el Mi Lugar blanco hemos apostado por jugar con las temperaturas para definir esos aromas a nuestro gusto buscando la finura y elegancia. Así, la primera fermentación se hace a 14 grados y con los hollejos, un proceso que dura una semana y con el que se busca una mayor transferencia aromática y de color. Después, durante la segunda semana, se hace una fermentación a 16 grados pero ya sin hollejos, algo que hemos recuperado de la elaboración del Ensayos Capitales Nº2. Las siguientes dos semanas servirán para que la fermentación concluya en barricas de 500 litros de roble francés, antes de sacarlo y separarlo de las lías más gruesas”.

Es una vez acabada la fermentación cuando comienza el juego de materiales. Una gran parte del vino, en torno al 85 por ciento, pasa seis meses de crianza en barrica de roble francés de 500 litros con tostado ligero o incluso sin tosar porque se busca volumen, dulzor y suavidad. Y el enólogo puntualiza: “Hay que tener en cuenta que el vino blanco necesita la mitad del contacto con la madera que un vino tinto en sus fases de crianza”. Por otro lado, el otro 15 por ciento del vino se cría en ánforas de gres. “Ya el barro era antaño un elemento imprescindible en la elaboración del vino, por lo que no hemos hecho más que recuperar esta parte de la historia para darle un toque diferente a nuestro vino. Con el gres, que es una pasta de cerámica, lo que logramos es una microoxigenación muy especial por esa porosidad que tiene además de que las lías estén siempre en suspensión gracias al movimiento que genera el recipiente. Algo que favorece el intercambio y también la estabilización del vino”, explica. Y una vez hecha la magia, llega la fusión antes de llegar al embotellado.

Porque la fase en bodega es clave en este blanco, pero la calidad la marca su origen. El enólogo de Queirón incide en la importancia de la procedencia de las uvas para que el resultado final sea el esperado año tras año. Lo de esta campaña quedará para el recuerdo en gran parte de la denominación (si no en toda), pero en tiempos de fuertes vendavales siempre hay troncos que se mantienen erguidos amarrándose con fuerza a la tierra. Este 2023 ha habido uvas que han sufrido mucho más que otras el calor extremo y la falta de agua durante el ciclo vegetativo, influyendo de manera directa en esa maduración, pero las uvas de El Aniceto se caracterizan por tener largas maduraciones, lo que las dota de una mayor concentración de aromas y en este caso de año caluroso, de matices más frutales y melosos. “Una maduración casi a fuego lento”, como describe Pérez, donde también juegan un papel importante el resto de biodiversidad que está alrededor: olivos, almendros, ciruelos, cerezos, hierbas aromáticas,…

Fue el pasado 2 de octubre cuando se vendimió esta viña, una fecha que se aleja de la que suele ser habitual para las uvas blancas en Rioja Oriental, pero aquí lo que marca los tiempos de campaña son esos suelos pobres y con ventilación natural que mantienen el viñedo libre de enfermedades, especialmente en los últimos días del ciclo. Además, la vendimia de este paraje siempre es nocturna en pro de conseguir una buena frescura en la uva, usando nieve carbónica en las cajas donde se portan los racimos para que estos lleguen a bodega libres de bacterias y por debajo de los 12 grados. Este año, a pesar de las complicaciones evidentes, se ha logrado salvar la campaña y la uva para el estreno por todo lo alto de Mi Lugar Tempranill Blanco.

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