El Rioja

Tiempo de vendimia en LAN desde Viña Lanciano

Vendimia en Viña Lanciano. | Fotos: Bodegas LAN

Los tractores recorriendo los campos y las carreteras de los municipios anuncian el comienzo del curso vitivinícola que siempre se inaugura con un examen para poner a prueba a viticultores y bodegueros. No hay año fácil, y la vendimia, cada vez más, exige sacar lo mejor de cada equipo para intentar tomar las decisiones más acertadas. Rioja ha arrancado así con una vendimia temprana en la que el sector tiene un ojo en el cielo y otro en el mercado.

Los primeros muestreos realizados en la icónica finca Viña Lanciano de Bodegas LAN pronosticaban una vendimia temprana y bastante compleja, con buena maduración fenólica, con grado y equilibrio, pero pendientes del parte meteorológico para intentar preservar las condiciones sanitarias del viñedo.

Desde la fundación de Bodegas LAN, Viña Lanciano ha sido esa trocito de cielo en la tierra. Con 72 hectáreas de primera clase, la finca está situada en la frontera entre Rioja Alta y Rioja Alavesa, un meandro elevado rodeado por el río Ebro. El límite norte de Viña Lanciano está marcado por la Sierra Cantabria, protección natural de las vides contra los vientos más fríos y las lluvias del Atlántico. «Unas características que hacen que la finca sea un paraje con identidad paisajística y vitivinícola».

Aquí cada factor es determinante en el desarrollo del fruto final. Por un lado, están esos suelos aluviales y de grava que obligan a las plantas a enterrar sus raíces profundamente en busca de nutrientes para sobrevivir. El resultado son uvas de maduración lenta y de una calidad excepcional. Así mismo parte de la finca Viña Lanciano se cultiva de forma ecológica, evitando el uso de pesticidas y fertilizantes sintéticos para mejorar la salud del suelo y biodiversidad del lugar mientras produce uvas que reflejan la expresión más pura del terruño.

«Para entender mejora la viña y su potencial, desarrollamos una viticultura a caballo entre la tradición y la precisión. Julián Palacios, junto con su equipo de consultores de Viticultura Viva, aporta todo su conocimiento desde hace más de una década», explican desde bodega. El viñedo está dividido en 22 parcelas independientes, en las que se realiza un trabajo pormenorizado y a medida para monitorizar cada etapa del ciclo vegetativo, desde la poda hasta la vendimia. Así, se capturan imágenes de satélite y de vuelos de dron para entender el vigor y estado de las plantas, se monitorizan precipitaciones, horas de sol, viento,… «Todos los pequeños detalles que ayudan a hacer grandes vinos».

Y tras este cuidadoso seguimiento de cada parcela, el equipo comienza a recoger los frutos de tempranillo, graciano, garnacha y mazuelo, además de los corros de viura que hay plantados hace más de 70 años en el viñedo. Uvas vendimiadas a mano, en pequeñas cajas de 20 kilos, donde sólo se seleccionan los racimos perfectos, descartando el resto.

Expresión pura

El trabajo de bodega sigue el mismo principio que en la viña: máximo respeto a la identidad del viñedo. Así, se trabaja con extremo cuidado al detalle en la elaboración y selección de los materiales de fermentación y crianza, apostando por barricas respetuosas con la fruta que den la oportunidad de disfrutar de los vinos con las generaciones futuras.

Y así es como se consiguen vinos finos, eternos, preservando el legado y trabajando para disfrutar de un futuro emocionante. Justo lo que se palpa con Viña Lanciano 2017, un tinto que, en palabras de sus creadores, es aromático, expresivo, con un final largo y complejo: «Un vino que refleja la majestuosidad de su emplazamiento con precisión y concentración. Viña Lanciano es un Rioja para nuestra época».

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