Toros

Diego Urdiales y Ginés Marín, doble puerta grande en La Ribera

Foto: Edu del Campo

Llegaba El Juli a su fiesta de despedida en La Ribera tan imberbe como cuando se presentó en La Manzanera, igual de listo, tan inteligente como entonces y con 25 años de experiencia a sus espaldas. Calibró mal Julián los invitados a su fiesta de despedida. De su adiós de Logroño se cayó el lesionado Morante y se sumó Ginés Marín, a priori sin saber muy bien a cuento de qué, y, una vez finalizado el festejo, como invitado imprescindible. Tan imprescindible que se impuso al homenajeado, igual que Diego Urdiales, que también vino a hacer el toreo como si fuera él el protagonista del festín. Se confió en Juan Pedro Domecq a modo de proveedor para aderezar el acontecimiento. Y vino a ser Juan Pedro fiel a sus principios y el regalo que se trajo a la fiesta fue a parar a manos de Ginés Marín.

Foto: Edu del Campo

A excepción del primer toro, el encierro de Juan Pedro vino a tener un comportamiento prácticamente idéntico: manejables de salida, sin la más mínima pujanza en el caballo, rebosantes de fijeza y un tranco boyante y generoso que no venía a durar más allá de la segunda tanda en el último tercio. Salvo el del sexto, que fue el único que miró hacia las tablas y buscó con descaro los terrenos de nadie siempre que pudo. Impidió Gines Marín que las posibilidades emprender la huida del tal ‘Marc’ fueran muchas. Trató el gaditano de tapar la salida y de dejar siempre la muleta puesta para aprovechar aquel son de terciopelo, aquel tranco encomiable, aquella humillación precisa. Templó Marín estas enormes virtudes con gusto, relajo y empaque. Parecía como si ‘Marc’ marcara los tiempos de cada muletazo, que fueron cadenciosos, profundos y de enorme hondura. Tiraba con suavidad Marín de aquella embestida que enganchaba adelante y soltaba detrás de la cadera. Le permitió Marín al nobilísimo toro de Juan Pedro que eligiera también los terrenos, que primero fueron los del 4 y finalmente los del 9. El típico manso con posibilidades, pero en versión delicatessen esta vez. Dejó casi media estocada y paseó las dos orejas de ‘Marc’.

Foto: Edu del Campo

Le tocó en suerte a Marín el toro más bonito del encierro, que hizo tercero y fue devuelto por manifiesta invalidez. Salió en su lugar otro ‘juampedro’ de similar estilo: manejable de salida, sin pelear en el caballo y con el poder cogido con pinzas. No terminó Marín de apretarse ni de apretar aquellas nobles embestidas. Una tanda por el derecho, pulseada y ligada, fue lo mejor de un trasteo al que le sobró la mucha plaza que recorrió Marín. Unas arriesgadas bernadinas vinieron a poner fin a un trasteo que se alargó en exceso en el tiempo.

Fue capaz Urdiales de llevarse a sus dos toros desde el tercio hasta los medios en sus saludos a la verónica. Con idéntica calidad brotaron ambos: jugando bien los brazos, imprimiendo temple, empaque y ritmo. También cargando la suerte y llevando siempre toreado al animal. Gracia tuvieron las chicuelinas al paso con las que Urdiales puso en suerte a su primer enemigo. Dio sitio y tiempo Urdiales a un toro que siempre fue pronto. Nacían las series rebosantes de empaque y terminaban allá cuando el animal perdía las manos, que no venía a ser mucho más lejos del tercer muletazo. Provocó Urdiales las embestidas por el pitón derecho y aprovechó aquel medio viaje que sólo quedaba en el ‘juampedro’. Los ayudados a dos manos vinieron a rubricar un trasteo excesivamente premiado con el doble trofeo.

Foto: Edu del Campo

Hubo una verónica en el saludo al quinto que llegó por el pitón izquierdo que vino a ser un cartel de toros. La figura vencida, todo el peso sobre la pierna de salida y el mentón hundido. Se arrancó con explosividad el toro de Juan Pedro cuando Urdiales acababa de brinda al público desde los medios. Llegó ahí un cambio de mano colosal y luego una serie al natural de enorme rotundidad. De adelante atrás y de arriba abajo. Hubo temple, colocación, reunión, ritmo y mando. Tan rotunda fue que el animal se afligió y ahí que empezó a protestar y a embestir sin apenas formalidad. Se enfrontiló Urdiales en una última serie al natural para ofrecer los vuelos con total suavidad. De uno en uno robó ahora Urdiales naturales de muy buen trazo. Pinchó.

Abrió esta feria de San Mateo un toro de escasa pujanza y menor recorrido. Evitó obligar Julián a su enemigo durante todo su trasteo. Jugó con las alturas y no terminó de solucionar aquel incómodo cabeceo con el que protestaba el de Juan Pedro al final de cada muletazo.

Foto: Edu del Campo

Un quite por lopecinas un tanto apresurado vino como a adivinar las posibilidades del último toro de Julián en nuestra tierra. Pero aquella acometividad y aquella manera de arrancarse a los cites se fue diluyendo sin tan siquiera un ápice de la contundencia que siempre ha venido caracterizando el toreo de ‘El Juli’. Las primeras series se desdibujaban por la mala colocación del torero en los finales. Más tarde, aquella forma de citar tan lejos del animal vino a ser constante de principio a fin de cada serie. Una despedida poco digna para la talla del torero que hoy se va.

Plaza de toros de La Ribera. Primera de abono

Toros de Juan Pedro Domecq, correctos de presentación, y de juego manejable en líneas generales. Los peores fueron los lidiados en primer y cuarto lugar. El sexto, a pesar de buscar terrenos de nadie, fue de una calidad enorme.

– Julián López ‘El Juli’: silencio y saludos.

– Diego Urdiales: dos orejas y ovación.

– Ginés Marín: ovación y dos orejas.

Al romperse el paseíllo, el Club Taurino Logroñés hizo entrega a El Juli de una placa conmemorativa por su retirada.

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